Dublín - Hay veces que uno cumple años y no le llega ningún regalo. Es lo que le pasó ayer a Marcel Kittel en Dublín. Sus compañeros lo intentaron, pero a la hora de lanzar el sprint se encontraron con más dificultades de las previstas y dejaron solo al alemán. Sin regalo. Pero cuando uno está de dulce se basta y se sobra para satisfacer su hambre. Kittel volvió a ser superior y la potencia de sus piernas le dio su segunda victoria de etapa consecutiva en el presente Giro. Su doblete en tierras irlandesas llega envuelto para regalo, perfectamente embalado para el traslado de hoy hacia Italia, donde también llegará Michael Matthews satisfecho con su maillot de líder.

La tercera etapa unía Armagh y Dublín a través de un trazado de 187 kilómetros llanos que el velocista alemán completó en cuatro horas, 28 minutos y 43 segundos, el mismo tiempo que invirtió el pelotón. La etapa fue en muchos aspectos un calco de la vivida en la jornada anterior. Irlanda no defraudó con continuos chubascos que incomodaron al pelotón, pero no a los millares de espectadores que se apelotonaron en los arcenes de todo el recorrido. Como sucedió en la segunda jornada, un pequeño grupo de corredores decidió probar fortuna desde lejos. El protagonismo fue para el colombiano Miguel Ángel Rubiano, el belga Gert Dockx, del Lotto Belisol, el italiano Giorgo Cecchinel y el holandés Maarten Tjallingii, que se escapaba por segundo día consecutivo. Un poco más tarde se les uniría en la aventura el venezolano Yonder Godoy. Su trabajo, sumado a la permisividad del pelotón, que no quería volverse loco bajo la lluvia en los primeros kilómetros, tuvo como consecuencia que su ventaja alcanzase los seis minutos cuando solo se llevaba una treintena de kilómetros.

El Orica, por aquello del que dirán del equipo del líder, tomó por fin la iniciativa y comenzó a marcar un ritmo exigente en la cabeza del pelotón. Su trabajo multiplicó los nervios en el gran grupo. La tensión por su acelerón se tradujo en varias caídas sin consecuencias graves que pegaron al asfalto, por ejemplo, al italiano Michel Scarponi, uno de los favoritos para la victoria final. Ivan Basso, otro veterano con glamour, encendió las alarmas al sufrir una avería mecánica.

La escapada, como ocurriera el sábado, fue neutralizada a pocos kilómetros de la meta. Esta vez fue a falta de siete mil metros. Fue el punto de inflexión en el que comenzó otra etapa totalmente diferente a la que se había vivido hasta el momento.

Se sucedieron varios intentos de fuga, pero ninguno cuajó. Los equipos que cuentan con velocistas no permitieron que nadie se llevara el botín de Dublín tan fácilmente. El último kilómetro era complicado, con muchas curvas, y hacerse con un puesto en la cabeza estaba muy caro. BMC, Giant-Shimano, Cannondale y Sky pugnaban por colocar a sus hombres. Muchos de los lanzadores no consiguieron llegar a donde debían y el sprint se convirtió en un mano a mano entre los primeros espadas. "La carretera se puso muy estrecha a dos kilómetros de la meta; sabíamos que teníamos que estar delante, y estábamos, pero me quedé encajonado y tomé la decisión de soltar la rueda de Tom", explicaba tras la carrera Kittel, "esto me puso un poco fuera de posición, pero nunca iba a renunciar a la oportunidad de ganar una etapa". Su momento de forma le sirvió para remontar e imponerse a Ben Swift, del Sky, y a Elia Viviani, del Cannondale: "Cuando vi la línea de meta después de la última curva lo di todo; estaba muy cerca, pero me he concentrado en la línea de meta y me las he arreglado para llegar más allá de todo el mundo. Es muy especial ganar en tu cumpleaños y tengo que agradecer a mis compañeros de equipo el trabajo que hicieron por mí otra vez".

El Giro afronta hoy su primera jornada de descanso y el pelotón aprovechará para viajar a Italia, donde mañana la carrera se reanudará desde Giovinazzo. El australiano Michael Matthews defenderá el liderato.