Bilbao - La cuadrilla de Ekaitz Saralegi no le había dicho nada de lo que iba a venir a continuación. Antes de saltar a la cancha, cuando la hora marcaba ya la cita para el descorche del último partido del amezketarra, justo antes de salir a calentar, uno de sus amigos le dijo que esperara. Que todavía no fuera al verde, a su hábitat. Tuvo que hacerlo. Solo. Era el principio del fin de la carrera de Saralegi en la mano profesional, que despidió el domingo en el frontón Larrunari a un artista de los pies a la cabeza. “Poniéndome los tacos estuve bien. Como siempre. Estuve charlatán y vacilando. Fue un poco raro que viniera tanta gente a saludarme”, cuenta el exdelantero de Asegarce. Salieron todos a la cancha. Y a Ekaitz le dieron la orden de esperar. “Fue todo una sorpresa”, manifiesta. Después, salió. Le esperaba un paseíllo y un aurresku de honor mientras el público paladeaba que se acababan catorce años en la élite de uno de sus hijos predilectos y pugnaba por frenar el grifo de los ojos. “Nunca había visto el frontón de Amezketa así. Estaba todo el mundo con la lagrimilla”, analiza el exmanista, quien afirma que “no lloré. Me mantuve, más o menos. Miraba al suelo, miraba hacia arriba y no miraba a la gente, porque andaban con la lágrima justo justo. Tampoco hubiera pasado nada si se me hubiera caído alguna”.
“Fue uno de los días más especiales de mi vida en la pelota, por supuesto. Ha habido momentos buenos, en los que he jugado a pelota con mucha gente, pero lo del domingo en Amezketa fue distinto. Es algo que no se me va a olvidar nunca. Todo salió bien y era lo que importaba”, explica el pelotari guipuzcoano. El Larrunari se llenó hasta la bandera y el resultado era lo de menos. Vestidos de blanco se enfrentaron él y Aritz Begino con Jokin Altuna, pelotari cedido por Aspe para el encuentro por compartir ADN amezketarra con Saralegi, al que considera uno de sus “ídolos”, y el vizcaino Mikel Larunbe. 22-21. Una fiesta. Un día para recordar.
Como aquella semifinal del Cuatro y Medio que jugó Ekaitz contra Aimar Olaizola en el Labrit de Iruñea en 2013. Ganó el goizuetarra por 22-18 in extremis y después se llevó la txapela. “Quizás el partido del domingo se pueda comparar con la semifinal que jugué aquel día, que me tiraron txapelas y la gente acabó de pie aplaudiendo. Pero lo del homenaje... Todo el mundo se puso de pie. Cuando iba a hacer el último saque, con 21 iguales, iba temblando. El público del frontón empezó a hacer la ola y fue muy emocionante”. Aunque confiesa que su mejor momento competitivo fue entonces.
“En catorce años siempre hay momentos bonitos. La primera semifinal de Aimar ha sido la última vez que he jugado con tanta gente, entre ella mucha de mi pueblo. Fue un torneo en el que se movilizaron. Esos días han sido los mejores para mí. Me quedo con esa semifinal o ese torneo”. Saborea el guipuzcoano las mieles del cariño y de un futuro que cambia: “No he traído txapelas al pueblo, pero sí que he tenido el cariño de la gente. Muchas veces eso anima más que los títulos”. Asimismo, agrega que “igual me han faltado las txapelas. Como pelotari, la zurda a bote, el golpe... Pero pensar en eso no vale ya para nada. He tenido lesiones y no hay que pensar en lo malo. Esto es deporte y pasas malos momentos. Es ley de vida”.
El delantero se enteró de que Asegarce no le renovaba en los Carnavales de Tolosa, tras jugar un encuentro, cuestión que llamó la atención siendo cabeza de serie del Cuatro y Medio y semifinalista del mismo. “Son cosas que pasan. A mí también me duele mucho, pero fue decisión de la empresa y no tengo nada más que decir. Me apena, pero es lo que pensaron y punto”, manifiesta Ekaitz, quien confirma que “los últimos ocho cursos los he pasado en la cuerda floja. Te renuevan cada año y en ese año tienes que demostrar. Si es malo, sabes que en febrero te vas a ir a la calle. Intentas estar a tope, pero es difícil. Algo habré hecho bien para estar catorce, pero es duro estar todos los años igual”.
Ahora, aunque Saralegi deje el profesionalismo, seguirá ligado al deporte de modo aficionado. “Jugaré algo a pelota con la goxua y los amigos y me dedicaré a practicar otros, como el ciclismo, que me gusta mucho”, sostiene y añade que “toca cambiar el chip”.