Tarragona. Antes de llegar a Tarragona, la Vuelta pasó por PortAventura, el paraíso de los niños. Y de los que no lo son tanto. Ivan Basso tiene 36 años, hay que echar la vista hasta 2010 para encontrar su último gran destello -aquel año ganó el Giro-, pero en la Vuelta se ha quitado unas cuantas arrugas. Del examen de la crono de Tarazona salió a 2:55 de Nibali y ayer acabó la etapa más cerca. A 2:52. Cogió tres segundos de bonificación cuando la Vuelta pasó por PortAventura. Está como un chaval. Roche también le comió dos segundos a Nibali. Purito, que no es tan viejo pero sabe como si lo fuera, apuntó. "Es un detalle", dijo después de recorrer los quince kilómetros que quedaban desde PortAventura a Tarragona.
Eso es mucho, una vida. Se le hizo largo a Tony Martin, que está tremendo en esta Vuelta, ha rondado el triunfo un par de veces pero no lo coge. En Cáceres le cortaron las alas a 10 metros de meta después de 175 kms. escapado, todo el día, y un pulso precioso y valiente con el pelotón en los últimos 15 kilómetros. Ayer, después de caer ante Cancellara en la crono de Tarazona -otro detalle de cara al Mundial de Italia-, intentó algo parecido tras dejar PortAventura. Quiso divertirse el alemán. La atracción le duró un rato, poco. Le cogió rápido la estela el BMC de Gilbert antes de meterse en Tarragona, una especie de Dragon Khan. Al campeón del mundo le divierten esos finales retorcidos. Hace unos días, en uno así, vertiginoso, complicado, lleno de rotondas, curvas y calles estrechas, se escapó con Zdenek Stybar y le echó al checo un pulso por la victoria en Mairena de Aljarafe. Lo perdió. Por tres milímetros. Un tubular. Por eso no brilló el arcoíris. Lleva todo la temporada sin salir. Desde que hace un año se llevara el Mundial de Valkenbourg tras atacar en el Cauberg, Gilbert no había vuelto a ganar una carrera. Ya le ocurrió algo así en 2012. Monarca de la primavera de 2011, su mejor año, no se supo de él hasta la Vuelta. Se estrenó en Montjuïc, ante Purito. De ahí se proyectó hacia el Mundial de Holanda. "Sabía que podía tener una oportunidad". De ganar. Y de divertirse. Iban montados en el Dragon Khan. "Pero de divertido, nada", vino a decir Purito. Pasaron rotondas, cruzaron calles y saltaron por las vías del tren -los jueces pasaron el espacio de seguridad de tres a cinco kilómetros, lo que le vino de maravilla a Pozzovivo, que pinchó a 4,5 y no perdió tiempo-. Del pelotón tiraban como locomotoras el Garmin, el Orica? Y detrás se iba perdiendo mercancía. ¡Qué delgadito el grupo después de trepar por la muralla de Tarragona! Se plantaron así en el centro. Entre avenidas anchas que llevaban a la meta bajo la sombra de los edificios. Por allí había otro obstáculo. Un tobogán a poco más de 500 metros. Lo subió tirando el Orica pensando en Matthews, el ganador del Lago de Sanabria. Cuando salieron de esa rampa, Urán había arrastrado a Boasson Hagen hasta la cabeza para catapultarlo pegado a la valla izquierda. Por ahí se escurrió el noruego tratando de sorprender. Y lo habría hecho sin duda, si no le hubiese dado por salir al arcoíris.