Oviedo. Qué cosas tiene la Vuelta. Nadie creía que Horner pudiera ganarla salvo él, que lo venía avisando desde el principio sin que nadie le hiciera mucho caso como si todos pensasen que el 'abuelo' chocheaba, y al salir el americano de líder del Naranco, donde volvió a sucumbir Vincenzo Nibali para dejarse su piel roja que se le ha ido cayendo estos días de agotamiento e impotencia que empezaron en Formigal y no acaban para él hasta hoy que se sube el Angliru como cima culminante de la tortura, ahora ya nadie cree que pueda perderla. Ni él mismo, que no se deja seducir por la prudencia formal y complaciente de los líderes, las frases tímidas y el falso respeto. "Tengo las piernas fantásticas, y, si están igual mañana, no pienso perder este maillot", dijo el americano tras volver a recuperar el jersey de líder al meterle seis segundos al italiano, que se queda a solo a tres, pero lejos, muy lejos, de su segunda Vuelta. Tan imposible como que resucite, muertito que va, hoy en el L'Angliru, un infierno.
Qué cosas las de la Vuelta que, será que es septiembre, hace temeroso al valiente y tacaño al ambicioso. Purito es de los que no se arruga, hay que dejarle bien muerto para que arroje la toalla que no tiró en el Tour hasta que, cabezota, echó del podio a Contador en la última etapa. Y, sin embargo, ayer, de camino al Naranco por terreno quebrado y verde, primero el cántabro, luego el asturiano, quiso rendirse. "Juro que no daba un duro por mí". Le dolían las piernas. Y la cabeza. No confiaba. No hay peor cuesta para un ciclista. Así, San Emiliano, un tercera, le pareció al catalán el Mortirolo y la Manzaneda, otra subidita, tanto o más. Derrotado, "no daba un duro por mí", mandó a su ejército que levantara el pie, que se apartara y dejara que se marchara la fuga, numerosa como todos los días, con gente dura y buena como Boasson Hagen, o jóvenes como Herrada, conquense como Ocaña. También Gorka Verdugo. O Mendes, el portugués del NetApp que fue el que más aguantó, hasta casi arriba del Naranco. Pero no lo suficiente.
Porque a Purito su equipo no le hizo caso cuando le dijo que se rendía, que el dolor de piernas era mucho dolor y que no apostaba ni un duro por él. Le contestaron que nada de eso, que ellos sí creían, que había que intentarlo, que, seguramente, era la última oportunidad y que apostaban por él los rublos que hicieran falta.
Purito escuchó. A su equipo y a los que le decían por ahí cómo era el Naranco, la cuesta asturiana con más poso ciclista que nunca había subido. Con lo que le contaban fue dibujando su paisaje y su pendiente. Entre los consejos, los de su padre. "En realidad, él me dice la táctica cada día. Si fuera por él, habría ganado ya la Vuelta", bromeó Purito, que es como es, ciclista, ambicioso, luchador, buen chico, sencillo y respetuoso, gracias en parte a su padre, a lecciones como la de aquel día de chaval que se enfadó por no ganar una carrera, lloraba porque le habían cerrado, y su bicicleta acabó metida en un contenedor de basura, castigada por un buen tiempo hasta que aprendiera a perder.
Ataque a un kilómetro Ayer, cuando no creía, le enseñaron que podía ganar. No se sabe muy bien quién, pero alguien le dijo que los últimos 500 metros del Naranco eran llanos, de meter plato y esprintar. "Por eso he atacado donde he atacado". A un kilómetro, cuando el pelotón, lo que quedaba de él, pisaba los talones a Mendes y aspiraba a Herrada. Cuando, también, Roche y Scarponi se daban prisa por lanzarse a por la etapa. A todos pasó Purito como un proyectil, sin que Nibali, Horner y Valverde hicieran nada por seguirle. "Arranqué como si la meta estuviese a 500 metros", contó luego el catalán; "y desde allí, en el llano, a zapatazos hasta la llegada". Le sobró tiempo para celebrarlo pese a que por detrás había arrancado Samuel luchando por su etapa, la de casa, sin estar muy convencido de ello y por eso, quizás, tarde. Como Ulissi y Dani Moreno. Ninguno llegó hasta donde Purito.
Qué cosa más complicada la cabeza. Se enciende y se apaga con un clic. La de Purito estaba apagada, no daba un duro por él, y en meta se volvió a encender. "Ahora puede pasar de todo", dijo cuando le preguntaron por el Angliru, donde se acaba hoy la Vuelta. "No se puede decir que esto está acabado porque las distancias en el Angliru son más grandes que en cualquier otro puerto. Y es cierto que si el ciclismo fuera una tabla matemática, sumaríamos dos más dos y nos daría que Horner será el ganador, pero, claro, no es el caso, estamos hablando del Angliru y nos podemos esperar cualquier cosa", reflexionó Purito para acabar apostando por él el duro que no puso antes del Naranco. "Más lejos estaba en el Tour y no tiré la toalla. Tengo que luchar. Y tengo confianza en mí", proclamó.
Horner también confía en que sus piernas no se doblen subiendo el Angliru para retener el maillot rojo que le quitó a Nibali en el reprís final del Naranco, tras la explosión de Purito, donde el italiano boqueó como un pez fuera del agua. Son tres segundos los que ahora le lleva el americano. A 1:06 está Valverde, que, como el catalán, que está a 1:57, no da la Vuelta por perdida.