Playa de Palma - De pronto, un alivio, una liberación. “Ya está, ya hemos ganado”, se congratula Javier Etxarri, mano derecha de Jon Odriozola en Murias Taldea, mientras resopla, como quitándose una pesada losa de encima. Es el peso de la responsabilidad, de una aventura hacia lo desconocido en la que se aventuró a finales del pasado mes de octubre. Junto a él, Odriozola, un lobo en esto del ciclismo, ambicioso como el que más, le responde: “Este es nuestro primer triunfo”. Sonríe el de Oñati. Son las doce menos dos minutos de la mañana y con el pistoletazo de salida de la Challenge de Mallorca el equipo Murias se estrena oficialmente en el calendario UCI. Esa es la victoria a la que se refieren ambos, también Patxi Mundiñano, uno de los mecánicos, que les acompaña en el coche, de color verde. Verde esperanza. A las palabras les acompañan varios gestos sinceros, espontáneos. Las manos de los tres se funden en un tierno apretón. No hay lugar para abrazos, el espacio del vehículo, limitado, lo impide. Solo faltan las lágrimas en un momento tan emotivo. Esas quedarán para el futuro, para el primer triunfo en una línea de meta; que será el segundo, pues lo de ayer ya es ganar. Salir ya es toda una victoria.

Acompañar al equipo en esa primera andadura en el pelotón profesional es, para quien suscribe estas líneas, un orgullo. Uno no puede tener más que palabras de agradecimiento hacia un equipo que aspira a ocupar ese hueco que dejó Euskaltel. Un vacío para los amantes del ciclismo. La serenidad de Egoitz García; la concentración de Beñat Txoperena; la eterna sonrisa de Aritz Bagües y la inquietud de Gari Bravo, contagian a cualquiera, por supuesto, también a los debutantes: Ion Ander Insausti, Eneko Lizarralde, Unai Intziarte y el vitoriano Imanol Estévez. Los ocho lucieron ayer por primera vez el maillot de Murias en carrera. Hoy lo hará Mikel Bizkarra, que ayer tuvo descanso. Nueve historias distintas que comparten un mismo sueño, el de Odriozola, estar en la Vuelta al País Vasco, para lo que lucharán con todas sus fuerzas a pesar de las pocas ganas que parecen tener algunos porque ese deseo se cumpla.

Los primeros kilómetros de la etapa transcurren con total normalidad, una calma tensa que poco hace presagiar lo que sucederá a 50 kilómetros de meta. “Pero aquí no te puedes relajar”, asegura Patxi, sentado en la parte trasera del coche, detrás del copiloto. Mientras la alargada fila de coches va sirviendo de apoyo a los corredores que durante la prueba paran para hacer sus necesidades o realizar pequeños ajustes en las bicis, con el objetivo de que regresen al pelotón lo más rápido posible, por la radio de la carrera, una voz entrecortada informa de lo siguiente: “Primer paso por la meta volante (...) Lizarralde, Murias, tercero”. Una grata sorpresa, muy grata, sobre todo por lo inesperado de la misma. No hay premio físico, pero sí psicológico.

La noticia no va más allá, ni tan siquiera alcanza para que sus aitas, su hermano y su novia, llegados desde la localidad de Bergara para seguir su debut, se percaten de la misma. Ni el propio corredor, entre asombros, fue consciente de ello hasta pasados unos cuantos minutos del final de la prueba, ya en el hotel de concentración.

UNA LECCIÓN Solo el viento inquieta a los corredores en los primeros 100 kilómetros. “Pero esto se moverá enseguida”, vaticina Jon Odriozola, que atiende a dos emisoras en directo mientras radio vuelta trae noticias frescas: “Movistar encabeza el pelotón, que se rompe en dos”. Los tan temidos abanicos... “Esto está bien para que aprendan”, expone Patxi mientras la interminable fila de coches va superando a un sinfín de corredores; entre los cortados, cuatro Murias, sorprendidos por el arreón del conjunto de Eusebio Unzue. En cabeza de carrera, otros cuatro, entre ellos Insausti, debutante en una prueba en la que también está su primo Ion Izagirre. Su premio, además de ser el primer corredor del conjunto vasco en línea de meta, fue quedar por delante del de Ormaiztegi. Sonreía por ello el de Mutiloa. “Una anécdota, nada importante”. Su vigésimo octavo lugar en meta, justo por delante de Egoitz García y la trigésimo primera posición de Eneko Lizarralde ayudaron a que Murias fuese quinto en la general por equipos de la etapa. Cerca del triunfo, el ambicioso objetivo por el que Odriozola había animado a sus pupilos a pelear en su estreno. Un secreto guardado con llave desde la concentración de Benidorm dos semanas atrás y que no hizo público hasta la pancarta de veinte kilómetros a meta, cuando la emoción por ver tan cerca el objetivo le desbordaba y resultaba imposible ocultar algo semejante. Un pelín más retrasado llegó Aritz Bagües, el referente junto a Egoitz en la jornada de ayer.

No pudo ser, pero daba un poco igual. El primer triunfo había llegado unas cuantas horas antes. Ya habrá tiempo para lamentos, ahora toca disfrutar y aprender. Un mensaje que parece haber calado a fondo entre la plantilla de Murias Taldea. La emoción tras bajarse de la bicicleta, la alegría que contagia un grupo de chavales recién llegados o incluso la de aquellos que están volviendo a probar las mieles del profesionalismo, tiene el éxito asegurado. Solo falta que las piernas acompañen y... bueno... la suerte, como la que tuvieron los cuatro que marchaban en cabeza para evitar una dura caída a poco más de tres kilómetros para meta. Ayer libraron, pero seguro que morderán el asfalto en más de una ocasión. Es ley de ciclista. Eso, y el duro trabajo. La combinación de todo ello, el camino al éxito.