SHANGHAI - "Nico, todavía sigues liderando el campeonato, así que por esa parte es un consuelo, ¿no?", lanzó el conductor de la entrevista a Nico Rosberg en el podio. "Sí, desde luego, eso está ahí", contestó el alemán, que se apremió a añadir: "no voy a usar la palabra 'todavía', porque planeo mantener eso así". O sea, Rosberg no se bajará por sí solo de la cúspide del Mundial. De su discurso se destila que su equipo no lo frenará. Deberán de propiciarlo otros, como su compañero de filas y único aparentemente capacitado para disputar el título, merced a los bólidos que montan ambos, con tal superioridad que cada jornada laboral invitan a un ejercicio de incredulidad. Porque ni los pilotos de Mercedes dan crédito de lo que acontece. "Para ser sincero, es que simplemente no me puedo creer lo increíble que es el coche, y lo duro que han trabajado todos", afirmó el inglés.
"Los resultados que estamos consiguiendo (cuatro victorias, tres dobletes, liderazgo de todas las vueltas completas hasta ayer y cuatro poles) no son más que la demostración de la verdad verdadera de todo ese duro trabajo", expresaba Hamilton, desde la nube que es Mercedes, el paraíso de la gloria.
Un escenario que invita a lanzar las especulaciones al vuelo, pues con semejante dominio, afloran datos hegemónicos históricos. Este pleno de triunfos que lleva Mercedes en el arranque del curso lo ha vivido otrora Ferrari o Williams, pero en los dos casos con un solo piloto. La marca de Maranello reinó en 2004 con Michael Schumacher, mientras que la casa de Grove lo hizo en 1992 con Nigel Mansell. Y es que el último coche aplastante que asistió a duelos entre sus propios pilotos sin mermar los éxitos del equipo, como sucede en Mercedes, fue en 1988, cuando rivalizaban en McLaren con el modelo MP4/4 Ayrton Senna y Alain Prost, quienes firmaron 15 victorias en las 16 carreras celebradas. Brasileño y francés solo dejaron escapar la victoria de la 12ª prueba, Italia.