La terminología "Epa", "Aupa", "Iepa" o "Apa" son algunos de los comodines que solemos utilizar entre iguales, por lo menos en EuskalHerria, para comunicarnos de manera escueta e informal. A nadie se le ocurre en una gran urbe ir saludando a toda persona que se te cruza, ya que prácticamente con todos los que te encuentras son personas anónimas y desconocidas. La cosa cambia si con esas personas te topas en otro ambiente como puede ser en el monte o en una zona con menos tránsito de gente. No sé si será porque el entorno es más hostil, la gente se siente más desprotegida o porqué, pero la verdad es que es ahí donde utilizamos los "Epa", "Aupa" o "Iepa", a pesar de no conocerles de nada. Hace muchos años, en la época de las cavernas, no existía la civilización y por lo tanto la vida del hombres era solitaria, pobre, breve, miserable y bruta. Cuando los hombres salían a cazar y se encontraban con otro de su misma especie, se comunicaban para conocer de primera mano los posibles peligros que había, llámense tyrannosaurus, stegosaurus o allosaurus. Hoy en día, cuando nos encontramos con un desconocido en el monte y le saludamos, el único peligro con el que podemos encontrarnos es con alguna especie de ave, lagartija o topo. También hay un tramo intermedio entre la urbe y la naturaleza donde el humano, al encontrarse con otra persona no sabe muy bien cómo actuar, si saludar o no. En muchas ocasiones nos sale un sonido de la boca poco humanizado. En el deporte y en el baloncesto en particular la relación del entrenador con el jugador también es muy peculiar. Podríamos decir que la zona hostil, por definirla de alguna manera y seguir con el símil, sería la cancha de baloncesto, donde necesitan la ayuda el uno del otro para poder protegerse del adversario, de la táctica del entrenador rival, de las decisiones de los árbitros y del comportamiento del público. Ese es el lugar donde mayor comunicación hay entre ambos. La urbe, metafóricamente hablando, sería cualquier lugar que no tuviera nada que ver con el baloncesto. Puede ser la calle, un cine, un teatro, etc.. En estos lugares, en una gran parte de las ocasiones tanto el entrenador como el jugador cuando se encuentran se sienten unos desconocidos y casi no tienen temas de conversación. El verbo no fluye y los encuentros duran poco. Y la zona intermedia, donde a la gente le entran dudas de si hablar o no, sería en un hotel de concentración, en un avión de vuelta de un partido, en un autobús dirigiéndose a cualquier ciudad o en un staff de pretemporada. Son lugares donde hay dudas de qué es lo políticamente correcto. En muchas ocasiones, el secreto para que un equipo rinda no radica únicamente en que el entrenador sepa mucho de táctica, técnica o preparación física. Simplemente radica en convivir con cierta armonía con los jugadores, y en crear un entorno y un grupo de trabajo donde las relaciones entre los integrantes sean de confianza y donde se utilice el uso de los talentos de cada uno hacia el bien común del equipo. A mi entender hay tres tipos de entrenadores: los autoritarios (centrados en el tema profesional y obviando el afectivo), los democráticos (serio pero abierto a otras opiniones, consecuente, exigente pero comprensible) y los permisivos (eluden o delegan la toma de decisiones). Los jugadores, al igual que los niños, necesitan de alguien que les pongan límites, es decir, que no les dejen hacer todo lo que quieran, pero además que sean flexibles y sociables sin llegar a actuar de forma pausada y relajada. El secreto está en la búsqueda de ese término intermedio.