SI se habla de piedras en Euskadi, inevitablemente todo el mundo pensará en los espectaculares desafíos de los harrijasotzailes. Insertados desde tiempo inmemorial en la tradición vasca, estos gigantes del deporte no son, sin embargo, los únicos que recurren a estas moles como compañeras en su actividad deportiva. Con muchos menos años de vida por estas tierras pero con un origen igualmente ancestral, una disciplina diferente se abre paso con fuerza. Y sus mejores representantes, presumen de label alavés. Para quienes todavía no hayan conseguido descifrar el enigma, hablamos de curling, ese deporte en el que se lanzan piedras sobre el hielo para que se deslicen hasta un punto mientras unos esforzados barrenderos les abren camino con mayor o menor intensidad en función de las necesidades del momento. Pues bien, en el club Iparpolo de Vitoria se encuentran los curlers más destacados de España, alguno de los cuales disputa desde el día 22 y hasta el 30 el Europeo de la especialidad.

Sin embargo, y al margen de los notables logros conseguidos en la alta competición, la verdadera historia de estos precursores se encuentra precisamente en eso, en su condición de pioneros. Porque, ¿a quién se le ocurre comenzar a practicar un deporte sin la más mínima tradición por estos lares y que, para colmo, requiere de una logística considerable?

Pues a unos padres aburridos. Por sorprendente que parezca, ese es el origen de los actuales reyes del curling en España. Corrían los primeros años del nuevo siglo y en la cafetería de la antigua pista de la calle Logroño un grupo de progenitores mataba en torno a un café el tiempo perdido mientras sus hijos practicaban patinaje artístico. De esa acumulación de horas de espera y conversación surgió la inquietud de tratar de encontrar una actividad a la que poder dedicar ese tiempo sin tener que renunciar al ocio conjunto en familia. Y, gracias a una pequeña ayuda de la televisión -que retransmitía una competición en ese momento-, se encendió la bombilla de la inspiración. ¿Por qué no hacemos curling?, preguntó alguien. Dicho y hecho. Lejos de cuestionar una ocurrencia aparentemente un tanto peregrina, la propuesta fue recibida con entusiasmo y la piedra empezó a deslizarse sin detenerse hasta el día de hoy. Claro que el movimiento no se produce ni mucho menos solo, sino porque alguien se encarga de proporcionar el costoso empujón inicial y mantener el esfuerzo después.

Es ahí donde aparece un nombre propio -sería más correcto decir un apellido- fundamental en el origen y el desarrollo de toda esta aventura. Los Vez. Porque el curling vasco no sería lo que es en la actualidad ni podría entenderse sin la presencia de esta singular familia. Dos hermanos -Sorkunde y Alberto-, sus respectivas parejas -Manuel García y Estrella Labrador- y los hijos de ambos matrimonios -Irantzu y Gontzal García y Sergio Vez- constituyen, enrolados en el club Iparpolo vitoriano, el núcleo duro de este deporte. Los vástagos, fueron los causantes pasivos del nacimiento de esta pasión al comenzar a practicar patinaje sobre hielo. Sus padres, los activos al buscar alternativas a la monótona espera en la cafetería. Una década después, los patines están absolutamente olvidados, dominan habitualmente las competiciones estatales y participan asiduamente en las internacionales con notables resultados.

Sin embargo, como sucede casi siempre, los comienzos no resultaron en absoluto sencillos. "Cuando se nos ocurrió la idea fue todo un poco locura. De entrada te metes en ello pero no eres consciente de todo lo que va a suponer. Vimos la posibilidad de hacer algo juntos y aprovechar el tiempo que antes perdíamos y lo intentamos", recuerda Alberto Vez. De esta manera, entre febrero y marzo de 2003 se cumplimentaron todos los requisitos legales para dar de alta a un nuevo club, el Iparpolo, que inicialmente iba a compaginar el patinaje con el curling. Sin embargo, pronto quedó claro que la nueva modalidad había ganado por completo la partida y se dedicaron en exclusividad a ello.

Pero claro, una decisión así requiere de unos cuantos condicionantes más. "El curling no es como otros deportes, por ejemplo el fútbol, que prácticamente sólo necesitas una pelota para jugarlo. En nuestro caso, para empezar, hace falta una pista de hielo y, para seguir, un equipamiento específico. Piedras, ropa y calzado especial, las escobas... Evidentemente, nosotros no teníamos nada de eso en aquel momento", reconoce Alberto, que reside junto a su familia en Basauri y se desplaza a Vitoria para entrenar junto al resto del equipo.

Pero ni esas notables carencias fueron un obstáculo insalvable para los Vez. "Al principio estuvimos yendo durante bastante tiempo a Donosti a entrenar. Contactamos con el Txuri Berri y conseguimos que nos dejaran usar sus piedras para empezar hasta que pudimos adquirir nuestro propio material. Como no teníamos tampoco el calzado apropiado, poníamos en la suela papel film del de usar en la cocina para resbalar. Pero bueno, poco a poco hemos conseguido ir mejorando", evoca con una sonrisa en los labios el patriarca de la rama vizcaína de la saga.

A la vista de los resultados, todos esos esfuerzos -al margen de su propia actividad imparten cursos de formación para jóvenes y adultos (en el club cuentan ahora mismo con algo más de una veintena de integrantes) y tratan de captar nuevos practicantes- no han sido ni mucho menos en vano. De esta manera, su hijo Sergio (13-5-1994), estudiante de segundo curso de Ingeniería Industrial, es una de las estrellas de este deporte a nivel nacional. Lo mismo puede decirse, en categoría femenina, de la mayor de los descendientes de la otra parte de la familia, Irantzu García (14-7-1992). Pero cuando de verdad brillan de manera especial es cuando ambos primos compiten juntos en la modalidad de dobles mixtos. Ahí conquistaron su mayor éxito internacional, nada menos que el cuarto puesto en el Mundial celebrado en Rusia en 2010, y es donde mejor demuestran las enormes cualidades que tienen para este deporte, en el que todavía les queda un largo y brillante futuro por delante.

Y es que la longevidad de los practicantes es precisamente una de las características que confieren al curling un carácter especial. "Aquí se puede estar compitiendo sin problemas hasta con más de sesenta años. No hay diferencia por edades y eso genera un ambiente muy bonito. Nosotros normalmente siempre somos los más jóvenes, así que nos queda mucho tiempo para ir cogiendo experiencia y poder mejorar", apunta Sergio. Otra, es el fair play que habitualmente rodea a todas las competiciones. "Al finalizar cada partido, el equipo que gana invita al que ha perdido a tomar algo y normalmente no hace falta casi que esté presente el árbitro en los encuentros, los propios jugadores se ponen de acuerdo sin problemas", incide el joven curler.

Irantzu, que compagina sus estudios de Medicina con la práctica de este deporte, por su parte, apunta a una de las claves del posible éxito de esta todavía poco conocida disciplina al mismo tiempo que pone de relieve las carencias que a día de hoy le impiden disfrutar de un mayor desarrollo entre nosotros. "Desde el momento que lo practicas por primera vez el curling engancha. Es apto para todas las edades, no se requiere una forma física especialmente buena y comienzas a notar los progresos pronto. En nuestro caso, el problema para que se pueda subir más el nivel es la falta de instalaciones específicas. Aunque comparados con el resto de España no nos podemos quejar porque tenemos el BAKH, haría falta una pista específica de curling, que no tienen nada que ver con las de patinaje, para poder hacer entrenamientos de calidad. Países que han empezado a practicarlo tiempo después que nosotros nos han superado porque tienen esas pistas, pueden trabajar y los resultados llegan".