“Una vez tuvimos una en el frontón de Altsasu...”, dice Miguel Capellán. Habla el exdelantero de Titín III, con quien comparte ADN riojano, pasado y presente dentro y fuera del frontón y los trastes de dos vidas engarzadas sobre una pelota, en la que ambos se han curtido el cuero. Cuando corrían como benjamines, Augusto Ibáñez y el exprofesional de Hervías se encontraban en los frontones riojanos. El de Tricio, un año mayor que Capellán, ya se veía las caras con un delantero que sería referencia en su vida y en su carrera tiempo después. ¡Las vueltas que da la carretera vital! “Nos conocemos desde que teníamos diez años”, revela el exprofesional. El argumentario de ambos se fajó después entre dimes y diretes, pero acabó encontrándose en un dique: el del calendario diario, el del trabajo. Porque lo oscuro, las mañanas de paliza, las horas de físico, lo compartieron siempre y no el gerriko. Cuestión de azar. “Una vez nos clasificamos los dos para las semifinales del Cuatro y Medio y estábamos haciendo el entrenamiento paralelo. Nos veíamos perfectamente: entrenábamos juntos en frontón. Nunca nos escondimos. Si se caracteriza por algo es porque es un pelotari muy transparente”, manifiesta Capellán. Retomando sus primeras palabras, evoca la versión de Augusto más competitiva, más efervescente. Y eso que al día siguiente se encontraban en Logroño, vestidos para ejercitarse. “Las hemos tenido monumentales. En Altsasu andábamos que si con la volea pedía atxiki, que si era, que si no... Estábamos a gritos en el vestuario. Tuvimos una movida... Lasa se levantó a separarnos y todo. ¡Y después nos tocaba entrenar mano a mano!”, explica el de Hervías, quien apostilla que “son cosas que pasan y al día siguiente entrenamos juntos. Es el día a día. Hay piques y eso el pelotari lo sabe llevar bien”. Es la dualidad de ambos: rivales desde la cuna y compañeros. La dicotomía vital entre Titín III y Capellán. “Nuestra carrera ha sido paralela. Debutamos prácticamente a la vez, los entrenamientos los hemos hecho juntos y hemos sido pelotaris punteros en La Rioja con una rivalidad terrible. Aquí las empresas sabían el tirón que teníamos aquí y era una rivalidad máxima. Además, Augusto era casi siempre el pelotari a batir. Siempre que me he enfrentado a él sabía que era una oportunidad de poderlo hacerlo bien”, concreta.
Admite el exprofesional riojano que, como adversario, “es un pelotari que no te saca a pelotazos. El juego de Titín te va metiendo poco a poco en el suyo. Es como la flauta que duerme a la cobra, te va metiendo adelante, te mete en su terreno y te hace diabluras”. No obstante, confiesa Miguel que las trazas del de Tricio, leyenda y revolución, vinieron marcadas por las circunstancias: “Augusto en aficionados no era un pelotari que te ahogara, que jugara de aire, pero con los años se oía que íbamos a debutar ya se nos metió en la cabeza que teníamos que adaptarnos. Había que hacer algo distinto y dar alegría al juego. Titín lo cogió a la primera. Pegó un giro de aficionados a profesionales tremendo. Ha llegado su hora, es buen momento y estoy seguro que dejará un hueco muy grande”.
El destino, caprichoso, arrogante y tremendamente alocado, se guardó uno de los días más importantes de la pelota en su manga con el de Tricio en el suelo y, tal y como dice él, el “ídolo caído” empuñando la última txapela del Cuatro y Medio en la legendaria final del 97. Siempre confiesa Julián Retegi que “el resultado nos ayudó”, pero en aquel diciembre en el que empezó a cambiar la pelota -con el auge cada vez mayor del acotado, el nacimiento de Aspe y la creación bastante posterior de la Liga de Empresas- nació el mito de la vuelta del campeonísimo de Eratsun al caracolero. “Parece que dejó huella”, manifiesta Retegi. “Ya he visto esa final alguna vez repetida y fue la del ídolo que mediáticamente estaba arriba, él, y yo, de capa caída. Coincidieron las dos cosas en una final. El resultado nos acompañó muchísimo”, remienda el exdelantero navarro, que agrega que “se vio que a Titín no se le podía regalar nada. Ha demostrado que, incluso ahora, hay que ganarle. No entrega la cuchara. Todos se esfuerzan, pero él derrocha ambición. Otros no tienen esa seguridad”.
Porque, según afirma el once veces campeón del Manomanista, el riesgo que muchas veces se le ha achacado al puntillero no es tal. “La palabra arriesgar implica jugártela al cincuenta por cien y dudo que Titín lo haya hecho muchas veces”, sostiene Retegi. Es decir, en el remate no busca la especulación. No hay moneda al aire. Hay trampa, hay magia, pero no cartón ni cuerda de funambulista. Ilusionista con red. “No había que confundirse con Titín. Se decía que arriesgaba mucho, pero una cosa es que juegue de aire, que es su estilo, y otra que tome riesgos. Hacía jugadas pero con seguridad. Pocas veces se la ha jugado al ton ni son. Eso quiere decir, que lo tenía todo estudiado. Cuando jugabas contra él, sabías que ibas a enfrentarte a un luchador nato; y un luchador es cuando no fallas, porque si lo haces da igual lo que luches. En mi caso pasaba parecido”, declara el expuntillero eratsundarra, que agrega que “En todos los ámbitos de la vida, y en el deporte, el que arriesga mucho, falla mucho. Otra cosa es el juego tan vistoso que tiene. Titín no tomaba riesgos porque era su forma de jugar. Sus virtudes las explotó al máximo”. “Augusto ha basado su juego en no dejar botar la pelota, pero para mí, la virtud, es su defensa descomunal. Era muy difícil meterle el tanto. Había jugadas que no salían perfectas, pero para meterle el tanto era muy complicado. Siempre ha habido pelotaris que se tiraban, pero él lo ha usado constantemente. Es un delantero que siempre ha tenido reflejos rápidos. Lo difícil para el contrario ha sido meterle el tanto. Ha dado una talla muy alta durante todos estos años de profesional”, acentúa también el delantero navarro. De leyenda ambos, con envites de locura a sus espaldas, sentencia Retegi que “mentalmente me convenció y me lleva convenciendo muchos años. Él en cuanto va en carrera a la pelota, ya lleva en la mente la jugada que va a hacer. Aunque no las haga perfectas, no regala”. La lectura total del encuentro: una cizalla para el rival, un viacrucis derivado del cruce de caminos. Así las cosas, el de Eratsun valora que “ahora mismo, se está despidiendo y ahí sí que hay que darle un tirón de orejas, porque creo que se le está haciendo largo este año. A todos nos ha llegado”.