Sestao - Más de medio siglo estuvo Cipri en Sestao trabajando de forma artesanal las pelotas. Cada una era un mundo. Era un romántico, una forma de vida. Cuando mediada la primera mitad de la década de los 2000 Punpa irrumpió en el mercado profesional, la tendencia empezó a cambiar poco a poco. Y la pelota de Cipri, tan artesanal, tan suya, empezó a perder cuota. Punpa, desde su taller de Iparralde capitaneado por Ander Ugarte, copó el mercado y Cipri comenzó a capitular. Siempre en Sestao, unido al frontón Las Llanas, en un despacho al lado del rebote, el laboratorio de Cipri quedó varado. Años después, los herederos del pelotero no pudieron reflotar la situación y abandonaron el taller de la localidad de Ezkerraldea. La cosa no estaba para tirar cohetes. La venta de pelotas en el mercado de la mano profesional se convirtió en algo imposible. Ahora, de hecho, Punpa es la referencia de las dos empresas manistas profesionales, aunque la que dio inicio al cambio fue Asegarce, que prescindió en 2005 de los servicios del pelotero vizcaino.

El coqueto taller situado a la derecha del rebote del frontón de Sestao, un emplazamiento lleno de actividad dada la gran implicación de Xabier Sáinz de la Maza con el club Lagun Artea, se quedó solo. Hasta este curso. La firma de pelotas de Iparralde ha instalado un taller en el antiguo bastión de Cipri para volcarse aún más con el mercado de Hegoalde, principalmente con una idea: penetrar en aficionados mediante el proyecto Plekari. Jesús Pérez, expresidente del club sestaoarra y palista aficionado en activo, y su esposa Beatriz García Ortiz son los artífices del tema junto con Ander Ugarte. "Tenemos una gran amistad desde hace bastantes años. Yo vengo del mundo comercial y surgió la idea de expandir el negocio. Tuvimos una idea y no salió entonces", relata Pérez, quien fue presentado por Iñigo Gallaga a Ugarte y surgió "buen feeling". "Él es el mejor en esto", dice el sestaoarra. Hace seis meses, después de que Plekari quedara aparcado hace unos años, entre Jesús, Beatriz y Ander resurgió. Rememora el expresidente del Lagun Artea que "Bea quería trabajar y volvimos a retomar el hilo". Seis meses a diario hasta Azkaine para coser pelotas, ese fue su entrenamiento. "Todos los días me tocaba levantarme a las seis de la mañana para ir a aprender el oficio", admite García. Para coser pelotas y rematarlas.

Al mismo tiempo, el taller de Cipri de Las Llanas quedó vacío porque sus herederos no siguieron en el proyecto y Pérez solicitó al Ayuntamiento de la localidad la licitación del emplazamiento para comenzar Plekari. "Queremos recuperar el legado de Cipri en Sestao", relatan. Así, Plekari sería una especie de "franquicia" de Punpa en Hegoalde, en la que se abastecerá de pelotas, sobre todo, al campo aficionado y a Innpala, operadora de pala profesional, que trabaja estrechamente con ellos. "Plekari será una marca, pero centrada en un target muy definido y su centro neurálgico será Sestao", desvela Pérez, quien añade que "Punpa tiene un 80% de su producción destinada a la mano profesional con una mano de obra limitada y existía una necesidad de ampliar la oferta al mundo aficionado". Las decisiones tomadas vienen porque "no todos los clubes se pueden mover hasta Iparralde para conseguir el material y nosotros lo hacemos a la carta, según las necesidades de cada uno. Y es que tampoco todos los peloteros que continúan haciendo pelotas lo hacen conforme a la legislación. Nuestra intención es abastecer a las Federaciones, en especial a la de Bizkaia, y a los clubes en todas las modalidades".

De esta forma, el laboratorio de Ugarte en Azkaine tendría una función dedicada, básicamente, a las empresas profesionales de mano y al trinkete; así como las modalidades típicas de Iparralde. Entre los proyectos de Pérez y García en el taller de Sestao existe uno principal: "Queremos que todos los niños de Euskadi tengan su propia pelota goxua y que puedan jugar con ella donde sea. Como con los balones de fútbol. Aún no sabemos cómo lo podremos hacer". Asimismo, en una de las estanterías del taller sestaoarra dos pelotas llaman la atención. "Queremos hacer una rojiblanca y otra txuri-urdin", concreta Pérez. Otra de las intenciones es situar el taller de Las Llanas como un "punto neurálgico" en el mapa pelotazale, recuperando el "espíritu de Cipri". "Que se hable de pelota en Sestao y dar facilidades a todo el mundo al tener un taller cercano, sobre todo a Bizkaia", relatan.

De este modo, las metas actuales de Plekari dentro del taller de Sestao, al llevar solamente unos meses en funcionamiento, son "calibrar qué material necesitan nuestros clientes y valorar las cantidades que queremos vender. Es decir, ahora solamente estamos llenando el almacén, porque nuestra intención es la de tener la oportunidad de dar a cada club lo que necesite y dar un servicio integral, que nadie venga a por pelotas y que no podamos servírselas". Eso harán de aquí a septiembre, cuando tienen previsto darle más vuelo al taller. Por ahora, abastecen a Innpala y Lagun Artea, entre otros.

El proceso Las labores de creación de la pelota comienza en Iparralde. En el laboratorio de Azkaine de Punpa todo empieza con un núcleo de plástico que se recubre de látex que "es de fabricación artesanal", analiza Beatriz García. "Ander Ugarte hace su propio látex y no lo compra por ahí. Es lo que da el bote a la pelota", remiendan. Después, se recubre de lana. Es ahí cuando entra en juego una máquina única. "Está fabricada por él y con ella solamente se facilita el hecho de recubrir de lana la pelota. Por mucho que se diga, no es una máquina en la que se meten los ingredientes y salen pelotas como churros", analizan. Todo ese proceso se realiza en Iparralde. Después, el cosido y el prensado está previsto que se divida en los dos talleres.

"A nosotros nos llegan las pelotas con la lana y el trabajo de Beatriz consiste en hacer todo lo demás", espeta Jesús. Todo, mediante unas "pieles de cabra" con diferentes curtidos según convenga, porque las "diferentes modalidades necesitan una hidratación distinta y un curtido diferente". Así, Beatriz mide los ochos que componen el esférico y los cose con mimo al sujetar el cuero con clavos a la base de lana de la pelota después de humedecer bien las pieles para que "se queden blandas". Alrededor de veinte minutos tarda la sestaoarra en coser una pelota. "Siempre a mano", especifica. De ahí pasa a un molde que se prensa manualmente para aplanar las aristas de las costuras y eliminar el relieve.

El siguiente paso es el secado, que también se hace en el taller sestaoarra. "Lo dejamos un día más o menos", cuenta la artesana de Ezkerraldea. A partir de ahí, las pelotas de mano, por ejemplo, se vuelven a mandar a Iparralde, donde tienen que ser sometidas al último paso: tratarlas para que tengan un comportamiento más dócil. "Antiguamente, metían las pelotas en un tambor de lavadora para que se golpearan entre ellas, pero Punpa ha creado otro artefacto para agilizar ese paso", comenta Pérez.