Vitoria - “Uf, qué tensión, la madre de Dios, qué tensión, qué sufrimiento, qué sufrimiento...”, liberó Josean Querejeta el pasado 7 de junio, pasadas las ocho y media de la tarde, tras consumar el Deportivo Alavés la permanencia en Segunda División después de un final de infarto en el estadio de la Nueva Victoria de Jaén. Un epílogo a la altura de una mala temporada que se solventó en los últimos nueve minutos cuando todo hacía presagiar que el club caminaría la siguiente temporada por el infierno de la Segunda B. Sin embargo todo cambió en ese corto espacio de tiempo, marcaron Juanma, Quiroga y Guzmán y El Glorioso consumó el milagro. Con el pitido final y la adrenalina desbocada asomó el Querejeta más humano que se recuerda en los últimos tiempos. La persona por encima del implacable ejecutivo y los sentimientos a flor de piel como pocas veces se le haya visto en público. Aquella inusual exposición de la que fueron testigos los micrófonos de Radio Vitoria representó quizá la liberación deportiva más destacada del año que se cierra. Un ejercicio salpicado nuevamente por la fiereza de la crisis que ha vuelto a cebarse con los dos proyectos que ahora mismo trata de mantener en equilibrio, el Laboral Kutxa y el Deportivo Alavés. Y un ejercicio, sobre todo, de tremendo desgaste profesional y personal que permiten aventurar la cercanía de un final de ciclo del que el propio afectado, de momento, no quiere oír hablar.
Lo que a continuación sucede es una relación cronológica de algunos de los incendios y satisfacciones que el directivo de Lazkao ha vivido en primera persona este 2014, probablemente el ejercicio más complejo en su dilatada carrera como gestor. Doce meses de sinsabores, disgustos y alguna alegría donde ha habido tiempo para establecer refundaciones, fichajes en el Paseo de Cervantes y Zurbano, destituciones, bombazos mediáticos como el de Lamar Odom, fracasos deportivos como el de Lamar Odom, situaciones enquistadas como el caso Hamilton -a punto de resolverse-, frustraciones, una enemistad declarada con el Athletic de Bilbao, problemas con EITB a cuenta de las retransmisiones en Euroliga, con la ikastola Olabide, efemérides como sus 25 años al frente de Baskonia, el 90 cumpleaños de Mendizorroza, el repunte de su afición, la desbandada, en cambio, del Buesa, la ansiada liquidación de la deuda del Alavés o la ampliación de capital lanzada con urgencia antes del verano en el Baskonia para apuntalar desde el plano económico un proyecto trufado aún de demasiadas dudas.
Odom y la refundación Fue el 18 de febrero cuando Querejeta sacudió el mercado europeo con un fichaje de campanillas como el de Lamar Odom, ex de los Lakers -dos anillos NBA en su palmarés-, para “refundar” una entidad entonces paralizada por una situación de “tristeza colectiva”. “Queremos volver a generar ilusión, volver a creer en el proyecto de nuestro equipo y esta es una primera medida. Iremos tomando otras en la próximas semanas y meses que nos van a llevar a una refundación del club, a un club nuevo, un club que se va a posicionar otra vez a alto nivel competitivo. Vamos a recuperar la competitividad y la ilusión que hemos tenido en los últimos años”, arengó el ejecutivo sin demasiada suerte. Tiempo después, apenas un mes más tarde, la realidad fue otra bien distinta. Fracasó el efecto Odom, continuó una política nefasta en la adquisición de jugadores con un porcentaje ínfimo de aciertos y una gran mayoría desechados por bajo rendimiento, y la tristeza continuó viva entre la afición, que paulatinamente ha ido dejando vacío el pabellón por mucho que las estadísticas oficiales del club se empeñen en maquillar las asistencias al Buesa.
Un banquillo eléctrico El baile de entrenadores emprendido meses atrás con Ivanovic o Tabak continuó en 2014 con Sergio Scariolo, Marco Crespi y, de momento, Ibon Navarro. Especialmente tensa fue la imagen ofrecida por el equipo de Scariolo en su segunda etapa en Vitoria, un periodo donde las excusas debido al perfil de sus jugadores siempre fueron interpretadas como una señal de debilidad jamás consentida por el baskonismo, que nunca se lo perdonó. Así que no fueron pocas las veces que la afición despachó al italiano con sonoras e históricas pitadas en un pabellón que asistía a decepcionantes derrotas antes rivales de mucha menor entidad. Entre tanto, y después de los numerosos mensajes encriptados que Scariolo enviaba a Querejeta desde la sala de prensa, éste fue cocinando su salida recostado en el sillón de su despacho, midiendo los tiempos para poner fin a una situación que acabó mal, con el asunto en los tribunales y alguna que otra descalificación pública. “Este año hemos sido campeones del mundo en excusas”, vino a decir el presidente.
Un Baskonia sin carácter En defensa de Scariolo convendría advertir también la disposición de una serie de jugadores que nunca dieron la talla. Alguno, incluso, firmados por el propio presidente como Walter Hodge, al que se decidió cortar, o Hamilton, un poste cuyo rendimiento nunca ha estado a la altura de su elevado caché. Por si fuera poco, el poste de Nueva York acumula a estas alturas del año más días lesionado que activo. El episodio más caliente con Hamilton se produjo después del verano, durante la presentación de la Supercopa en el Palacio Villasuso. Con una intencionalidad manifiesta, Querejeta dejó entrever la aplicación severa del código interno del club con el jugador por haberse saltado el plan de recuperación dispuesto para las vacaciones y regresar a Vitoria, encima, pasado de peso. Un toque de esa magnitud tuvo sus consecuencias. El agente del jugador, Quique Villalobos, negoció una rebaja de su sueldo.
Las lágrimas de Crespi Entre tanto, Marco Crespi trataba de plasmar su impronta en el nuevo proyecto. El club dejaba atrás la tristeza de Scariolo para dar paso a un nuevo equipo “más sólido y competitivo, un equipo que entienda la filosofía del club”, prometió Querejeta, que fio este destino a un carácter, quizá, demasiado extrovertido para el Baskonia como el de Crespi.
Y se americanizó la plantilla, arrancó la pretemporada, los amistosos en Mar de Plata, las lesiones y los malos resultados en competición oficial, que fueron colmando la paciencia del presidente. El detenonante de su salida se produjo tras la sonrojante derrota baskonistas en Las Palmas, donde el entrenador adujo aquello del “nos han faltado cojones”. Fue su sentencia de muerte, que se hizo oficial tres días después tras otra vergonzosa derrota ante el Estrella Roja. Ni cumplió si quiera el varesino los cien días en el cargo ni desde luego encajó bien la noticia. Testigos de aquel episodio reconocerían después a este diario haber presenciado en el vestuario lágrimas de impotencia “como nunca antes se había visto”, antes de reconocer la deriva hacia la que estaba dirigiéndose el club. “Cada vez tenemos menos gente que sepa de baloncesto”, esgrimieron entonces algunos popes del entorno del presidente. Ibon Navarro, que como ayudante del italiano probablemente ya olía la sangre antes de tiempo, asumió con éxito el control del vestuario, al menos hasta final de año. Cambió la cara del equipo, elevó la intensidad defensiva y coló al Baskonia en el Top 16. Recorrido de gran mérito para el vitoriano, a quien por cierto, el club nunca presentó de manera oficial como técnico del primer equipo.
Ampliación de capital cumplida Apenas unos días después de aquel episodio, concretamente el 17 de noviembre, la web baskonista anunciaba el final de la ampliación de capital impulsada meses atrás con un total de 448 accionistas que aportaron 878.100 euros, cifra que superó en un 46,3% el objetivo inicial marcado (600.000 euros).
Recursos atípicos de nuevo cuño aunque insuficientes para equilibrar un periodo distinto donde las distancias entre Baskonia y los clubes más poderosos cada vez es más holgada. En este mismo sentido, Josean Querejeta lleva ya un tiempo negociando el nuevo contrato de patrocinio con Laboral Kutxa -el actual, vigente desde 2009, concluye el próximo mes de julio y es sabido el deseo de continuar por parte de la entidad bancaria aunque con unas condiciones adecuadas a los nuevos tiempos- e incluso tentando a nuevos mecenas que engorden las cada vez más famélicas arcas baskonistas.
La copa en el aire Se cierra el año y la participación en la Copa del Rey pende de un hilo tan fino que resulta inevitable hablar de fracaso. Lo reconoce incluso el presidente, que llegado este extremo asistiría a un hecho insólito en la historia reciente del club. Desde 1997, el Baskonia siempre ha tomado parte en el torneo copero. Para hacerlo este año, deberá ganar tres de los cuatro partidos que le restan, empezando por el de esta noche en Zaragoza.
300 partidos en Euroliga Más allá de estos sinsabores también ha habido momentos para la satisfacción en el plano baskonista. Sin ir más lejos, el club celebró este año su partido número 300 en la Euroliga -es el segundo mejor registro después del F.C. Barcelona- y también fue el primero en alcanzar los 25.000 puntos desde que se instauró esta competición. En este mismo saco de satisfacciones tendrían cabida también los traspasos de Tibor Pleiss y Andrés Nocioni a Barça y Real Madrid, respectivamente, que dejaron pingües remanentes en Zurbano.
Zubillaga y el Ferrari de Natxo Salvo el milagro de Jaén, no ha sido 2014 tampoco un año de alegrías en la ‘oficina’ de Mendizorroza para el dirigente de Lazkao. Las limitaciones económicas en el gasto lastraron y retrasaron desde un primer momento la confección de una plantilla que fue mal concebida desde un principio y que se llevó dos entrenadores por delante, Natxo González y Juan Carlos Mandiá. Como quiera que los resultados llegaban con cuentagotas, la paciencia del alavesismo se agotó hasta solicitar la dimisión de Javier Zubillaga en más de una ocasión. La polémica con dos jugadores del filial como Vesga y Alday, que se negaron a renovar con el club y fueron castigados por ello -su entrenador entonces, José Manuel Mateo, incluso fue despedido por no acatar la orden del club- no hizo sino avivar los ánimos hacia la figura del controvertido secretario técnico, que en un momento dado abandonó la moqueta de su despacho para calzarse las notas y bajar al barro con Alberto como entrenador. En ese contexto de crispación, Querejeta siempre mantuvo su apoyo a Zubillaga aunque nunca públicamente. Esperó al final de temporada, con la salvación ya en la mano, para resolver con solemnidad: “Sin ninguna duda seguirá y lo habría hecho aún en el caso de descender; su trabajo en el club está por encima de algunos resultados”. También aquella lejana tarde del 7 de junio sirvió al máximo responsable del Alavés para limar alguna vieja cuenta con Natxo González, al que había destituido unos meses antes. “La conclusión final es que el Ferrari no era aún malo; era lo suficientemente bueno y quizá necesitaba un serie de reglajes que al principio de la temporada no tenía”, deslizó con calculada ironía.
90 cumpleaños de Mendizorroza En medio de la marejada con el Athletic a cuenta de la cantera -el Alaves decidió romper las relaciones con el club bilbaíno aunque luego, curiosamente, las retomó para venderle a Borja Viguera por un millón de euros- y en medio de la absurda polémica con la Ikastola Olabide, que a finales de año decidió convertirse en club convenido del conjunto vizcaíno en lugar de hacerlo del Deportivo Alaves (la oferta económica era diez veces superior), Querejeta pudo celebrar el 90 aniversario de la construcción de Mendizorroza y asistir después de muchos años a la presencia de dos canteranos como Einar Galilea y Sergio Llamas en el primer equipo del club.