únicamente se le resistió una bestia parda de 107 kilos y dos metros de altura llamado Tarron Williams, cuyo amplio bagaje en las ligas menores estadounidenses constituyó una losa insuperable. Sin embargo, su derrota en la final y el consiguiente subcampeonato no desmerecen la antológica actuación firmada por Sergio de la Fuente en el Red Bull King of the Rock. El gasteiztarra, afincado en Valladolid desde pequeño, se quedó el pasado sábado a las puertas de convertirse en el mejor jugador mundial de baloncesto callejero. Un segundo puesto que, sin embargo, le supo a gloria en un escenario incomparable como el patio central de la antigua prisión de Alcatraz, engalanada para acoger la cuarta edición de un evento que quedará marcado a fuego en la retina de este joven de 23 años cuyo padre, Félix, militó en las filas del Baskonia durante la temporada 1986-87.
Si algún club de la Liga ACB o, en su defecto, de la Adecco Oro necesitaba alguna evidencia más para tentar con una proposición a este escolta sin un lugar donde poder exhibir su calidad, las dudas deben haberse disipado. La galopante crisis de la que no ha escapado el mundo de la canasta depara casos insólitos como el de Sergio, ganador en su día de varias medallas con la selección española en categorías inferiores, antiguo integrante de entidades históricas como el Breogán o el Valladolid y ahora tristemente en el paro sin que alguien le brinde la oportunidad de hacer lo que más le gusta gracias a la influencia de su progenitor.
El pasado ejercicio militó en la EBA y esta desesperante situación le llevó a aceptar el desafío de mostrar sus habilidades en otra modalidad apasionante con unas reglas especiales que permiten, en ocasiones, el excesivo contacto físico o el desmedido uso de manos y piernas en defensa. Lejos de sufrir los rigores de este cambio tan pronunciado, Sergio se ha adaptado sin problemas. Lo demostró primero en Córdoba, proclamándose en julio campeón a nivel estatal y batiendo a Pedro Cuesta, el dominador de las últimas ediciones.
Sin embargo, en mitad del mar en la bahía de San Francisco, el listón de la exigencia se elevaba varios centímetros al medirse a los 63 mejores especialistas del mundo. La competencia era feroz con la presencia de rivales americanos, rusos, brasileños, turcos, serbios, italianos... El vitoriano fue superando rondas y, al mismo tiempo, se vio favorecido por la tempranera eliminación de algunos de los favoritos, como Izeah Clutch Bowmann, el bicampeón de 2011 y 2012, Hugh Baby Shaq Jones y el checo Lukas Kraus, finalista de la pasada edición.
En la gran final, no pudo culminar su labor al topar con el corpachón de un angelito estadounidense que le superó básicamente por su mayor capacidad física. "Ha sido increíble. La final fue dificilísima. Ya sé que de los segundos no se acuerda nadie, pero para mí esto será inolvidable", recalcó orgulloso De la Fuente, que se embolsó por el subcampeonato un suculento premio de 10.000 dólares pero, sobre todo, el reconocimiento de todos los curiosos espectadores que se dieron cita en un carismático recinto que durante casi tres décadas fue el destino de los criminales más peligrosos.
Entre los rostros conocidos que se dieron cita en La Roca, reconvertida para la ocasión en una pista made in NBA, sobresalió uno: Blake Griffin. Sergio tuvo incluso el honor de fotografiarse con la rutilante estrella de los Clippers en una velada que debe suponer un punto de inflexión a la hora de encontrar un equipo de elite que apueste por sus servicios. Seguro que esta gratificante experiencia no podría suponer un mejor regalo para celebrar este miércoles sus 24 primaveras.