“Ha sido fácil y rápido”, asegura Samuel Sánchez al otro lado del teléfono. Se refiere a la ampliación de su contrato con el conjunto americano, con el que se mantendrá un año más en la élite.
Tras varias semanas de incógnitas, por fin se desveló su futuro. ¿Fue una liberación para usted?
-El año pasado, sí. Este no. La del año pasado era una situación mucho más complicada. Este año era yo el que tenía en su mano la decisión de seguir o no seguir. Al final era una cuestión de tener ganas o no.
Entiendo entonces que tiene ganas. Pero... ¿siempre ha tenido claro que quería seguir?
-Yo lo que tenía claro es que si seguía compitiendo sería en el BMC. Al final hemos llegado a un acuerdo de manera rápida. El equipo se ha portado muy bien conmigo. Fui yo el que rechacé la oferta que me hicieron a mitad del año pasado. Hace poco retomamos las conversaciones y han hecho un esfuerzo muy importante para contar conmigo de nuevo. Las ganas de correr solo se me despertaban con el BMC. He rechazado muchas ofertas. No soy un ciclista al que le gusta cambiar de filosofía. Estaba ya adaptado al funcionamiento del equipo. A los compañeros, staff, directores...
Dice que rechazó la primera oferta. ¿Tenía miedo de darle el visto bueno y luego no tener ganas de continuar?
-No era miedo a seguir o no. No hay que tener miedo nunca. Cuando un deportista de élite acaba su carrera, lo bonito es hacerlo cuando él quiere. Es cerrar un ciclo. Entonces no hay que tener miedo.
Nada más renovar dejó claro que es su equipo el BMC y quiere seguir ahí.
-Cuando llegué el viernes a la concentración, muchos de los ciclistas no lo sabían. Llegué por la mañana y el comunicado se hizo por la tarde. Me recibieron con mucho cariño. Me dieron muchos abrazos y vi que la gente estaba muy ilusionada con mi regreso. Parecía que había llegado la novia de alguno al hotel de concentración después de estar varios meses sin verse (se ríe). Cuando te reciben así, compruebas que la gente te quiere y que encajas en el equipo.
Eso es que algo bueno haría el año pasado.
-Sí... (se ríe).
Comenta que no le gusta mucho cambiar de equipo. En su vida hay dos: Euskaltel Euskadi y BMC. ¿Fue traumático cambiar de formación tras una vida entera de naranja?
-Fue un trauma la manera en la que cerró el equipo. Mi salida fue complicada, como también lo fue llegar a un acuerdo. Pero luego he encontrado el mejor acomodo posible en el BMC, uno de los mejores si no el mejor equipo del mundo
¿Qué le convenció para fichar por el conjunto estadounidense ?
-Desde el momento en el que tuve la oferta del BMC sabía que si la aceptaba llegaría a un club con una filosofía totalmente diferente, con compañeros de todo el mundo, que me permitiría aprender idiomas y en el que me vería obligado a ver el ciclismo de otra manera. Eso también implicaría aceptar distintos roles. Pero fue un reto y una motivación. La vida es una sucesión de acontecimientos y ese era uno que no podía dejar escapar porque me iba a servir para seguir formándome como persona.
Me imagino que estará en ello; si no, no habría vuelto.
-Siempre he tenido claro que si seguía corriendo sería en el BMC y es por eso. Aquí estoy muy contento. En el momento en el que me volvieron a llamar, aquí estoy.
Se le ve contento en el equipo.
-La experiencia está siendo muy positiva y me he adaptado muy rápido. Eso es lo que más me ha gustado. A medida que iba pasando la temporada me iba entendiendo mucho mejor con los compañeros, directores... con todos. En Euskaltel teníamos una disciplina muy buena, muy marcada y es algo que he trasladado a este equipo. Creo que los directores han valorado la profesionalidad con la que yo trabajo. Eso es también por lo que me quieren en el equipo, para enseñar a los jóvenes a desarrollar esta profesión de la mejor manera posible. El ciclismo no es solo dar pedales, lo que no se ve desde fuera es tanto o más importante que ganar carreras.
¿Qué le ha sorprendido?
-La estructura y los medios que tienen. Al ciclista le cuidan de una manera increíble. Eso hace que rindas mejor y que estés tranquilo, pues sabes que no te va a faltar nada. Además, la manera de trabajar también es algo que me gustaría destacar. Es muy bonito convivir con corredores de distintas partes del mundo y ver cómo vive cada uno de ellos el ciclismo.
Para alguien como usted que llegaba de un equipo tan especial como Euskaltel, convivir con ciclistas de distintas partes del mundo debe ser lo más chocante.
-Sí, puede ser. Euskaltel es el equipo donde nací, me formé y el que me permitió llegar a ser lo que soy en el ciclismo. Siempre ha sido un equipo especial, diferente y todos los que estábamos allí éramos como hermanos. Vivíamos el ciclismo de una manera muy intensa, trabajando todos a una y haciendo las cosas lo mejor que podíamos. Pero al final la vida tiene cambios y todos hemos intentado buscar la mejor salida posible en una situación y una tesitura tan complicada como es la actual, con una crisis que está afectando mucho al mundo del ciclismo.
¿Supone un gran cambio dar un salto así?
-Al final el ciclista tiene que cuidarse y entrenar. Las carreras son las mismas. Lo que te cambia es el maillot y lo que no se ve, lo que hay detrás: la forma de organizarse, los hoteles, los entrenamientos... En el ciclismo está todo inventado, hay que dar pedales para mover la bicicleta.
El próximo 5 de febrero cumplirá 37 años. ¿Hasta cuándo le durará la gasolina?
-La gasolina está en la cabeza. Si uno tiene ganas de entrenar y de hacer las cosas bien, la gasolina tarda mucho en acabarse. Tenemos los ejemplos de Voigt o de Horner. Está claro que no tienes la frescura de un chaval de 24 o 25 años, pero la experiencia es un grado y hacerla valer a veces es mucho mejor que la juventud.
Lo que no podrá es hacer planes sobre la bici a largo plazo.
-Hombre... con mi edad hay que ir pensando mucho más en el día a día. Se enfoca todo con más serenidad y tranquilidad y afrontas cada carrera como si fuese la última.
Ha comentado que ahora le toca enseñar a los jóvenes. ¿Le gusta ese rol?
-Por supuesto. Es bonito que un corredor joven pueda aprender de ti. Estoy con un chaval de 22 años en la habitación y se fija en todo lo que hago. Dejar tu legado en el pelotón y que un ciclista cuando gane carreras y le pregunten quién le ha enseñado, que diga tu nombre es bonito. Yo siempre he dicho que aprendí mucho de Ramontxu y a él cada vez que suena su nombre le gusta ver que su legado sigue ahí.
En lo que a su condición física se refiere, ha asegurado estos días que no está bien, que le quedan muchos entrenamientos.
-He de reconocer que todavía me queda mucho trabajo por hacer. Ahora voy a Australia doce días a entrenar. Allí es verano y espero entrenar bien y ponerme a punto pronto. Quiero buscar continuidad, porque ahora en casa es muy difícil entrenar.
Ha sido una preparación distinta a la de otros años, entiendo.
-Sí. Como tenía esa pequeña indecisión, la motivación ha sido distinta y te cuesta más. Ha sido más light que en temporadas anteriores. Aunque he podido hacer ciclocross, que es algo que siempre me ha gustado. Pero para los que hacemos carretera, lo importante es meter horas, hacer series y tener una regularidad.
¿Han hablado ya de cuál su rol en el equipo?
-Aún no, es muy pronto. El equipo sabe cómo funcioné el año pasado y me imagino que será algo parecido. Aporté toda mi experiencia y mi sabiduría. Los tiros irán por ahí.
¿Qué valoración hace de la temporada pasada en el plano deportivo?
-Muy buena. Hice muy buenas carreras. Si no sirves para ganar, al menos ayuda a ganar. Y yo creo que he sido bastante clave en victorias de mis compañeros. Luego cuando me han exigido estar adelante también lo he estado. Me pidieron que estuviera entre los diez primeros en la Vuelta y así fue; luego, en Lombardía, también en los puestos de cabeza para lograr puntos World Tour y estar lo más arriba posible en la clasificación.
¿Le costó cambiar el chip de ser el líder a tener que asumir otro rol?
-No, para nada. Ha sido una experiencia gratificante. Tener la experiencia de saber estar ahí arriba sirve para aquellos que no saben lo que es eso.