"Con 42 años yo no seré ciclista", dijo Nibali un día de la Vuelta cuando le preguntaron si le sorprendía lo de Horner, que, tan mayor, estuviera ahí. No todos lo tienen tan claro como el italiano, que no es tan joven, 29 años hará en noviembre, pero subido ayer al podio de la Cibeles entre el americano, 41 tacos, y Valverde, 33, pudo sentirse como el chaval que dice ser Horner cuando se cuestiona día tras día desde su victoria en el Mirador de Lobeira, tercera etapa, hasta ayer mismo en Madrid, la verosimilitud de su hazaña, un caso extraordinario en el ciclismo, donde nunca antes un corredor de esa edad, ni nadie cercano a los 40, había ganado una de las tres grandes.

Si se le pregunta a un médico, o a un fisiólogo, gente que conoce los misterios del cuerpo humano, lo que se cuece ahí dentro, la explicación no está exenta de la indignación del sabio que tiene que hablar de algo tan básico como que la edad, el paso del tiempo, no afecta ni a la resistencia ni al rendimiento de un deportista. Que el único secreto de la longevidad, lo que hace diferentes a tipos como Voigt, un mes mayor que Horner, a otros como Garate que correrá el año que viene con 38 años, no es más que una cuestión de hábitos saludables como vigilar la alimentación, ser metódico en la preparación y, sobre todo, no perder la ilusión. O, lo que es lo mismo, ser feliz. Con eso basta para resistir el paso de los años. Lo dice, entre otros, Markel Irizar, escudero de Horner en la Vuelta, que lo pasó peor de joven, cuando tropezó con el ciclismo profesional que no era lo que había soñado, que ahora, con 33 años y tres más de contrato con Trek, que piensa que todo aquello que pensaba era un error, que el ciclismo no es soportable con la mentalidad europea de la obsesión por el entrenamiento y el descanso porque la vida en esa burbuja ciclista, sin nada más que llevarse a la boca, agota. "Y la gente acaba retirándose cuando sus físicos están aún intactos porque su mente les dice que son viejos. Resistir en el ciclismo no es tanto una cuestión física como mental". Porque disfruta siéndolo sigue siendo ciclista Zubeldia, 36 años y dos más de contrato con el Trek. Y así, Garate, que habla un día de la Vuelta de un fenómeno que está transformando un pelotón cada vez más viejo. Envejece porque cada vez hay ciclistas que despuntan antes. Jóvenes que no saben por dónde les da el aire y necesitan a su lado, "a viejos como nosotros que les aconsejen", explica el irundarra. La felicidad, explica Horner y los que le conocen, es la que le mantiene tan joven. "Mi cabeza es buena para la bici", dice el americano. Y para ser feliz y seguir siendo ciclista, necesita olvidar que lo es. Por eso come hamburguesas del McDonalds en lugar de pechuga a la plancha, o se bebe dos litros de Coca-Cola al día y Mars y Snickers y esas cosas. "Nos rompe las teorías", reconoce a Biciciclismo Josu Larrazabal, preparador vasco del RadioShack; "las hamburguesas las come, pero, claro, con un exhaustivo control de calorías". Así, con felices que lo son siendo ciclistas envejece el pelotón mientras van llegando jóvenes con talento como, claro, Nairo Quintana, pero también Barguil, espigado y elegante, o Elissonde, pequeño y bravo, dos chavales franceses que han seducido en la Vuelta donde no ha asomado ninguna promesa estatal que asegure un relevo para Valverde (33 años), Purito (34) o Samuel (36).