El espíritu aventurero no entiende de formatos y condiciones. Así lo ha demostrado Juanito Oiarzabal, que no ha dudado en dejar a un lado momentáneamente las altas cumbres que suelen ser su hábitat habitual para trasladarse a un escenario mucho menos conocido, el desierto, y afrontar otro desafío mayúsculo, la Titan Desert. Una prueba en la que, durante seis etapas, se recorren la friolera de 708 kilómetros en bicicleta sobre las arenas más duras del planeta.

"Todo surgió como una invitación de la organización y el equipo Garmnin que al final terminó siendo casi un embolado", reconoce el vitoriano ya de regreso en casa. Y es que del proyecto inicial al resultado final se produjeron notables diferencias. "Al principio nos llamaron a Martín Fiz y a mi y después se lo comentamos a Joseba Beloki. Estábamos todos muy ilusionados con la posibilidad de ir juntos y hacer un equipo alavés y yo me sentía muy arropado para el tema de la bici. Pero, al final, diferentes compromisos que no podían posponer hicieron que ellos no pudieran ir y yo estuve a punto de decir que no. El periodista de Marca Roberto Palomar insistió mucho y me terminó de convencer para participar con él y el aventurero Juan Sin Miedo", explica.

Claro que si llevar cualquier teoría a la práctica siempre cuesta, en una de este calibre el tránsito es todavía mucho más complicado. "Este es otro mundo completamente diferente al mío y para mi era toda una aventura. Las últimas semanas antes de ir me di bastante caña con los entrenamientos pero, aún así, llegué con muchos menos kilómetros en las piernas que los demás participantes. Y eso que gracias a la bici espectacular que me proporcionó BH pude afrontar mejor la carrera", reconoce.

En cualquier caso, la competición no era ni mucho menos el principal objetivo de Oiarzabal a la hora de situarse en la línea de salida. "Está claro que son dos carreras muy diferentes, la de los profesionales que buscan la victoria y los que, como yo, nos planteamos un reto personal, buscar nuestros límites y tratar de superarlos", define. En el caso del montañero, siempre terco en sus apuestas, el objetivo era completar todas las etapas y alcalzar la línea de meta subido en la bicicleta. Y como casi nadie dudabam, lo consiguió.

"Al final he sido penúltimo y he necesitado 37 horas más que el vencedor pero hay que tener en cuenta que de los 470 que salimos aproximadamente 180 se han tenido que retirar. Así que yo casi ni me creo que pudiera terminar", confiesa.

Y eso que el hecho de ocupar las plazas más retrasadas de la clasificación añadía todavía más complicaciones a las ya de por sí muchas dificultades que entrañaba la empresa. "Se juntaba todo. Para cuando llegábamos, como era muy tarde, ya se había acabado la cena y estaba todo el mundo durmiendo. Tenías que ponerte a hacer algo para comer, ducharte... y acababas metiéndote al saco a las mil. Pero a las seis de la mañana ya tocaba diana para levantarte y empezar otra etapa. Y así todos los días. Además luego ya en la ruta te tocaba hacer muchos kilómetros solo. Menos mal que en nuestra caso estaba con nosotros Juan que es un gran experto en navegación y, por lo menos, no nos hemos perdido", destaca.

Pese a todo ello, Juanito no duda en señalar que ha disfrutado de "una experiencia extraordinaria, única" aunque también "muy dura" y lanza el guante a sus amigos. "Ya tenemos la invitación hecha así que si Martín y Joseba se animan el año que viene, que será la décima ecidión, repito".