vitoria. EL magnífico atrezzo que acompañó la puesta en escena de Gareth Bale, fichado por el Real Madrid por una cantidad obscena que se balancea entre los 90 y 100 millones de euros, simboliza el último acto megalómano de una competición delirante, que no se sostiene en el balance de cuentas y que únicamente encuentra sustento en la vociferante propaganda que vertebra el torneo. Nada queda de aquella vitrina futbolística bautizada como la Liga de las Estrellas, icono del despilfarro de la España enladrillada. El masivo trasvase de inmigrantes con maletas de Louis Vuitton a destinos con mayor músculo financiero refleja la extinción de aquel cosmos que algunos imaginaron infinito. De aquella visión onírica, una fantasía, solo resiste el lujoso escaparate del Madrid y el Barcelona, cebado por el dinero de las televisiones, cuyo desigual reparto ha generado una aberración: un torneo inservible en lo competitivo. Nadie puede discutirles la corona en el largo recorrido, imposible seguirles el rebufo. Por eso el cromo de Bale, el de Neymar, el de Messi o el de Cristiano Ronaldo no dejan de ser los pósters de una fachada de cartón piedra.
El señuelo, el reclamo de semejante neón, magnífico para sus hinchadas, para las televisiones y para el debate exaltado del puente aéreo, no alcanza, sin embargo, para dotar a la competición de atractivo alguno. Esa llamada no es suficiente para sostener el deterioro del fútbol español. Como producto, la Liga se encuentra inmersa en un peligroso declive y ha perdido pujanza respecto a la Premier League o a la Bundesliga, referentes indiscutibles del continente. El torneo inglés es un imán para los jugadores, que saben de las miserias del mercado estatal. Solo Madrid y Barça pueden embarcarse en grandes fichajes y el resto de clubes se ve abocado a vender por la asfixia económica que padecen en la tesorería.
El fútbol inglés se ha convertido en un puerto refugio, pero no solo para los grandes nombres, sino también para la clase media. Al Manchester City llegaron Jesús Navas y Negredo, claves de bóveda del Sevilla, que también tuvo que ceder a José Campaña, fichado por el Cristal Palace. Luna, que reforzará el Aston Villa, y Luis Alberto, contratado por el Liverpool, también abandonaron el Pizjuán. Al Betis no le fue mejor y fue testigo de la marcha de Adrián al West Ham, mientras que Cañas y Pozuelo llegaron al Swansea. Del último embarque también aterrizaron en la Premier Amorebieta, al Fullham, Joel, del Atlético de Madrid (Everton), Muniesa, del Barcelona (Stoke City), Jordi Amat, del Español (Swansea), Iago Aspas, del Celta (Liverpool) o Gerard Deulofeu, del Barcelona, cedido al Everton. Si bien el torneo inglés es el mayor captador de talentos españoles, también ha asomado Alemania como destino. El Bayern ha acogido a Thiago Alcántara, que dejó el Barcelona para comandar el centro del campo del club bávaro, una entidad con enorme capacidad financiera y que revolucionó el mercado cuando anunció la contratación de uno de los entrenadores más influyentes del mundo, Pep Guardiola, síntoma inequívoco de la pujanza de unos y otros. El efecto tractor de la Premier, también está impreso en la genética de la Bundesliga, un torneo perfectamente prensado en lo futbolístico y en lo mercantil después de aplicarle la receta del rigor contable para sanearlo de los desmanes del pasado.
reclamo empresarial No existen dudas de que los futbolistas y los aficionados sintonizan en esos campeonatos. Tampoco que las inversiones de las empresas, vía sponsorización de los clubes y de los propios estadios a los que bautizan con sus marcas, alimentan la idea de dos torneos bien confeccionados desde los cimientos y que se expanden con éxito no solo en el césped sino también fuera de él. El reparto televisivo es infinitamente más equitativo, las entradas notablemente más baratas (las de España, con 53 euros de coste medio son las más caras: la Premier las vende a 44 euros y la Bundesliga a 30) y los horarios de los partidos se acoplan a los usos y costumbres de el país. Esas características contribuyen, sin duda, a que el producto resulte interesante, más competitivo y seduzca a las compañías para que decidan invertir importantes sumas de dinero en él.
Además de los llenazos en los estadios, ambos torneos lucen una asistencia media por encima del 90%, -20 puntos por encima del público que se enrosca en el 70% alrededor del fútbol español-, todos los equipos que componen tanto la Premier League como la Bundesliga cuentan con patrocinadores en sus camisetas, un detalle más que abona la sensación de una competición que muestra una salud envidiable y un producto tentador para los anunciantes, que observar en el fútbol un buen escaparate en el que dejar huella y dar a conocer sus productos. Ni en Alemania ni en Inglaterra existe camiseta alguna sin publicidad, una excelente forma recaudatoria para los clubes. Los seis primeros equipos de la Premier ingresan por encima de los 14 millones de euros anuales por la publicidad en sus casacas (desde los 35 millones del Arsenal a los 21.600.000 del Chelsea). En la Bundesliga, los cuatro primeros están por encima de los 15 millones de ingresos anuales por este concepto. El Bayern se lleva 30 millones, el Wolfsburgo rasca 20, el Schalke suma 16 y el Borussia Dortmund alcanza los 15. Afortunadamente, las empresas no solo se fijan en los más laureados. Los modestos también encuentran vías de financiación alquilando las pecheras de sus zamarras a las distintas marcas.
Nada que ver con la competición española, donde los sponsors, de procedencia árabe (Qatar y Emiratos) se concentran en las elásticas de Barcelona y Real Madrid, dos poderosas luciérnagas en la noche oscura del torneo. Los catalanes perciben 30 millones de Qatar Airways, mientras los blancos reciben 25 millones anuales de Fly Emirates. Del resto, el Atlético consigue 12 millones de Azerbayán. A partir de esa cantidad, el salto es enorme. El Valencia logra 3, el Villarreal 2,5 y el Athletic percibe 2 millones, más incentivos, de Petronor. Los demás patrocinios están por debajo del 1,5 millones. De cualquier manera, no son los equipos peor parados en una Liga donde resulta cada vez más complicado obtener un patrocinador para la zamarra. Es más, las camisetas sin mácula no son una excepción. La Real Sociedad, que disputa la Champions League o Sevilla y Betis, presentes en la Europa League, no tienen patrocinador para la camiseta. Granada, Rayo y Valladolid también están sin sponsor y el Málaga no recibe compensación alguna por el logo de la UNESCO.
un enorme agujero Más próxima al modelo del Calcio -el partido por la tele en lugar de en el estadio- la Liga se está quedando en los huesos, muy alejado como producto de categoría premium. Eliminada la emoción por el título desde hace años, convertido en un burocrático reparto entre blancos y blaugranas, el torneo resulta indigesto por la falla que separa a Barcelona y Madrid con el resto de aspirantes. Arrancada la pasión, la resignación gobierna entre los aficionados, cada vez más reacios a abonar por una mercancia defectuoso, deficitaria en emociones. Esa manifiesta desigualdad, el precio desorbitado de las entradas, (asistir al estadio de Los Cármenes para el Granada-Madrid de la segunda jornada debían abonarse entre 75 y 145 euros), los horarios surrealistas, encajonados para la televisión, alejan a los aficionados de los estadios. La asistencia media en los campos de fútbol españoles bordea el 70%. La presencia de seguidores en los estadios se redujo una vez más y es dos puntos inferior respecto al curso anterior. Desde entonces, nada ha cambiado de manera sensible, -el torneo se disputa con las mismas coordenadas, con similares premisas -así que nadie espera que en la presente campaña, bajo el mismo protectorado, esa cifra remonte el vuelo. Si acaso, se espera un retroceso. De hecho, sería más factible que la dinámica continuara con la corriente que ha inundado las orillas del fútbol español en los últimos tiempos, donde la Ley Concursal ha servido como extintor para que los clubes no ardieran en el fuego de la quiebra económica. Esa es la realidad del fútbol español, cada vez más pobre y ojeroso, agrietado por todos los flancos. La deuda de los clubes con Hacienda, aplazada por acuerdo o convenio, asciende a un total de 347,3 millones, mientras que la de las sociedades anónimas en concurso de acreedores se eleva a 380,4 millones de euros. Frente al mastodóntico peso de los números y la constante amenaza de ruina del fútbol español, nada hay que celebrar. No hay champán para la Liga.
Datos pertenecientes a la campaña 2012/2013. Fuentes: Futbol finanzas y Transfermarkt.
Datos pertenecientes a la campaña 2013/14. Fuentes: Futbol finanzas, Transfermarkt y Sportingintelligence.
Tanto la Premier League como la Bundesliga son dos competiciones bien ideadas y desarrolladas
La Liga retrocede por la desigualdad del reparto de TV, pésimos horarios y precio de las entradas