BILBAO - David Stern demostró en Bilbao por qué está considerado el mejor dirigente deportivo de las últimas décadas. El comisionado emérito de la NBA abrió el Bilbao-Bizkaia Sport Business Forum con un repaso de 45 minutos de su labor durante 30 años al frente de la mejor competición de baloncesto del mundo. El dirigente de origen judío condensó en una frase la idea que impulsa la Liga que lideró con mano firme: "Los jugadores saben que un partido de la NBA ya no es algo local, sino global, que puede estar viéndose en ese momento en cualquier parte del mundo".

Encantado de su nuevo papel de "llevar el traje de la NBA" a cuantos lugares le requieran, lo que le lleva a no echar de menos su cargo anterior, Stern apuntó a que esta globalización es imparable y que, por ello, tampoco hay que forzarla ya que llega por sí misma. En este sentido, señaló las reticencias que encontró en los jugadores a principios de los 90 cuando la NBA programó sus primeros partidos de temporada regular en Japón. "Si los equipos lo hacían mal en play-offs, los entrenadores culpaban a estos partidos en Tokio", recordó con humor. "Hubo que hacer una reeducación, les acostumbramos a salir y ahora los jugadores desean jugar fuera de Estados Unidos porque son conscientes de la admiración que despiertan en todo el mundo y de que se han convertido en celebridades", añadió.

En sus primeros años de mandato, Stern comenzó a detectar que existía un interés por la NBA fuera de Estados Unidos. En 1987, se disputó el primer Open Mc'Donalds "que fue el inicio oficial de las relaciones internacionales con la FIBA" y en 1988, los Atlanta Hawks realizaron una gira por la Unión Soviética. "En Kaunas nos preguntaban por Sabonis y Marciulionis, sabían de nuestros topes salariales, del draft y de otras cuestiones. Y en Tiflis, el más ovacionado fue Spud Webb. ¡Tenían cintas de vídeo pirateadas de la televisión italiana con el concurso de mates de ese año!", relató. Y el "punto de inflexión" de la expansión de la NBA fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona. "Los jugadores no eran conscientes del interés que despertaban entre la gente. Además, entonces la ACB era la Liga mejor dirigida de Europa y tenía una idea clara de cómo promocionarse", confesó. En esas fechas se rompieron, con la complicidad de la FIBA, las barreras que suponían que "un jugador con un millón de sueldo en Europa era aficionado y en la NBA, profesional".

la televisión, aliada Las nuevas tecnologías han abierto nuevas posibilidades de expansión que, por supuesto, no pasaron desapercibidas para la NBA ni para David Stern, que entendió que la televisión debería ser su principal aliado en Estados Unidos y en todo el planeta. "El deporte y el baloncesto son idiomas universales, más que ninguna otra industria de entretenimiento", aseguró. Esa sobrexposición tiene sus ventajas y sus inconvenientes y la NBA trata de mantener una imagen impoluta. "Los jugadores ya han trascendido la cancha porque son iconos glob ales y su comportamiento debe ser ejemplar cuando están en las redes sociales. Es como si tuvieran una cámara delante: les decimos que deben hacer o decir cosas de las que su madre se sintiera orgullosa".

Al mismo tiempo, la propia NBA tiene interiorizado que el deporte "es una de las pocas cosas que une a la gente en la alegría". Por eso, Stern se siente más orgulloso de cómo él y la Liga reaccionaron a las crisis que de la belleza o importancia de determinados momentos o partidos. En estas tres décadas, el comisionado se enfrentó al anuncio de Magic Johnson de ser portavoz del virus del SIDA, al problema del alcohol en las canchas, a las agresiones físicas, al uso de armas en los vestuarios, al escándalo de apuestas arbitrales o a casos de racismo en una Liga "que era vista como una competición de negros". En todos ellos, la NBA y David Stern tuvieron "la oportunidad de demostrar nuestra capacidad de liderazgo y nuestro sentido de la responsabilidad". "La última decisión era mía, pero siempre contando con mis compañeros", aseguró.

Cuando se le preguntó por las diferencias con el modelo del deporte europeo, el comisionado emérito trazó una clara línea. "En el fútbol a los mejores ganan más dinero y a los peores se les decapita bajando de categoría. Nosotros no podemos vaciar el Madison Square Garden y a los peores les premiamos con una buena opción en el draft y repartimos los derechos de televisión por igual. En Europa muchos clubes tienen la ventaja competitiva del dinero y no la quieren perder", comentó y añadió que en la NBA lo importante es el espectáculo que ofrece, "no quien queda entre el 8 y el 20". Ya lo decía el desaparecido Andrés Montes: "Hay que vender el muñeco". Y eso la NBA lo hace mejor que nadie, por eso lo que dice David Stern tiene que ir a misa y ayer un autoditorio de prestigio siguió con atención todo lo que dijo y el convencimiento con el que lo dijo.