Francisco Marín tiene 61 años. Y le llaman Novato. Es la única persona conocida en el mundo que escala a su nivel con esa edad. Ha compartido paredes con amigos, luego con los hijos de sus amigos y, ahora, con sus nietos. Y hasta los nuevos adolescentes le siguen llamando Novato. Él sonríe. Qué remedio. Le pusieron el mote cuando comenzó en el mundo de la escalada con 15 primaveras y no se lo ha conseguido quitar. Tampoco quiere. Es su nombre en la montaña. “En aquellos tiempos nadie empezaba a escalar tan jovencillo, de ahí el apodo. Hice un cursillo para el que tuve que falsificar la firma de mi padre y a partir de ahí ya no paré”, recuerda. Mucho ha llovido desde entonces, pero sus ganas de probar rutas nuevas siguen intactas. De hecho, en 2012 consiguió encadenar Géminis, una vía 8b+ en la localidad oscense de Rodellar; su próximo reto es un 8c y tiene en mente alcanzar el grado de 9a antes de cumplir los 70 años.
Novato no es un abuelo cualquiera. Se escuda en que “la escalada es un deporte de viejos porque puedes practicarla hasta los 80 o 90”, pero lo cierto es que la droga de la montaña se le ha incrustado en la sangre y amenaza con seguir en ella “hasta que me muera”. Sin querer entrar en el mundo de la competición, el escalador fue acumulando experiencia sin pena ni gloria, con la escalada como hobbie. Sin embargo, cuando su tarta acumuló 50 velas, Novato comenzó a tomarse este deporte más en serio. La afición pasó a obsesión y ahora solo piensa en acumular vías. A tanto llegó su pasión por la escalada, que Novato consiguió que su hijo Eduardo quedará también embriagado por la montaña para convertirse en uno de los mejores y más reconocidos escaladores de la actualidad.
Ambos acostumbran a practicar juntos, pero que su hijo se decidiera por el mundo de la competición provocó que muchos de sus objetivos fueran distintos. A pesar de ello, Novato se define como “el mayor seguidor” de Eduardo mientras disfruta de otro tipo de escalada.
“Cada día me siento más fuerte porque me conozco mucho mejor a mí mismo, a los demás, y a la montaña”, explica el experimentado escalador. Es curioso que, a medida que su cuerpo envejece, las aptitudes de Novato mejoran. “Solo pienso en recuperarme del día anterior para volver a escalar”, bromea. Y, mientras, progresa cada año, afronta nuevos retos, los supera y se pone un techo que muy pocos escaladores, mucho más jóvenes y fuertes que él, consiguen tocar: una vía de grado 9a.
Para ello, Novato se esfuerza como ninguno. Entrena cinco días a la semana, todas las horas que le permite su trabajo: “Como soy autónomo me jubilaré a los 65 y, entonces, podré pensar tan solo en la escalada”. Por el momento, se contenta con lo que tiene, que no es poco, aunque reconoce que su obsesión por este deporte le aleja de la rutina cotidiana de la gente de su edad: “Sé que me pierdo muchas cosas de la vida pero a mi edad he practicado muchos deportes y he vivido lo que tenía que vivir. Ahora solo quiero escalar”, reconoce. La historia de Francisco Marín pudo verse el pasado miércoles en su película Novato en el Mendi Film celebrado en Bilbao que llega hoy a su fin.