Algo se les cae, tal vez se sienten menos seguros; hay todavía selecciones como Alemania y Holanda, que hay que ver si resisten todo el campeonato”. Parafraseando a Diego Armando Maradona, lo cierto es que la Copa del Mundo de Brasil 2014 ha mancillado el honor del fútbol europeo. La exigencia de sus ligas, la acumulación de partidos, los calendarios, el clima del escenario... Por de pronto, tres grandes potencias se han quedado fuera de combate a las primeras de cambio: la vigente campeona España, la atribuida como inventora del fútbol moderno Inglaterra y la eterna resultadista Italia, las selecciones de las tres ligas consideradas como las más potentes del mundo. Terna de fracasos en la que se puede incluir a Portugal. El continente americano, sin embargo, será el más representado en los octavos de final que arrancan hoy, donde Holanda, Francia, Alemania, Bélgica, Grecia y Suiza conviven como reducto con Brasil, México, Colombia, Chile, Costa Rica, Uruguay, Argentina y Estados Unidos. En cuanto a asiáticos y africanos, únicamente sobreviven Argelia y Nigeria, cenicientas a estas alturas de competición.
Holanda, Bélgica, Colombia y Argentina han contado sus encuentros por victorias. Son las únicas selecciones que sostienen el pleno, pero ninguna de ellas ha brillado sobremanera. Ninguna ha impuesto un juego vistoso, definido y claro de ideas. En el caso de Bélgica y Colombia, las dudas se ciernen sobre la capacidad ante rivales de mayor enjundia, puesto que sus grupos eran los más asequibles del Mundial, al igual que para Argentina el suyo. La albiceleste ha sido sustentada por las acciones individuales del excelente Messi. De las cuatro selecciones encaramadas a lo más alto en la fase de grupos, el mayor repertorio futbolístico ha sido presentado por Holanda, con el momento culmen del 1-5 endosado a España, campeona esta del certamen brasileño según la mayoría de los apostantes. Si bien, desde el magnífico estreno, la tropa de Louis Van Gaal se ha proyectado a medio gas, a juzgar por la capacidad mostrada precisamente en el debut. Aunque ese mismo encuentro dejó claro que, a pleno rendimiento y fundamentada en el esquema táctico, cualquiera puede ser víctima holandesa. Robben y Van Persie están despiertos y los pretorianos responden a la necesidad de brega.
Alexis Sánchez, sin pelos en la lengua, adalid para los suyos, confía en su combativa Chile, pero reconoce verse preocupado por la actuación arbitral. Croacia ya padeció la injusticia frente a Brasil, el enemigo chileno en octavos. La selección anfitriona es, sin duda, una de las claras candidatas a la corona mundial, el sexteto que sería para la Canarinha después de ceñirse los cetros de 1958, 1962, 1970, 1994 y 2002. Aunque hasta la fecha Brasil ha venido siendo otro elenco que ha dependido de la puntería de Neymar, rey del gol en el torneo, junto a Messi y Müller, con cuatro goles -y Ener Valencia, aunque con Ecuador ya eliminada-. Las dudas brasileñas se alimentaron tras la puesta en escena con ayuda arbitral y su posterior empate contra México (1-1 en el que el guardameta Ochoa se erigió en héroe nacional). No obstante, se trata de uno de los planteles más completos y competitivos en todas las franjas del campo, con un abanico de opciones bien dignas. Al igual que ocurre con Alemania, otro equipo que, como Holanda, nutrió su candidatura con caviar al doblegar contundentemente a Portugal (4-0) en el comienzo del Mundial. La resaca de la cosecha durmió la ambición alemana con un empate ante Ghana (2-2) y la pírrica victoria ante Estados Unidos (1-0). Síntomas de relajación en el termómetro de la competencia. Si bien, los pupilos de Joachim Löw, que persiguen el cuarto entorchado (lo ganó en 1954, 1980 y 1990) no parecen depender de un solo jugador para llegar lejos en el torneo y poseen talento a raudales como para camuflar y decidir en una mala jornada de trabajo. Es, como Brasil, el combinado más destacado individualmente, nombre a nombre, pues como colectivo, Colombia, Chile o Costa Rica han hecho las delicias de sus técnicos responsables, orgullosos de ver todos a una, de maniatar a rivales con coordinación absoluta. Obreras del balón, estas selecciones han logrado equilibrar la ausencia de grandes estrellas -algunas están irrumpiendo en la competición, como el colombiano James Rodríguez-, sobreponiendo al grupo por encima de las individualidades. Ocurre también con Estados Unidos o México, bloques compactos que apenas han dejado fisuras aprovechables para sus rivales. La unión como fuerza es la baza, además de la alerta ajena.
la apuesta de nadie Costa Rica, paradigma del esfuerzo, es la gran sorpresa del Mundial, con el liderato en el grupo de la muerte, y la fortuna de su emparejamiento con Grecia en octavos puede hacer que los ticos sigan soñando despiertos. Samaras, de penalti y en el último minuto, dio el pase al insípido y rácano conjunto heleno, rescatador el ariete griego como lo fue Shaqiri, que con un hat-trick colocó a Suiza in extremis en la siguiente ronda, donde aguarda Argentina, de las selecciones potentes, la que posee un calendario más deseable. Para empezar, la albiceleste esquiva a Alemania y a Brasil hasta la hipotética final, y son Holanda y Bélgica, sobre el papel, sus máximas oposiciones en el camino hacia la que sería su tercera corona mundialista tras las obtenidas en 1978 y 1986. Aunque el mayor enemigo del equipo de Alejandro Sabella es la búsqueda de identidad. Después de tres partidos, no se sabe a qué juega y la única claridad es la Messidependencia. El 5-3-2 o el 4-3-3 es el galimatías y Agüero será baja de peso en cualquiera de los esquemas de un equipo que juega como mutilado por un hacha, sin transiciones.
En la rama opuesta del árbol de emparejamientos, Francia y Alemania son claras candidatas a estar en cuartos, pues se miden a las modestas Nigeria y Argelia, respectivamente. Aunque el siguiente cruce, en cuartos, podría ser entre galos y germanos, en lo que sería uno de los grandes duelos del Mundial. El elenco de Didier Deschamps es uno de los planteles que mejor sensación ha causado. Tal vez porque ha lavado la imagen que le condujo a entrar al Mundial por la puerta de los repescados y en consecuencia las dudas en torno a su rendimiento se vieron multiplicadas. Al amparo de los resultados, los bleus son un bloque sólido, con alternativas llegadas desde el banquillo, ágil y veloz, a la par solvente. Uno de los que mejor rendimiento ha proyectado. Dejó el pero del empate ante Ecuador (0-0), si bien, entonces se fajaron los menos habituales. Aunque, como Colombia y Bélgica, está por verse si todo es fruto del espejismo propiciado por un grupo más que asequible. El acierto de Benzema, en estado de gracia como uno de los grandes jugadores del megalómano acontecimiento, puede resultar decisivo; que se lo digan a la Italia de Balotelli y la vaselina marrada por el díscolo ante Costa Rica que bien pudiera haber valido la clasificación.
Complicado, dada la ramificación del torneo, lo tendrán Colombia y Uruguay. Además de por el duelo en sí, de rayos y centellas, de coraje y bravura, porque el ganador se verá con el vencedor del Brasil-México. Los colombianos se han confirmado como potencia, cumpliendo con los pronósticos de su progreso. Sin Falcao, que en nada se ha notado su ausencia merced a James Rodríguez y Jackson Martínez, entre otros, la calidad y las dotes físicas van de la mano. En el bando opuesto, la sanción del charrúa Luis Suárez, determinante en el pase de ronda de la celeste, tendrá su peso en un combinado más resultadista que lúcido y que, como Argentina, encuentra complicaciones en la zona donde la creatividad no tiene precio. Sin orquesta, el balón jugado en largo notará la falta del Conejo.
Pero es que en Brasil impera la búsqueda de resultados por encima del brillo. Nadie ha exhibido una estética imponente, destacada y loable. Nadie está creando escuela, más que la de la productividad. Como dice Joaquín Caparrós: “Clasificación, amigo”. España, Inglaterra e Italia, que buscaban seguir imponiendo un modelo o el afianzamiento del mismo, se dieron de bruces en la empresa, mientras que los representantes latinoamericanos, con trabajo, esfuerzo y compañerismo, con una profunda concepción del sentido del colectivo, han amasado el récord de participantes en octavos.