Dice Jorge Lorenzo en una de sus cuentas en las redes sociales, como lema de vida o advertencia para navegantes, que "la frustración llega la mayoría de las veces por no pelear lo suficiente". O sea, se viene encima cuando uno puede dirigir reproches hacia uno mismo. Giorgio se ha visto obligado a reinventarse. Otrora era un piloto de proyección ascendente, un tipo cuya adrenalina crecía mientras descendía el índice de gasolina en el tanque de su Yamaha, un piloto al que una imprecisa salida o una discreta calificación sabatina en nada condicionaban su actuación dominical. Sin embargo, la competencia contemporánea se ha multiplicado, con Marc Márquez dando bocados a la historia y Valentino Rossi, que aunque a la sombra, intercede como lo hizo ayer cortando al debutante y privándole de opositar al triunfo -y sin ello, quién sabe si ayer estaba Márquez para batir a Lorenzo-, y es tremenda. Esto ha obligado al mallorquín a reprogramarse, a reconducir o ampliar su gama de estrategias, diferentes métodos aplicados, porque solo así podrá sentir que pelea lo suficiente por reeditar su título mundial, al cual, como describía en la previa de la carrera del Gran Premio de San Marino, solo podría brindar opciones de vida con victoria no solo en Misano, sino también en Aragón dentro de dos semanas. Ese camino de autoanalítica ha desembocado en un tipo más poderoso, depurado, camaleónico y ejemplo de tenacidad.
Lorenzo, cuyas primeras medias partes de carrera eran de sol y playa, indeterminantes al atacar el desenlace, con los tiempos que corren -Honda ha venido siendo superior todo el año- propone maratones que arrancan con esprines. Es ultrafondista y velocista a partes iguales, fundidas las características de uno y otro para hacer de los circuitos el infierno del monte Calvario.
La endiablada propuesta, que persigue el castigo hasta la extenuación, le valió ayer en Silverstone y arrojó sobre el asfalto sanmarinense más de lo mismo. Aunque esta vez no estuvo Márquez para apretar tuercas; ayer fue inapelable, un ejercicio al amparo de la soledad del crono, rodando contra uno mismo, contra la capacidad concentración.
Ya con el disparo luminoso del semáforo Lorenzo asumió el mando. La Yamaha era un obús, una especie de misil tierra-aire de visto y no visto; en dos abrazos al circuito Marco Simoncelli de Misano se cobraba la renta de dos segundos de ventaja. Pedrosa encarnaba el intento de enlace del grupo, pero este retenía las ansias e ímpetu de Márquez, tercero entonces, y Rossi, cuarto el italiano después de ser sancionado Aleix Espargaró con un paso por la recta de los garajes. El catalán se adelantó a la salida.
El ritmo de Lorenzo, que era liebre pero con exigencia de campeón, provocó la voluntariosa reacción de Márquez, que en la vuelta 24 de las 28 pactadas para la prueba se lanzó a por Pedrosa. El intento, nada reprimido y mal medido por el rookie, le condujo a colarse. Un error que a la larga le privaría de cualquier oposición al triunfo, pues para cuando se instalaría segundo restarían 11 vueltas y Lorenzo frotaba ya casi 3 segundos de margen que resultarían insalvables. Si bien, antes de ello debería reducir a Rossi y Pedrosa.
Giorgio, estrenando su máquina el cambio seamless que tanto envidiaba de la Honda (es un mecanismo que hace la función de un doble embrague que está prohibido en MotoGP y que permite que el motor no pierda en la entrega de potencia en el punto intermedio del cambio entre marcha y marcha), rodaba enemistado con el reloj, buscando sostener su endurecimiento de la carrera. Consistente, bestial. De hecho, no cedería en su fortificación de 2.5 segundos para la defensa del tesoro de la victoria. Entre tanto, Márquez iría endulzando su situación en el Mundial: primero doblegaría a Rossi -a 16 vueltas del final- y luego a Pedrosa -a 11 de ver la bandera ajedrezada-; SuperMárquez penetró ante Dani como lo haría un hacha de carnicero sobre la piel de ternero.
El contexto hizo que Márquez dijera basta. Incluso que se relajara en su empresa de recuperar lo perdido con su error, pues Pedrosa le metió la rueda y este respondió al instante. Lance ocurrido a 7 vueltas del término, pero la distancia con Lorenzo, que sumaría su quinta victoria, era eterna como para lanzar un órdago. En la Honda viajaba el empeño de título y Márquez, que aterrizaba en Misano con 30 puntos de margen sobre su inmediato perseguidor se regocija ahora con 34 y solo cinco carreras para el coronamiento. Eso sí, ¡ojo!, sabe que Lorenzo luchará sin parangón hasta la extenuación para así, al menos, evitar su frustración.
Jorge Lorenzo rueda durante los primeros compases del Gran Premio de San Marino ante Dani Pedrosa y Marc Márquez. Foto: afp
Efrén es 12º; Espargaró y Rins vencen
El piloto bilbaino Efrén Vázquez dio por buena su duodécima posición en el Gran Premio de San Marino, según dijo, como mal menor debido a la aparición de unos problemas mecánicos que a punto estuvieron de hacerle abandonar la carrera. El de Rekalde pudo finalmente, después de llegar a caer hasta la décimo octava plaza, sumar unos puntos para el Mundial y por ello quedó satisfecho, tras estar expuesto al cero. Con este resultado Efrentxu permanece décimo en el Mundial de Moto3, a 8 unidades del octavo clasificado y a 20 unidades del séptimo escalón. En el debate por la victoria, Álex Rins rodó con inteligencia dejando hacer a Maverick Viñales en una liza de dos contendientes hasta que a dos vueltas para el final gestó su triunfo, el cuarto del año. El líder Salom, mientras, fue cuarto. 'El Mexicano' posee una ventaja de 18 puntos sobre Viñales y 21 sobre Rins. Por otro lado, en Moto2, Pol Espargaró puso morbo para el campeonato con una victoria que le permitió recortar 15 puntos al líder Redding, que fue sexto en Misano. Merced a este bocado, ahora son 23 los puntos que le separan de la corona de la categoría intermedia.