bilbao - Miró ayer al despertarse la ristra de txapelas que tiene y Juan Martínez de Irujo se sintió orgulloso: por él, por su familia y por sus amigos. El domingo consiguió la Triple Corona en un año por segunda vez y ha hecho historia, pero eso no le obsesiona. Lo más importante era llegar a 22 y llevarse el entorchado del Cuatro y Medio para su casa. Aimar Olaizola quedó varado en el cartón 17.
¿Se ha despertado o aún sigue soñando?
-Seguimos celebrándolo.
¿Sí?
-Ha sido una txapela que me ha hecho mucha ilusión y, tras el encuentro, lo festejamos por todo lo alto y hoy -por ayer- lo estamos celebrando con los amigos, disfrutando de la victoria. Lo pasamos de maravilla en la fiesta. Se hizo tarde, pero te levantas temprano con ganas de estar con tu gente y continuar disfrutando de la txapela.
¿Con qué sensación se levanta uno después de alzarse con el entorchado del Cuatro y Medio?
-Como otras veces. Te levantas feliz y contento y con ganas de despertarte. Se hizo tarde, pero sigues queriendo estar con tu gente, celebrándolo. Por suerte tenemos una comida buena y podemos celebrarlo con los nuestros.
¿Es consciente de que ha marcado un hito en la historia al alzarse con su segunda Triple Corona en un año?
-Eso es lo que me contáis los periodistas. Quizás le dais más importancia que yo. Yo me quedo satisfecho con la txapela que he ganado del Cuatro y Medio. Con eso me quedo. Lo demás, ganado está. Tienes que pensar en el presente y en el futuro.
Le vuelvo a preguntar, como en los días previos a la final del Cuatro y Medio, si la Triple Corona significa algo o no.
-Es bonito. Que te digan que eres el único pelotari en la historia que has hecho dos tripletes en un año es importante. Es algo que ahí está. A eso le daré más importancia cuando me retire. Ahora mismo, yo le doy más importancia al presente. He ganado el Cuatro y Medio, lo estoy disfrutando y celebrando como nadie y con eso me quedo.
¿Festejo a la altura de la gesta conseguida?
-Por supuesto. Nos juntamos alrededor de ochenta personas a cenar en La Runa. Nos lo pasamos muy bien, cenamos de maravilla, hubo mariachis, hubo chistes, se hizo largo y salimos a tomar unas copas. Te vas a dormir a gusto después de todo el cansancio, pero te despiertas también muy contento por todo lo conseguido.
¿Parecida a la txapela de 2006 o distinta?
-La mejor txapela es la que está por disputar. Yo por suerte he ganado trece y esta se puede decir que es la mejor, porque es la que estoy viviendo en estos momentos. Seguro que la catorce será mejor que la trece si tengo la suerte de ganarla. Para eso vamos a entrenar a diario y vamos a pelear. Los de casa saben lo que cuesta ganar, el sacrificio que me supone ir a entrenar todos los días y machacar a tope. La disfrutamos como si fuera la primera o la última.
Al final, uno no puede conformarse, pase lo que pase.
-No, no, no. Soy el único pelotari que ha conseguido dos veces en un año la Triple Corona, pero eso no me da de comer. Al final, yo vivo del presente y del futuro. Estoy a gusto, comiendo de maravilla con mis amigos y mañana -por hoy- empezaremos a entrenar a tope de cara al Parejas.
En 2006 completó la misma gesta que en 2014, la Triple Corona, si el Irujo de entonces se enfrentara al Irujo de ahora, ¿quién ganaría?
-Creo que ganaría el de ahora. En 2006 era más joven, tenía más vitalidad, podía con todo; pero el de ahora sabe estar más en el frontón. Pasan los años y ganas experiencia, lo que te da el estar día a día en el frontón. Además, yo en 2006, con 25 años, estaba sin familia; ahora tengo familia y la vida se ve de otra manera.
¿Considera entonces que ha mejorado?
-Sí, en todo. Pero lo mismo pasa a todos en todas las profesiones. El día a día nos hace mejores. Por suerte, tengo un entorno espectacular. No me puedo quejar. Si no tuviera este entorno, no ganaría las txapelas. El día a día te hace mejor. Yo me quedo con que en 2006 gané las tres txapelas, hace ocho años; y que en 2014 he vuelto a ganarlas. Eso es señal de que el trabajo diario funciona y que sigo ahí en la cresta de la ola. Estoy haciendo las cosas bien.
Lo difícil no es llegar, es mantenerse, dicen.
-No. Lo difícil es llegar. La competencia que hay día a día en la pelota es terrible, todo el mundo juega un montón y si tengo la suerte de ganar, soy un privilegiado, porque puedo disfrutar de ello. Me quedo con estos dos años en los que he jugado seis finales consecutivas. Eso está al alcance de pocos y solo lo ven los que están conmigo en el día a día, que son los que me ven cuidarme, entrenar y cómo lo he pasado con la izquierda este año. Entre todos, no solo yo, hemos sabido darle la vuelta a la tortilla.
Hubo una cosa que me llamó la atención de la rueda de prensa posterior a la final del domingo en Bilbao, en la que dijo que tuvo miedo a ganar. Siendo un pelotari con trece txapelas, ¿cómo es posible?
-Uno no se acostumbra a ganar. Nunca. Yo quería ganar esta txapela sí o sí. Iba 20-11 y si el marcador hubiera estado más apretado hubiera sido otra cosa. Quería llegar a 22 como fuera. De hecho, los saques del 20 y del 21 fueron los peores que hice. Ni le di velocidad ni dirección. Ahí le di vida a Aimar. Lo aprovechó como él sabe, como lo gran pelotari que es. Si hubiera acabado el partido 22-10 también hubiera sido normal.
¿Cuanto más ambición, menos se acostumbra uno a ganar?
-Por supuesto. Tengo la suerte de haber jugado 20 finales, lo llevo bien en el día a día, pero luego en el frontón no sé controlarlo. No sabes cómo estar. Lo que me pasó, no me había sucedido nunca. Igual el miedo a perder es por el hambre que se tiene, pero uno tampoco se cansa de ganar.
¿Por qué fue ese ‘miedo’?
-Más que nada por el marcador. Quería ganar sí o sí, pero estoy hablando de esta final como si fuera la del Parejas de 2015 que juego con mi compañero, vamos ganando 20-10 y quiero acabar.
¿Dónde estuvo la clave de la txapela?
-En la velocidad que le di a la pelota. Se dice que Aimar hizo muchos errores, yo también; pero los errores de Aimar se los provoqué yo al darle velocidad a la pelota buscándole los pies. En la final di velocidad al cuero, calculé más o menos a un metro de la chapa para darle velocidad y que se le montara la pelota.
¿Hasta el 20-10 en el marcador fue el guion perfecto?
-No, porque fallé muchas. Yo también hice regalos y a Aimar le metí en el partido con ellos. Le di vida. Así son las disputas individuales, el que tiene el saque tiene ventaja y traté de hacer el tanto cuando tuve ocasión. Yo estuve metido en el partido todo el rato y supe estar en todas las circunstancias.
Lo que queda claro es que ya tiene puesto el ojo en la siguiente: el Parejas.
-La suerte que tengo yo es que puedo estar ahí, pero el cuerpo también pide auxilio. Necesito unas vacaciones, porque este año me dice la gente que he tenido vacaciones y, es mentira, he estado de baja. La cabeza pide desconexión y pide fiesta. Yo sé cómo soy y no por eso el siguiente fin de semana que empieza el Parejas no voy a jugar a tope con el compañero que me toque. Estaré implicado al cien por cien y buscaré hacer pareja con el que me pongan. Sumar, al fin y al cabo.
Sobre eso no hay juicio.
-No lo hay, pero la cabeza pide oxígeno. Les digo a todos lo mismo, hay que desconectar. Yo vivo de lo que me gusta, y la pelota es lo que más me gusta, pero el cuerpo pide diez días para desconectar un poco.
¿Dónde guardará esta txapela?
-Con todas. Todas son especiales. Te levantas, ves todas las que has conseguido hasta ahora y enseguida buscas hueco para una nueva. La pones al lado, las miras y dices: “¡Hostia!”. Estoy orgulloso por mí mismo, pero no solo por mí, sino por todos los de mi alrededor, tanto mi familia como mis amigos.