Logroño ? Podía haber estado llorando todo el día”. Y un silencio. Se acoda bajo cierta dosis de penumbra, con gesto cansado, raro, vivo. Una mezcla extraña. Augusto Ibáñez desde ese instante. Titín III, en la leyenda. Nada más. Todo se olvida. Los días, cómplices del desarraigo del alma con el mundo terrenal, no hacen prisioneros. Tampoco las masas, los comentarios, el negro sobre blanco y los números, desalmados, que ayer le comentaban al delantero de Tricio que acababa su vida de delantero pasando en cinco partidos los 1.800, mientras el mundo pelotazale riojano cerraba filas en Logroño alrededor del héroe que ha cimentado cotas himalayescas en la mano de la tierra del vino. Le decían los números, sin sensibilidad, igual que el palmarés y las txapelas, cuál era su camino. Pero las matemáticas no nacieron para los artistas, ni para pesar el alma. ¿Cómo se cuenta el amor? ¿Cuánto mide el cariño? ¿Qué mide un mito?

Ni respuestas ni explicaciones. La vida no se cuenta por pulsaciones. Eso le pasaba a Titín ?ya en pasado?. Siempre le decían que había alguien con más pegada, con más títulos, con más palmarés. ¿Y qué? Augusto se despidió ayer de la pelota profesional atado a las preguntas sin respuesta, al sentir de que se retira un manista diferente, único, sensacional, con sus nubes y sus claros. Pero siempre uno: siempre Titín. Eterno. “Podía haber estado todo el día llorando”, cuenta. Pero no lo hizo. Se envainó la lluvia en el rostro. Se la guardó porque el Adarraga coreaba su nombre y esperaba un partido. Solo se le torció el gesto al delantero mientras recordaba a su padre y a su familia antes de que hablara la pelota. Tomó él el micrófono para agradecer al mundo pelotazale su cariño. Murió en la semana en la que consiguió su primera y única txapela del Cuatro y Medio, en 2007 ante Barriola. “Siempre me veía desde una silla en el palco y sé que está ahí. No se fue, está en nuestro corazón”, dijo. Fue su única brecha.

La secuencia de acontecimientos nació en los vestuarios del Adarraga, donde se acumularon sentimientos. El grupo riojano que nació, creció y se ha curtido bajo el amparo de Titín, Joaquín Plaza y Miguel Capellán, que forman Gorka Esteban, Miguel Merino ?que ganaron el primer partido del festival ante Apezetxea-Pascual por 11-22?, David Merino y Cecilio Valgañón, se puso los tacos con el astro, que tuvo que echar mano del esparadrapo de su hijo pequeño “porque no sabía si me iba a llegar con el rollo que me quedaba”. También Juan Martínez de Irujo, Jon e Iñigo. Cuentan que Augusto es genio y figura. Que parecía alejado de la importancia del momento. Siguió haciendo bromas. “Como siempre”, cuenta Merino II, emocional y visceral. “Parecía que estábamos más nerviosos nosotros que él”, sostiene. 22 años en profesionales es mucha mili. El alma, aún entera.

Tras su camino con los tacos, en mitad de una tensión que se palpaba, salió a la cancha a recibir el abrigo de los suyos con el Highway to Hell de AC/DC. “Gracias”, repitió. Y sus cachorros le nombraron entrenador, jubilado de honor y le regalaron una mula mecánica, una azada y una motosierra para “que cuide de su huerta, como hacen todos los jubilados”. “Era para quitar hierro al asunto”, desvelan Álvaro Untoria y Víctor Esteban, que estaban en el ajo entre bastidores, cariacontecidos: entre sonrisas y lágrimas.

Final con derrota El cambio de chip fue con la moneda. Lo personificó Martínez de Irujo. El delantero de Ibero es un pelotari efervescente, de genio, un volcán. Paralelo a Titín. Pero alegre siempre. Después del lanzamiento de la chapa, que hizo el propio homenajeado y se embolsó el saque, se le transformó el gesto. Seriedad. Con el canto metálico de la moneda, arrancaron en grito los pelotazos y los artekaris. La maquinaria. El partido, último o primero, da igual. Rugió. Y a Juan le cambió la mirada. Al resto, igual. Reconocieron los cuatro pelotaris que “es muy complicado jugar este tipo de partidos porque no terminas de encontrarte a gusto”. No hay amigos. No hay tregua. Tierra quemada. Así, Titín comenzó y acabó Augusto en 126 pelotazos a buena y un alcanzada final que no murió en pared por poco y que selló la derrota por 22-18. Porque el delantero de Tricio, con 45 años y a tres meses de cumplir 46 y 22 de profesional, vistió de azul en su despedida. ¡Qué ironía! Campeón manda.

Si la chapa cantó azul, Titín gritó remate. Al saque del de Tricio, Martínez de Irujo buscó el aire y sacó galones Augusto. Saque-remate. Al juego del riojano le llamaron revolucionario por eso mismo, por buscar el tanto cuanto antes, desde el saque al infinito. Ni más ni menos. 22 años sin cambiar de piel. Cambió la pelota desde los 90, no él. El 0-1 levantó al público. Lo siguiente fue un gancho azul. Otra seña. Otro símbolo. Cada remate, un botón. Y el réquiem, en tonada dulce, sonaba a golpe de taco y frontis y olía a esparadrapo y sebo. La mejor de las despedidas.

Con el 0-2, Irujo se puso las pilas y Cecilio, un zaguero distinto, de mil caras, carburó delante y detrás, tornándose quizás en el mejor del encuentro final de su mentor. Juan no especula: dejada al txoko. Potencia. Carretera y manta. Más gas. Hasta encontrar la velocidad de crucero, que llegó cuando el duelo estaba ya 6-3. Al de Ibero se le notó más desatado que el sábado en Bilbao. No le gustan las cadenas. Argumentó juego y los riojanos, defensa. David Merino estuvo bien, a pesar de llegar con la zurda todavía tocada. Aun así, la distancia se alargó al 10-5.

De buenas a primeras la contienda se volvió gris. Agarrotada. Seis errores consecutivos desde el 11-7 compactaron el luminoso hasta el 14-14. Emoción que se alargó al 15-15, el 17-17, que fue el mejor tanto del partido con Augusto llevando voleas desde el siete a la desesperada, y el 18-18. Después no hubo más. Irujo se alumbró y el fogonazo acabó con sus rivales bien custodiado por Cecilio. La moneda no salió cara para Titín en su adiós.

El 22-18 acabó con Augusto, no más Titín, aplaudiendo y Merino II, desconsolado. “Se me acumuló todo”, reveló David, quien apostilló que “él se merecía todo esto, es inmejorable, lo que menos importaba era ganar o perder”. Era el rostro del pupilo. Porque el de Tricio no dejó más brechas a las lágrimas y confirmó que se dedicará a entrenar al grupo de profesionales riojanos. “Estoy bien de manos para la semana que viene”, terminó. Risas. ¿Cómo medir el talento? Genio y figura. Fuerza y honor. Eskerrik asko, Titín. l