Decía el difunto Walt Disney, criogenizado para los fantasiosos, como lógica del éxito: “Lo que hagas, hazlo tan bien que ellos (el público) quieran verlo otra vez y traer a sus amigos”.
La Major League Soccer (MLS), la primera categoría del fútbol en Estados Unidos aunada con Canadá, se erige como nicho por explotar a tenor del público potencial. Y el fútbol es como el mar, que siempre va buscando alguna esquina. La MLS es el producto; el público, más de 320 millones de estadounidenses -tercera mayor población del mundo-, con los más de 35 millones de canadienses, su posible consumidor.
La MLS es un mercado en crecimiento por el origen de una semilla plantada en la Copa del Mundo de Estados Unidos’94. La megalómana cita incitó a prestar atención al deporte rey, fue la invitación para la ciudadanía local al espectáculo de masas. En la década de los setenta excavó en el nicho el New York Cosmos con luminarias como Pelé o Beckenbauer para la proliferación del negocio balompédico allende las fronteras europeas. El germen fue efímero, no fructificó como lo hizo el Mundial. Una pandemia del balón que se ha visto extendida acompañada por la también poderosa fuerza del fútbol femenino estadounidense, con dos copas mundiales (ganó el Mundial inaugural de 1991) y cuatro medallas doradas olímpicas (se adjudicó también la pionera de los Juegos Olímpicos en 1996) de cinco posibles conquistadas. Con permiso de Alemania, las féminas son la máxima potencia internacional. Argumentos cautivadores que han fomentado el interés.
la cuasitriplicación del ‘show’En Estados Unidos, sin la historia del béisbol, el rugby o el baloncesto, aunque con la misma fórmula del sistema de franquicias, brota en competencia el fútbol. Penetra en el mercado ahondando su profundidad cada temporada. El número de espectadores no cesa en crecimiento. Desde el nacimiento de la MLS en 1996 los datos de atención suben exponencialmente. Aquel curso, la competición movilizó a 2,7 millones de personas a los campos de fútbol en sus 160 partidos; en 2002 tocó su fondo, 2,2 millones, si bien, en 140 encuentros; sin embargo, en 2014 la escalada alcanzó la cota de 6,1 millones en 323 lizas. El Seattle Sounders F.C., anfitrión del estadio de mayor afluencia media de público de la MLS, albergó a 43.700 almas. En comparación con Europa, Anfield, residencia del Liverpool, el club con mayores ingresos de la Primera División inglesa en cuanto al reparto por los derechos de televisión se refiere durante el pasado curso (117 millones de euros), albergó a 44.600, según datos registrados en los albores de 2014. La asistencia media de la MLS el pasado curso fue de poco más de 19.000 personas por duelo; la Liga BBVA congregó a 26.700.
Este fin de semana ha arrancado la temporada de la MLS. Lo hace con diez equipos por cada conferencia, Este y Oeste. La campaña se antoja la más exitosa de cuantas han acontecido, al menos, en números. Entre otras razones, por los fenómenos de captación de seguidores. El Orlando City pagará el mayor sueldo de la historia de la MLS, al brasileño Kaká, monto de 7,1 millones de dólares anuales, poco más de lo que firmó en 2007 el imán publicitario David Beckham, otra semilla. Aquel contrato del Sir vinculante con Los Angeles Galaxy, además, incluía como cláusula la posibilidad de crear el día de mañana, con un costo de 25 millones de dólares, un equipo para la MLS, idea que se confirmó el año pasado atendiendo a las perspectivas del negocio. Se trata de un club afincado en Miami y que espera poder competir en 2016 o 2017. Para entonces, la idea es que el número de equipos de la MLS haya crecido. El inglés, por de pronto, ha acordado la fabricación de un estadio con unos 20.000 asientos.
El caso de Kaká es el más rimbombante por lo económico, pero el reclutamiento de David Villa es otro gancho para espectadores (el choque entre el Orlando City de Kaká y el New York City de Villa celebrado a última hora de ayer pretendía acoger a 60.000 personas), como lo serán Gerrard o Lampard. Ambos ingleses emigrarán la próxima campaña a la MLS, donde también se fajan reconocidos como Keane, Giovinco, Altidore, Martins, o se especula con el desembarco de otros reclamos como Casillas o Balotelli. Personajes con los que se persigue, además de atención, perfeccionar el juego, elevar el nivel del soccer, aplicar esa receta de Disney para propiciar el visionado, la repetición del visionado y el fomento del mismo.
En el marco del crecimiento (según Forbes, 10 de los 15 futbolistas mejor pagados de América están la MLS -ocupa los seis primeros puestos del ranking-, 4 en Brasil y uno en México) nace la controversia, la tan manida confrontación histórica entre ricos y pobres. El balón ha echado a rodar por los pelos. La MLS y el sindicato de jugadores alcanzaron un acuerdo de última hora para la fijación de un sueldo mínimo de 60.000 dólares antes de que se instalase la huelga. El negocio sigue multiplicándose. “Si fuera el rey, los futbolistas irían con cámaras GoPro y haría lo posible por enganchar a los jóvenes”, reza el Comisionado de la MLS, Don Garber. Disney también. Crece el show. La MLS es el nuevo Dorado del fútbol. Por ende, amenaza para la jerarquía europea.