Hazallanas. Antes de que la etapa empezase en Torredelcampo, Euskaltel ya la había ganado. Justo cuando iban a meter la cala en el pedal, a los corredores del equipo vasco les dijeron que se olvidasen de aquel futuro negro que les habían anunciado, que lo borrasen, que se había aclarado. Que Fernando Alonso, el piloto, había comprado el equipo. De los bolsillos del maillot donde guardan la comida y el aparato del pinganillo, los chicos sacaron la tristeza y la incertidumbre que les pesaba aún sin querer que les pesase. "Se corre igual", dijo luego Galdeano, "pero desaparece la incertidumbre".
Ayer en el pelotón de la Vuelta había un corredor más. Un tal Alonso. Lo gritaban los aficionados desde la cuneta al paso de los corredores de Euskaltel. "Alonso, Alonso, Alonso?", coreaban. Alguno, despistado o deshabituado, aún sin asumir ni digerir la noticia, sin saber si tenía que creer o sin caer en la cuenta, que bastante es dar pedales por esas cuestas de cabras que les meten, llegó a Hazallanas pensando en quién sería ese tal Fernando. Luego cayó. ¡Ah! El salva- dor.
De eso hablaba Antón en ese paraje de Sierra Nevada, de lo bueno que era todo eso que había pasado en el día más importante hasta el momento en la Vuelta, el de la subida a Monachil y Hazallanas, donde volvió a moverse el escalador vizcaino como hace unos días en Peñas Blancas. Probó de lejos, a 7 de meta, después de que la carretera se estrechara y por ahí entrara metiendo la barriga el pelotón que era una sílfide de pelotón tras trepar por Monachil bajo el calor andaluz, bajar por su carretera de serpiente revuelta y volver a echar la mirada al cielo azul de Sierra Nevada. Hasta allí quería llegar Antón. Arriba. A Hazallanas. Ha recuperado las alas.
Ayer las batió demasiado pronto. A esos 7 kilómetros de la cima, poco más. "Sí", reconoció luego, "quizás era pronto, pero tengo que buscar la etapa atacando lo más abajo posible pensando en que, tan lejos que estoy en la general, no me van a ir a buscar". Cuando giró la cabeza para comprobarlo, se encontró con el grupo desgajado, al líder Dani Moreno, que había tropezado en la salida neutralizada y se había dado un buen susto, sufriendo como no se esperaba y a muchos otros con la cabeza gacha y los dientes apretados. Vio, también, tras probar otra vez a ver si le dejaban marchar, la dentadura blanca y afilada del tiburón. Debió suponer entonces que su distancia había pasado.
el paso del tiburón Midiendo iba también Valverde. Calculando que el paso del tiburón era mucho paso para lo que quedaba. Así que se soltó. Al ritmo de Nibali siguieron Basso, Purito y Horner. "Yo sabía que tenía que seguir al mío", dijo el murciano, que cogió un poco de aire y regresó al grupo. Cuando lo hizo, junto a Pinot y Roche, faltaba uno. No estaba Horner, el abuelo, casi 42 años y una alegría en el cuerpo que quién la tuviera. El americano atacó a 4,5 kilómetros pensando en ganar diez segunditos y ver así se por detrás se miraban, dudaban y levantaban el pie. "O eso y ganaba la etapa", contó luego, "o, al menos, seleccionaba un poco más el grupo".
Ocurrió lo primero. Que pararon. Por dudas o porque las fuerzas escaseaban el primer lunes de septiembre, después del Tour que tienen Valverde y Purito cargado en las piernas. Nibali viene del Giro, decían que pensando en el Mundial, nada ambicioso, desconcentrado y pasota. Ayer atacó unas cuantas veces. Tantas como Basso, que está fresco y fuerte porque un forúnculo le borró de la carrera italiana. Pero la buena fue la del tiburón. Un mordisco a poco más de dos kilómetros de meta. A ese no respondió nadie.
En dos curvas le perdieron de vista. Iban por una carretera estrecha y rota. Sentados porque el porcentaje les sentaba. A todos. Menos a Horner, de pie sobre un desarrollo terrible que movía a cámara lenta. Pero corría, vaya si corría. Más rápido que nadie. Nibali no le remontó un segundo desde que se despegó del resto de favoritos. En meta le cayeron 48 segundos. Y un minuto a Valverde, Basso, Purito y Pinot.
Son los favoritos que eligió ayer Hazallanas. Nibali, Basso, Purito, Pinot y Roche. Horner lidera también la Vuelta. Con 43 segundos sobre el tiburón, que dice el americano que es fácil pensar que se vista de líder tras la crono de mañana en Tarazona. Hoy es día de descanso. Luego llegan los Pirineos. Y Horner advierte. "No soy el mejor escalador, pero sí estoy entre los más fuertes". Ayer, les puso firmes.