Con apenas cinco años se enfundó su primer kimono y el pasado sábado, poco más de dos décadas después, se subió al podio de un Mundial de karate convirtiéndose en el primer vasco en conquistar una medalla individual en categoría absoluta. A lo largo de todos estos años Jagoba Vizuete ha ido ascendiendo escalones hacia el cielo que tocó en Breme siendo el protagonista de una fantasía hecha realidad. Esta es la historia de un sueño, el suyo, de bronce (por ahora).

Sin embargo, cuando el entonces niño dio sus primeros pasos sobre los tatami por su cabeza no pasaba nada más que disfrutar de un rato de juego. Parecía lo lógico para el menor de una saga siempre vinculada a las artes marciales y así lo tomó. “Mis hermanos mayores -Ángel y Jorge- hacían karate y cuando abrieron el gimnasio empecé a practicarlo allí. Pero de pequeño no destacaba precisamente, era uno más del grupo”, recuerda ahora. Sin más ambición que la divertirse, continuó la senda de cualquier chaval y comenzó a practicar también fútbol, llegando incluso a formar parte del Deportivo Alavés. Hasta que, en un momento dado, tuvo que elegir. Y contrariamente a lo que podría esperarse, apostó por el camino menos concurrido. “La verdad es que las cosas fueron viniendo un poco rodadas. Con 12 años me llevaron al Campeonato de España y lo gané mientras que en el fútbol me habían cedido al Abetxuko así que la elección estaba clara”, bromea Jagoba.

Ese primer título a nivel nacional sería el primero de una larga lista que no para de incrementarse. Porque el karateca del Fitness Gasteiz es una de las pocos deportistas que puede presumir de haberse colgado la medalla de oro en todas y cada una de las categorías por las que ha pasado. Un rosario de éxitos que junto a su evidente cara positiva supone igualmente una pesada mochila que no siempre resulta sencilla de acarrear. Porque, en cada nueva competición, Vizuete acudía casi con la obligación de tener que volver a subir a lo más alto del podio y teniendo que hacer frente al cartel de favorito. Una losa que ha acabado con la carrera de más de uno. “Es verdad que algunas veces me ha podido la presión y no salían las cosas pero como en cada categoría son dos años por lo menos en uno de ellos conseguía los resultados”, reconoce.

Aunque parezca contradictorio considerando que se trata de un deporte de contacto, lo cierto es que la cabeza desempeña un papel decisivo en el karate y esta capacidad mental que ya apuntaba el vitoriano desde pequeño es una de sus grandes virtudes. Por ello, pese a quedar claro hace mucho que tenía un enorme potencial que le auguraba un gran futuro, ha logrado evitar que esa rama le impidiera ver el bosque. “No me obsesiono con nada y siempre he tratado de ir paso a paso. Trabajando siempre pensando en el siguiente objetivo sin mirar más allá. Primero era ir a un Campeonato de España, después ganarlo, más tarde participar en Europeos o Mundiales... Esa forma de ver la competición me ha llevado hasta aquí”, reflexiona.

Ese hasta aquí es su reciente medalla de bronce en el Mundial disputado Bremen (Alemania), un resultado que “no se me pasaba por la cabeza ni a mí ni a nadie”, reconoce. “Antes del torneo yo estaba en el puesto 56 en el ranking mundial y pensaba en hacer un buen papel para tratar de meterme entre los 20 primeros. Hace dos años en París, en el anterior Mundial, solo había podido ganar un combate y el objetivo era mejorar ese balance”, apunta.

Sin embargo, a medida que transcurría la competición, el alavés se dio cuenta de que podía aspirar a algo mucho más importante. “En estos torneos siempre hay combates claves que si pierdes te dejan fuera pero si ganas te abren muchas opciones. Esta vez fue contra el francés y el dominicano. Sabía que tenía que darlo todo y pude ganarlos para meterme en las semifinales. Ya era un éxito de la leche pero no celebré nada. Contra el turco -gran dominador del peso pesado y campeón de los dos últimos Mundiales- traté de ponérselo difícil pero no pudo ser y me ganó por amonestaciones. Y el sábado sabía que no podía dejar escapar la medalla. Era una ocasión única que no sé si se va a repetir alguna vez y había que aprovecharla. Aunque fue muy complicado me sentí muy a gusto y disfruté mucho durante el combate”, explica. Nada comparado con la explosión de alegría que se desató cuando acabó la pelea y la medalla ya era suya. Una más pero no una cualquiera. El futuro aún puede agrandar más el sueño.