Han transcurrido 50 años desde que el San Ignacio iniciara su dilatada singladura en un campo de fútbol prestado, que no era otro que el de los Marianistas. Un campo alejado del barrio que lo vio nacer, Adurza, un barrio humilde, de gente sencilla pero con anhelo de hacer muchas cosas. Y una de ellas fue, precisamente, acoger, dar vida y forma a este club, que que ha dejado una huella indeleble en su ciudad, toda vez que en su barrio, al socaire de Esmaltaciones San Ignacio, del colegio San Ignacio y de su parroquia, ha sido algo más que mero deporte. Con toda seguridad no soy la persona adecuada para glosar los hitos más importantes de la entidad, pues no fueron muchos los que tuve el inmenso honor y sincero orgullo de formar parte de su familia. Y digo bien cuando así me refiero al club. Era, y es, una familia donde los jugadores, sus padres, los entrenadores, los delegados, los directivos y todos los empleados compartían vivencias, gozaban de las victorias y se consolaban de las derrotas. Claro que ganar y estar arriba importaba, pero no era lo que más. Don José María Eguíluz, alma máter, no dejaba de decirlo, no cejaba de inculcarlo. El club no solo se ha mantenido en pie sino que, a pesar de las innúmeras dificultades por las que ha transitado, hoy es más club y más familia que en sus orígenes. Y eso solo se consigue con cariño, esfuerzo y entrega desinteresada por quienes en este tiempo han ido dando cuanto han podido. Y si, como decía, nadie soy para historiar al club, no me sustraigo a la tentación de plasmar emociones. Unas, gratas en su mayoría, provenían simplemente del hecho de vestir su camiseta siquiera para lucirla en el banquillo. A fin de cuentas, uno militaba en el Sani y eso era lo que importaba. Así lo sentí el día que me vinieron a buscar cuando jugaba en los Escolapios, y ese sentimiento perduró hasta que por razón de los estudios tuve que dejarlo. Siempre estaré agradecido por aquella inmerecida oportunidad. Y otras emociones tienen que ver con los actos y celebraciones conmemorativas de este aniversario. Emociones que embargan. Acabo. Sé que mi club no es el único que alcanza esta provecta edad. El Salvatierra y el Racing de Santo Domingo, también. Aprovecho la ocasión para felicitar a ambos.