EN el ranking de las diez mejores jugadas de la NBA del pasado sábado, desplazando del número uno a una canasta a aro pasado de Tony Parker, un mate del renacido Andrew Bynum, un alley-oop del eterno Tim Duncan o un pase por la espalda de Ricky Rubio para que Kevin Love clavara un mate, se coló el jugador más joven de la Liga, un rookie de 18 años enfundado en la camiseta de Milwaukee. En la jugada en cuestión, acaecida en la victoria por 92-85 de los Bucks ante Boston, Giannis Antetokounmpo (16-XII-1994, Atenas) colocó un soberano tapón al celtic Jordan Crawford para, acto seguido, culminar el contraataque de su equipo con un mate a dos manos a pase de Luke Ridnour. Su energía saliendo del banquillo y sus diez puntos, siete rebotes y cuatro asistencias sirvieron para que la franquicia de Wisconsin pusiera fin a una racha de once derrotas consecutivas. El de Antetokounmpo es, probablemente, el caso más sonoro de estallido deportivo que se ha visto en el mundo de la canasta en los últimos tiempos, pues la pasada campaña no era más que un jugador anónimo para el gran público que militaba en el modesto Filathlitikos de la Segunda División. Su nombre saltó a la palestra cuando en diciembre de 2012 el CAI Zaragoza, de la mano de esa gran dupla profesional que forman Willy Villar y José Luis Abós, anunció su contratación para las cuatro próximas temporadas. Entonces, el mundo comenzó a reparar en un portento de la naturaleza de 2,06 metros y larguísimos brazos que podía actuar como base. Bueno, prácticamente jugaba como un todoterreno gracias a su soberbio y explosivo físico. Dirección de juego, mates, tapones, contraataques de costa a costa... El boom del Magic heleno creció como una bola de nieve y los Milwaukee Bucks le seleccionaron en el puesto 15 del último draft, dándole la alternativa de inmediato en la mejor Liga del mundo como alero.
No lo ha tenido fácil Antetokounmpo para llegar a la élite. Sus padres, nigerianos, llegaron a Grecia en 1992 y se asentaron en el suburbio ateniense de Sepolia, donde nació Giannis dos años después. Siempre fueron la única familia negra del barrio y muchas veces tuvieron que soportar las miradas de recelo y el racismo al que se enfrentan día a día los inmigrantes. Su madre, Victoria, se dedicaba a cuidar niños mientras que su padre, Charles, que llegó a tener un breve pasado como futbolista profesional, trabajaba como electricista. Pero su situación laboral careció siempre de continuidad y los Antetokounmpo tuvieron que cambiar varias veces de apartamento siempre a la búsqueda de un alquiler más barato -sufrieron incluso algún desahucio-, aunque nunca dejaron Sepolia. Giannis y su hermano Thanasis, dos años mayor que él y desde hace un mes jugador de los Delaware 87ers de la Liga de Desarrollo, demostraron un don innato para el deporte desde su niñez. Se enamoraron en primer lugar del fútbol, pero hace seis años fueron reclutados por el modesto Filathlitikos para jugar en sus categorías inferiores. Eran dos portentos físicos que destacaban por encima de los demás, pero su principal problema radicaba en que muchas veces tenían que saltarse entrenamientos y partidos porque, con la crisis haciendo mella en el país, sobre todo entre los inmigrantes, y sus padres desempleados no quedaba otra que colaborar con la economía familiar vendiendo bolsos, relojes y gafas de sol a los turistas por las calles de Atenas. "Había días en los que nuestra nevera estaba totalmente vacía. Cuando no podíamos vender la mercancía no teníamos nada que comer. En los meses buenos conseguíamos lo suficiente para comprar comida y pagar los recibos de la luz y el agua", reconoció recientemente el jugador en The New York Times.
En esa complicada época de su vida fue fundamental la aparición de Spiros Velliniatis, ojeador del Filathlitikos. No solo convenció a los hermanos para jugar al baloncesto e incorporarse al club sino que consiguió trabajo a su madre y convenció a varios directivos para que cubriesen las necesidades básicas de la familia. Así, Giannis y Thanasis, que al principio se turnaban para jugar porque debían compartir las únicas zapatillas de deporte que tenían, fueron progresando y el pequeño no tardó en eclipsar al mayor. La pasada campaña, Giannis compatibilizó el equipo junior con el profesional. En el primero, su dominio era insultante pues desde su atalaya de 2,06 metros ejercía de base y dominaba el juego a su antojo; mientras que en el segundo, como alero, amasó unos interesantes promedios de 9,5 puntos y 5 rebotes. El CAI fue el primero en echarle el lazo -con una cláusula de salida para la NBA- aprovechando que los grandes clubes griegos no se decidieron a ficharle porque hasta mayo no tuvo la nacionalidad griega. En el arranque de 2013 su nombre y sus vídeos comenzaron a ser conocidos y el modesto pabellón del Filathlitikos, con capacidad para 500 espectadores, comenzó a ser visitado por numerosos emisarios yankees. Desde Danny Ainge (Boston) hasta Danny Ferry (Atlanta), pasando por Sam Presti (Oklahoma). Todos querían comprobar en vivo si eran verdad los elogios que había desatado el fenómeno griego. Les gustó lo que vieron y Milwaukee apostó por él en el draft. Tras once partidos jugados, promedia 5,3 puntos y 3 rebotes en 15 minutos de juego. "Aún hay más cosas que puedo hacer y la gente no lo sabe. Las iréis viendo según avance la temporada", dijo el sábado tras protagonizar la mejor jugada de la jornada.