En Vitoria cuando se dan partidos como el del jueves es sinónimo de cese fulminante para el entrenador. Crespi no ha sido el primero ni será el último. En su día le pasó a Manu Moreno tras una derrota abultada contra el Barça o a Dusko contra el Blusens Mumbus, donde los jugadores le hicieron el feo de su vida. Cuando se destituye a un técnico a las primeras de cambio, podríamos decir que el problema deviene de una mala pretemporada: Gomes y Johnson cortados, el primero con dos partidos oficiales disputados y el segundo con alguno más; White no renovado sin haber dado mala imagen; Hamilton, multado y cuestionado; Heurtel, sin saber si se queda o se va a Turquía; Perkins, sentenciado y a la espera de la hora D; la apuesta por Marco Crespi, un entrenador que ha transmitido indiferencia en el aficionado. Otros como Scariolo o Ivanovic, al menos, generaban opinión y división en la grada. Los detractores les silbaban y los incondicionales les apoyaban a muerte. Marco en poco tiempo pasará al anonimato y al olvido del baskonismo. Con todos estos condicionantes lo más normal es que suceda lo que ha sucedido, que se rompa la cuerda por el lado más débil. El mercado ha cambiado. La NBA arrastra a los mejores americanos, a los mejores europeos e incluso a las jóvenes promesas. Esto hace que haya menos donde elegir. Además, los más poderosos de Europa urgan en todos los lugares y se llevan a lo mejor con buenos contratos. El mercado para Baskonia se reduce, la calidad de los fichajes no es la de antaño, los resultados no llegan... La acumulación de partidos y la falta de descanso acarrean lesiones y eso te impide entrenar como equipo, que además no es duro mentalmente y tiene grandes desconexiones. Tocar trabajar de lo lindo, acertar, buscar nuevas fórmulas y reinventarse.
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