Hay intangibles en el mundo del deporte que también ayudan a conseguir éxitos. El estado de ánimo o el entorno familiar, sin ir más lejos, son dos claros ejemplos de la incidencia que juega lo emocional en cualquier competición, ya sea profesional o amateur. El pasado domingo tuvo lugar en El Parque de la Esperanza de Segorbe (Castellón) el campeonato de España de ciclocrós, una exigente prueba donde participó el vitoriano Javier Ruiz de Larrinaga (Amézaga, 34 años), con toda probabilidad el mejor alavés de todos los tiempos en esta modalidad. Acudió a la cita Larri con la ilusión de un principiante y el temor al mismo tiempo de no alcanzar el objetivo, que no era otro que coronarse campeón después de dos nefastos años marcados por las lesiones y los malos resultados.

Al filo de las dos de la tarde del pasado domingo, después de una hora y tres minutos de sufrido pedaleo sobre la arena castellonense, el ciclista de Zuia se proclamó campeón de España por cuarta vez en su carrera, situándose a solo dos títulos de David Seco y el burgalés Talamillo, dos de las mayores leyendas del ciclocrós español. Con la retirada aún en letargo, es probable que el alavés pueda alcanzar todavía mayores metas hasta hacer de su carrera alho histórico, un escenario que también dependerá de los intangibles. De aspectos como su familia y el entorno deportivo que le rodea, celosamente cercano al corredor y de su máxima confianza. Al margen de su madre Inmaculada, su cuñado, su hermana y amigos, que puntualmente le acompañan en las carreras nacionales -tiene incluso un club de fans-, DNA ha pulsado la opinión de su círculo de confianza para descubrir las claves de sus éxitos; la otra cara de un chaval introvertido que sorprendentemente tiende a transformarse cuando se enfunda el mallot que le suministran MMR y Spiuk. Sólo entonces, domando la bicicleta y bañándose en polvo y barro, es plenamente feliz este alavés, cuya relación con las dos ruedas no es casual.

Ruiz de Larrinaga es sobrino de Txetxu Ibáñez Loyo, exciclista profesional que durante siete temporadas militó en escuadras míticas como ZOR, ZOR BH, Zahor y Lotus Zahor. Precisamente este bagaje y su experiencia en el pelotón, donde aún compite en la categoría de ciclocrós máster, le confieren la autoridad moral suficiente para proteger a su sobrino, a quien acompaña en su exitoso periplo y con quien suele entrenar antes de las carreras. "A Javi siempre le gustó la bici, desde crío. Con tres años ya andaba sin ruedines y siempre trataba de emular en la casa donde vivíamos en Amézaga lo que yo hacía cuando era profesional", recuerda Txutxin, prácticamente recién llegado a casa después del viaje desde Castellón. Lejos de las comodidades propias del ciclismo profesional, ha tenido que volver a conducir de noche una de las dos autocaravanas que conforman el particular circo de su sobrino, que se ha encargado de la otra junto a su cuñado y el resto del equipo.

En ese entorno de maillots, culotes y chinchoneras era difícil que el joven ciclista no acabara dedicándose a las dos ruedas, al igual que su hermana Izaskun, que cuenta también con un palmarés exitoso en el campo amateur. Y recuerda su tío que la culpa de que ambos terminaran en la arena y el barro probablemente fuera suya.

Adiós a kaiku

Del paro al barro

"Yo quería que dominaran la bicicleta cuando eran cadetes y para eso no hay mejor escuela que el ciclocrós", rememora. Sin saberlo, aquella decisión acabaría marcando la carrera deportiva de su sobrino años más tarde. Sus excelentes cualidades como corredor en aquellas primeras carreras pronto llamaron la atención de los técnicos, que finalmente lo incorporaron al Kaiku durante dos temporadas. El salto al profesionalismo, sin embargo, fue sólo un espejismo. Porque concluido su contrato, el teléfono dejó de sonar y la futura promesa del ciclismo alavés se convirtió en historia. "El palo fue duro, pero le ayudó a madurar como deportista", recuerda su tío.

Fue entonces cuando la aventura del ciclocrós se tornó definitiva. Y con ella la batería de éxitos que el de Zuia viene cosechando desde entonces. Asegura su mentor que Larri es metódico, trabajador y con una capacidad "enorme" para controlar la presión. "Por eso encaja mejor los baches que suele deparar el ciclismo, que son muchos", explica por teléfono desde Amézaga.

A ese carácter batallador añade el propio ciclista un perfil humano trufado de humildad y sencillez que mecánicos como Oier Casado agradecen de forma especial. La persona encargada de la puesta a punto de sus bicicletas es, además de su plena confianza, natural de Abadiño y en estos momentos forma parte también del cuerpo de mecánicos del Katyusha ruso. Conoció a Loyo hace ya tiempo, cuando éste militaba en el Kaiku. Tras el salto al ciclocrós, éste decidió poner el cuidado de sus bicicletas en sus manos, que desde hace seis años mima como si fueran una hija. Normalmente dispone de tres, pero al campeonato de España del domingo llevó cuatro. De 7,2 kilos cada una de peso, control eléctrónico en los cambios, un desarrollo de 46x42 en el plato y 12x25 en los piñones y ruedas de un perfil 35 en lugar de 50, especiales para las condiciones del terreno del domingo. "Javi es sencillo, muy sencillo. Opina contigo pero te deja hacer, siempre, y te muestra una confianza que es básica para mi trabajo", reconoce el mecánico vasco, que en estos momentos prepara la próxima temporada del conjunto ruso en Mojácar (Almería).

El último eslabón que cierra el núcleo duro de Larrinaga es su preparador físico, Xabier Artetxe, también de su máxima confianza desde que comenzó en el ciclocrós. Es este profesional el encargado de diseñar y pautar las cargas y volúmenes de trabajo del corredor alavés, que a la prueba del pasado domingo llegó en un mejor momento, "tal y como habíamos planificado", explica Artetxe, que escoge un símil automovilístico para definir a su pupilo: "Es más inteligente que físico, por eso sin tener un motor de gran cilindrada es capaz de dar el 120% con el suyo de diésel". ¿Y cuánta gasolina le queda?, se le pregunta. "Llegó tarde al ciclocrós y además con poco desgaste, así que puede estar aún tres o cuatro años más al máximo nivel".