Vitoria - A menudo pasan desapercibidas y caen en el anonimato al practicar un deporte minoritario y de poca tradición en Vitoria que no mueve a las masas, pero eso no les resta ni un ápice de mérito y su constancia merece ser resaltada. El Proyem Gasteiz, principal referente del tenis de mesa, forma parte de ese nutrido ramillete de clubes enclavados en la capital alavesa que son ejemplo de la humildad bien llevada y sobreviven con escuálidas ayudas exteriores. Fundado en 1989 -cumplió el año pasado las bodas de plata-, vive hoy en día los momentos más dulces de su historia. No en vano, compite a buen nivel en la División de Plata Nacional (segunda categoría a nivel estatal), en la que marcha quinto (ocho victorias y seis derrotas) y todavía no observa como algo imposible el play off de ascenso hacia la cúspide de la modalidad.

El Gasteiz no vive sólo del primer equipo semi-profesional, sino que posee una estructura de cantera con una centena de jugadoras y con un presupuesto de 25.000 euros. De ellos, algo más de la cuarta parte va destinado a los gastos derivados de su conjunto de más fuste, obligado a afrontar desplazamientos a lugares como Ripollet, Zaragoza, Narón, Santiago, Oroso, Pontevedra y Valladolid. Respaldado económicamente por Proyem, una empresa de protección y embalaje afincada en Jundiz que cubre la mayor parte del montante que implican los viajes, las dietas y otros gastos, está dirigido por Rubén Martínez y cuenta con cinco palistas.

Tres de ellas son vitorianas (Montserrat Martín, Sarai Delgado y Beatriz Martín), otra también podría considerarse así aunque sea brasileña de nacimiento (Sarah Ribeiro), mientras que la estrella es Erzsi Batorfi, una veterana húngara de 45 años y residente en Irún que ha sido reclutada para esta temporada como un fichaje de relumbrón. Con la vitola de campeona de la liga europea ETTU en 2001, con diez años de experiencia en el equipo de la localidad guipuzcoana al más alto nivel y como mujer del actual seleccionador magiar de tenis de mesa, es la única profesional de un equipo que entrena y compite en el Polideportivo Arriaga. “El tenis de mesa es mi vida. Jugaré hasta que pueda”, desvela a este periódico.

Tras sellar la permanencia el año pasado, el Proyem Gasteiz participa por cuarta vez en su historia en la División de Plata Nacional. Merced a una buena gestión y el trabajo en la sombra de sus dirigentes, cada vez más esforzados en la captación de jugadoras locales, se ha asentado en una categoría donde los presupuestos de los rivales son sensiblemente superiores. “Nos gustaría estar más arriba, pero es el sitio donde tenemos que estar. Si ascendemos a la Superdivisión, sería duro porque habría que hacer fichajes y aumentar el presupuesto. Mejor paso a paso”, valora Rubén, consciente de la dificultad que entraña crecer con unas jóvenes que compaginan sus estudios o el mercado laboral con el deporte y que incluso deben poner dinero de su bolsillo para tomar parte en diferentes torneos.

Todas ellas tienen un denominador común: el fervor por un deporte que requiere a partes iguales una depurada técnica individual y una notable condición física. Como en cualquier otra modalidad, los éxitos no llegan por arte de magia y la única receta para ganar partidos es el sacrificio. “En el caso de las chicas de Vitoria lo tenemos más como hobby. Si quisiéramos ganarnos la vida con esto, tendríamos que meternos en un Centro de Alto Rendimiento y eso no es posible porque nuestra vida, el trabajo y los estudios están aquí”, razona Montse Martín.

Sarai Delgado, una ingeniera informática a la que le picó el gusanillo jugando de pequeña a las ruletas y perfeccionó su juego en los cursos puestos en marcha en su día por el Ayuntamiento, explica que el tenis de mesa “es una forma de llevar una vida saludable, de viajar y de crear amistades”, si bien también es realista. “A mis 25 años, no creo que tenga posibilidades de dedicarme a ello profesionalmente”. En términos similares se expresa la benjamina del grupo, Beatriz Martín, que ni siquiera ha alcanzado la mayoría de edad y a sus 16 primaveras cree que posee mucho margen de mejora. “Dudo que pueda ganarme la vida con el tenis de mesa en un futuro porque, para ello, hay que ser muy buena. En mi caso, me enseña valores como el trabajo constante”, resalta la joven, que también hace hincapié en la “exigencia mental” que implica el tenis de mesa.

En cada jornada, tres de ellas disputan dos partidos -cada uno al mejor de cinco sets- que se juegan a once puntos. Si se produce la igualada a tres victorias, se celebra un doble para dilucidar el ganador. En función de la disponibilidad de las palistas y de las características del rival, Rubén Martínez escoge a las más adecuadas. Cierra el quinteto Sarah Ribeiro, que no puede integrar todas las convocatorias, ya que el trabajo en la empresa de sus padres coincide con la celebración de los partidos. “Mi nivel ha bajado y mis compañeras están más involucradas que yo”, admite la joven de Sao Paulo que, pese a añorar “el entorno” de su país natal, está “encantada” en una ciudad “tan acogedora” como Vitoria.