PARÍS - Estrujando el manillar, estrechísimo, un juguete para su envergadura, cortándoles la respiración, recostando su colosal andamiaje, 1,84 metros en 75 kilos, cincelados como el David de Miguel Ángel, puro mármol de Carrara, André Greipel, alemán cartesiano, de aspecto robótico se merendó, con ese aire marcial que emana de su estilo, a todos sus oponentes en Montrond, final de la segunda etapa de la París-Niza. Nadie pudo con su piernas de hércules, que aniquilaron a Demare, a Dengenkolb, a Michael Matthews y a José Joaquín Rojas. La estampa de Greipel, un armario ropero, instalado en un asiento de la clase preferente de la locomotora del Lotto, que ejerció de rompehielos en la carrera del sol -impulsado por su camarada, el australiano Henderson- anunciaba su explosión en los metros finales donde concentra su bestial energía en ese manillar tan escueto, alejado de la envergadura de los otros.

Allí, con las manos cerca la una de la otra, rectilíneo en la trazada, le rechinan los dientes, apretados, y truenan sus gigantescas piernas, dos vigas, columnas de músculos que se apilan para destornillar el sprint, donde la palanca de la fuerza cuenta más que la maña en una llegada sin foresta, ni giros de guión. Controlada la letra de la obra, el alemán, empujado por los secundarios, por los actores de reparto de su equipo, leyó en Montrond su discurso de carrerilla, como en esos concursos de deletrear palabras. No dudó Greipel, enfilado hacia el triunfo, descontando a unos velocistas más jóvenes y chisposos. Veterano, 32 años, conocedor de cada pulgada de su cuerpo, tumbó a sus oponentes, esprinters con menos patas de gallo y más futuro. Sin embargo, desbrozado el camino por sus peones, Greipel, un forzudo, se mostró inclemente, inaccesible. Al que llaman Hulk por su perfil de culturista, impuso su método.

El intento de tony martin Otro alemán, también grande y poderoso, Tony Martin, intentó desbaratar el plan que el Lotto había diseñado para su caudillo Greipel. El campeón del mundo contrarreloj se unió a Lars Boom y Geraint Thomas a nueve kilómetros de meta. El alemán, un ciclista enorme, trató de voltear el destino, pero los tentáculos del pelotón, con los colmillos afilados, le cortaron el sedal a kilómetro y medio de la pista de despegue del sprint. En esa planicie, hubo cónclave de velocistas, pero ninguno como Greipel y su método, el de Hulk. Para la etapa de hoy no se descarta otra pelea apurada al sprint, si bien el recorrido, rompepiernas, tal vez aleje a los galgos del triunfo.