vitoria - Para un contador de historias como él, tener la posibilidad de conocer, charlar, discutir e incluso desnudar sin límites la personalidad de personajes excepcionales como Rafa Nadal u Oscar Pistorius viene a ser una especie de “regalo de los dioses que uno no sabe muy bien cómo encajar”, un bombón deportivo, mediático y editorial que rara vez se suele repetir con tanta frecuencia. El caso del periodista John Carlin (Londres, 1956) es una de esas excepciones que suelen confirmar la norma. Firmó en agosto del año 2008 El factor humano, un sensacional retrato político, sociológico y deportivo sobre la increíble figura de Nelson Mandela, el que fuera presidente de Sudáfrica y al que conoció en su etapa como corresponsal entre 1994 y 1999. Del liderazgo “irrepetible” que descubrió en Mandela pasó años después a otro “fenómeno” como Nadal, “un animal en todos los aspectos” del que acaba de escribir su primera biografía. Y en breve publicará otro relato extraordinario para otro deportista “extraordinario” como el sudafricano Oscar Pistorius, del que el autor se reserva una opinión fundada después de haber conocido su entorno y circunstancias en los últimos doce meses. “He terminado agotado con este libro”, reconoce a este periodista, al que adelanta que la primera edición saldrá a la venta en las próximas semanas. El anuncio se produce en plena Gran Vía bilbaína, poco después de abandonar el lujoso Hotel Carlton donde la editorial de su último título, Rafa, mi vida, le ha hospedado para la presentación del mismo. En pleno hall, rodeado de glamour y boato, el colega y escritor londinense anima al arriba firmante a “tomar algo en el mundo real”. De camino reconoce que la presentación fue “bien”, pero que lo más gratificante fue haber podido conocer a algunos de los protagonistas más imbuidos en la actualidad política vasca como Andoni Ortuzar (PNV) o Nerea Llanos (PP), con quienes debatió durante algunos minutos sobre el final de ETA, la vía catalana o la fragmentación política de España. Ni que decir tiene que la versión política de John Carlin es casi tan contagiosa como la deportiva, a pesar de que ésta le haya reportado fama y dinero.
Entre tanto encontramos acomodo en un céntrico local de pintxos donde el británico se anima a almorzar. Pide un revuelto de morcilla, unos pimientos verdes “si son de Gernika” y unas croquetas de jamón. “¿Y qué les pongo para beber?”, interpela el camarero. “Yo uno de éstos (señalando al zurito de una mesa cercana”). Y comienza el partido...
¿De dónde viene su relación con el deporte?
-Siempre me gustó, sobre todo el fútbol, primero como espectador y luego como niño. Nací en Londres pero me crié en Buenos Aires. Mi padre era escocés (su madre española) y muy fan además del Celtic, así que entre tener un papá que adoraba el fútbol y vivir en Argentina, que es el país más fanático, pues hubiese sido muy difícil que no me hubiera gustado la pelota. Luego también jugué al cricket y al tenis, que fue lo que mejor se me dio.
¿También en la actualidad?
-No, no, qué va. A veces me pongo a correr y duro dos meses, luego me tiro al tenis y siento verdadera vergüenza de lo mal que lo hago con lo bueno que era con 17 años...
Así que la escritura es la consecuencia...
-No diría que no.
¿Por el tenis ha llegado a escribir la primera biografía de Rafa Nadal?
-No, no creo. Fue la gente de Rafa la que se acercó a mí para pedírmelo y yo, claro, encantado porque ese tipo de proyectos son un bombón. Y Rafa, en sí mismo, es un bombón.
¿Diría que después de tantas horas de conversación en vuelos, en su casa de Manacor o en las canchas, le ha ganado?
-Sin duda. Lo que me encanta de él es su coherencia entre el Rafa público y el Rafa privado en cualquier contexto, en su trato con las azafatas en un avión, con el camarero en el restaurante... Siempre es muy atento y respetuoso con la gente y ahí radica su grandeza. Pienso que hay muchos famosos que tienen dos personalidades, una cuando están actuando en público y otra muy diferente donde aparece el individuo ególatra, tirano o cabrón. Y Nadal es muy buena gente.
¿Le ha sorprendido?
-Digamos que confirmó mis sospechas.
Nadal es, como usted, muy futbolero. Sobre este deporte, ¿no cree que existe un cierto riesgo de saturación en estos momentos?
-Hay un cierto grado de saturación, sí, pero nadie está obligado a ver todos los partidos, ¿no? Puedes elegir y por ahí no estoy preocupado ni desencantado, sin embargo lo que sí me preocupa y me genera muchas dudas es la FIFA, que se está poco a poco cargando el fútbol internacional, sobre todo a nivel del Mundial. La cita de Qatar en 2022, por ejemplo, no tiene nombre. Es una locura total que incide en lo que pienso y es que la mayor cita del fútbol no solo va perdiendo valor sino que los grandes jugadores sospecho que cada vez le están dando menos importancia con respecto al fútbol de club.
¿Por qué?
-En parte porque los clubes son los que les pagan y también por falta de ambición, ¿no cree? Mire el ultimo Mundial. Los equipos que generaron emoción fueron los más pequeños. Los que se veía que dejaban su alma en el campo eran los Costa Rica, Estados Unidos o México, aunque a la final llegaran los clásicos... Para los hambrientos, Brasil representaba la cima, su oportunidad de oro, mientras que para las grandes estrellas, que ya lo han ganado todo y vienen de temporadas muy largas, sospecho que su alma y su sudor lo han dejado en su club, y sospecho también, por ejemplo, que para Cristiano Ronaldo ganar la Copa de Europa con el Real Madrid es más importante que ganar un Mundial con Portugal.
¿Un desprestigio denunciable?
-Sí, claro, y si a eso luego le sumas el papel del gran jugador de esta partida, la FIFA, que es una organización clara y absolutamente corrupta, pues resulta una pena que se esté contaminando de este manera a un deporte que lo practican, no lo olvidemos, 270 millones de personas.
¿La aparente impunidad ante la corrupción, política o deportiva, qué denota?
-No lo tengo claro... Creo que entusiasmo es todo, en la vida y en el fútbol, y siento que se va perdiendo...
Blatter...
-Lo de Joseph Blatter es otra cosa. Lo suyo es el poder por el poder.
La utilización torticera del deporte y sus deportistas por parte del poder continúa siendo evidente, ¿o no?
-Si el deporte va a ser el motor político de un país, para bien o mal, depende de los políticos. El papel de los deportistas y federaciones no es otro que competir, pero la cuestión es si en España, un país políticamente tan fracturado, el Gobierno español podría haber utilizado el éxito del Mundial de Sudáfrica como instrumento para sus fines. Estoy seguro de que en manos de un Mandela le hubiera sacado mucho más provecho, lo mismo que el hecho de que siete u ocho jugadores del Barça formaran parte de aquella selección. Un político hábil en Madrid lo podría haber utilizado como instrumento para la reconciliación, el respeto y admiración por los catalanes y tal, pero nada, ni pío. Pérdida de oportunidad muy grande.
¿Intuye que a un tipo como Nadal se le puede manejar desde la órbita política?
-Que yo sepa ni se le ha utilizado ni creo que se dejaría utilizar con fines partidistas. Rafa es lo suficientemente inteligente como para saber lo que está pasando en todo momento. No es un ingenuo ni creo que se le pueda utilizar sin que él coopere al menos.
¿Debería ser aprovechado, en el buen sentido, en mayor medida?
-Sin duda es un ídolo nacional para todos y hay poca gente que no simpatice con él, sea de aquí o de Andalucía. Y esto no es casual porque Nadal representa ciertos valores que los vemos ausentes en la clase política española. Esfuerzo, superación, honestidad, liderazgo... Lamentablemente valores que brillan por su ausencia entre la clase política de este país.
Volvamos al fútbol de antaño, el de su infancia en Argentina y después Londres. ¿Qué referente diría que marcó su niñez?
-George Best, un irlandés que si hubiese sido inglés o brasileño probablemente habría tenido un perfil más alto del que logró. Fue uno de los mejores del mundo.
¿Le sobraron mujeres y alcohol?
-¡No! Le faltó haber nacido en otro país. Nunca tuvo una oportunidad en un Mundial con Irlanda del Norte y luego sí es verdad que le perdían la noche, las mujeres y los tragos, pero eso parecía gasolina para él cuando saltaba al campo...
En 1969 anunció que dejaba las mujeres y la bebida, “los peores veinte minutos de mi vida”, afirmó...
-(Risas) Él era así. Hubo más anécdotas como aquella en la estaba en un hotel de lujo en Londres metido en la cama con una miss Estados Unidos y en un momento un poco bajo de su carrera. Llamaron a la puerta y el camarero cuando le abrió le dijo: “¿Whats wrong?” (algo así como “¿En qué fallaste?”) Y Best, con su batín señalando a la cama, con un desayuno de camino y una botella de champán en la mano le miró al chaval pensando algo así como: “¿En qué has fallado tú?” (risas).
¿No era más auténtico aquel fútbol y aquellos futbolistas?
-En aquellos tiempos es cierto que los jugadores eran más cercanos. No ganaban lo que ahora ni mucho menos y eran más accesibles a la gente en el sentido que ahora son como monjes; tienen que estar en condiciones físicas perfectas, nunca beben, nunca fuman... Aquellos hacían este tipo de cosas e incluso jugadores como Garrincha apuraba el pitillo hasta la misma salida del túnel de vestuarios. ¡Garrincha!, un extremo brasileño dos veces campeón del Mundo al que de pequeño diagnosticaron que no podría andar y luego se pasó media vida driblando contrarios como un diablo.
El fútbol era más de la gente, eso parece claro, pero ¿de la actual bunkerización de los clubes respecto a los medios de comunicación, de quién es culpa?
-Es cierto... No hace mucho que era posible ver en la portada de un diario deportivo montado a Rául González encima de un elefante en un circo. Eso ahora con Messi o Ronaldo parece poco probable. ¿Por qué? Probablemente por controlar hasta el extremo lo que este tipo de jugadores representan. El nivel de competencia es brutal y el nivel de los medios de comunicación, otro tanto, que es lo que genera el dinero. Y los patrocinios y todo ese circo... Y estos tipos (los futbolistas) son definitivamente otra casta, distintos a nosotros. Yo que he entrevistado a tanta gente en mi vida profesional puedo afirmar que lo más complicado es hacer una entrevista a un futbolista de primer nivel. Es complicadísimo, ¡un coñazo total!
¿Hasta qué punto?
-Una de cada veinte entrevistas será más o menos interesante, creo yo. Lo vemos todos los días en la prensa deportiva y no digamos ya cuando llega un Clásico. “Le tengo ganas al Barça”, dice Cristiano. ¡Joder, qué interesante!, digo yo.
¿Uno de esos contados tesoros sería una charla con José Mourinho o Pep Guardiola?
-Mou siempre es divertido y diferente, siempre provoca y siempre es un poco payaso, tiene esa virtud. Es calculador y controla el negocio bien pero a veces se pasa de frenada, aunque creo que no le importa mucho. Tampoco creo que sea una bella persona y demos gracias que Mourinho esté en el fútbol y no en la política. Asusta pensar lo que podría dar de sí un tipo como él en el circo político.
¿Y Guardiola?
-Guardiola es un intelectual del fútbol. Es especialmente culto, lee libros, le gusta la poesía...
¿Que lea libros es importante o adónde estamos llegando?
-Es significativo en el deporte, sin más. Otro caso parecido es el de Xabi Alonso, un tipo que se sale de la norma que es seguro que terminará siendo entrenador y además uno muy bueno. Tiene un alto nivel intelectual. Mire, nos conocimos porque me llamó para hablar del libro que escribí sobre Mandela (El factor humano), que se había leído en inglés y que le había sorprendido mucho. Quedamos a comer en Madrid y hablamos de ello, y la comprensión y análisis que hizo fue brillante, hasta el punto de que vio más cosas del libro de las que había visto yo.
Otra cosa es Messi..
-Messi es un genio del fútbol y verle jugar ha sido una de mis mayores glorias. Después le he entrevistado dos veces y no me ha dicho nada, pero no se lo puedo recriminar porque a fin de cuentas, ¿porqué tiene que saber hablar en público?
El repertorio de preguntas tópicas de los periodistas deportivos tampoco ayuda...
-Eso también es verdad, claro. Pero uno invierte un gran esfuerzo en conseguir una entrevista con un jugador como Messi, la consigue después de meses de sufrimiento y te generas una expectativa irreal entre el nivel que despliega en el terreno de juego y su capacidad de expresarse con palabras. ¡Y es absurdo!, porque no hay ningún motivo por el que un jugador deba saber hablar en público. Messi se expresa con el balón y su inteligencia se concentra en el campo, donde tiene una habilidad innata. Los futbolistas no es que sean tontos, pero a la hora de hablar sobre la vida no tienen mucho que decir o no saben cómo decirlo.
La presión de las multinacionales que manejan y rodean a estos jugadores provoca personajes artificiales con escaso valor humano, ¿lo ve así?
-Es cierto. Los grandes jugadores representan a tantas marcas y patrocinios que tienen que mantener una imagen pública de perfección y pulcritud que no es fácil. Así que ni se pueden soltar aunque sean tipos con ideas interesantes e incluso provocadoras ni pueden atentar contra la imagen que una multinacional quiere proyectar a través de ellos, lo mismo que los clubes que les pagan.
¿Qué hay más allá del fútbol en su vida, John?
-El fútbol lo domina todo y es de lejos el deporte que más me absorbe, pero el tenis también me suelen entretener, aunque para que me guste un partido debo estar identificado con uno de los dos jugadores. Si no, el juego es bastante repetitivo y no tiene la variedad del fútbol.
¿Con qué lección se queda tras dedicar un año a escribir su último libro sobre Pistorius?
-Que la vida es muy complicada, amigo (risas). Eso es muy superficial...
-Es la historia de este chico que empieza el día que nace y termina el día que ingresa en prisión. Y por el medio un personaje de grandes extremos, una persona muy ambiciosa y con unas ganas de superación increíbles. Me atrevería a decir incluso que la historia del deporte nunca vio algo igual. Un deportista extraordinario al que le amputan las dos piernas con once meses y acaba corriendo unos Juegos Olímpicos; no hay precedentes. Y de otro lado, una historia un punto demencial, un hombre que sucumbe a una rabia por motivos no muy claros y que siempre ha vivido al límite, algo que choca cuando lo conoces y descubres a un ser bastante más frágil de lo que aparenta, que resulta que es elegantemente cortés. Un personaje con muchas facetas y muy complejo.¿Su percepción ha cambiado después del juicio que le condenó por el homicidio de su mujer?
-Cuando me enteré del asunto pensé en un arrebato de amor, pero al profundizar en su personalidad he llegado a un punto donde me niego a dar una opinión certera sobre lo que pasó aquella noche. La juez dijo que no la mató a conciencia, pero yo no lo veo tan claro. Acepto todos los escenarios y también veo que la tendencia actual es evaluar a este personaje exclusivamente por lo que pasó una noche de locura en cuatro segundos... Pediría un poco más de generosidad para verlo todo en su conjunto.
¿A qué se refiere?
-A través de sus increíbles hazañas hizo que mucha gente en el mundo sintiera una nueva dignidad y eso lo logró como nadie.