Se dice que a la crítica uno puede volverse inmune, se cuenta que uno se acostumbra con horas de vuelo de exposición a la misma, pues siempre queda el consuelo de que, al fin y al cabo, uno no puede esperar nada gratificante de alguien a quien no conoce. En contraposición, para sentirse querido, para afincarse en el confort, ahí está el entorno más cercano, el que mejor conoce y comprende la situación personal. Es el círculo que arropa como un capote, que parapeta al famoso ante la mordacidad de la crítica desconocida, sin nombres y apellidos reconocidos o con ellos, pero igual de lejanos a la figura del profesional. Pero, ¿y si se pierde este blindaje de los más allegados, los que siempre están porque son los que conocen, de los que verdaderamente se puede esperar algo y cuyo discurso puede incluso condicionar? Puede que entonces se descalabre el castillo de naipes emocional de un tipo que vive constantemente expuesto a la crítica.

Al bueno de Volkan Sen, jugador turco del Trabzonspor, le inflaron a reproches en el último encuentro de su equipo, el pasado día 26 de agosto frente al Rizespor, en un debate por la Superliga turca, en uno de los derbis del Mar Negro (como Tormenta del Mar Negro se le conoce al club). Ocurrió en su feudo, en su hogar balompédico y los desalmados eran parte de la afición local. Los silbidos y los insultos anegaron el estadio Huseyin Avni Aker.

Sen, centrocampista o extremo derecho de 26 años, disputaba anecdóticamente su encuentro número 40 con la zamarra del Trabzonspor, donde recaló en 2011 por 3,6 millones de euros procedente del Bursaspor. Sin embargo, la fecha redonda para el tierno de Sen se disfrazó de infierno. Desde el graderío disparaban fuego por la boca contra su persona. El sensible de Sen encajaba los insultos, hasta que su temperatura corporal ascendió. Subió para desbordar la cota de la paciencia. Lejos de combatir, de enfurecerse, de encabronarse con su parroquia, Sen se hizo hijo de la sensibilidad. Su rostro, enrojecido, comenzó a soltar lágrimas sin reparo, gotas para apagar los fogosos reproches. Seguido, Sen puso pie hacia el túnel de vestuarios en un recorrido que atajaron varios jugadores, tanto compañeros como rivales, para mediar en la desolación de Sen, para quien no había consuelo posible. Nadie logró convencerle de echarse atrás, nadie pudo frenar su tristeza. Tras dialogar con el árbitro, puso pies en polvorosa. Abandonó el terreno de juego en una imagen que ha dado la vuelta al mundo por lo insólito de la misma.

He aquí la detallada descripción cronológica de los hechos: corría el minuto 40 de la segunda jornada de la Superliga cuando el Rizespor empató el encuentro a un gol; en el minuto 42 Sen decide abandonar el campo cosido a insultos; en el minuto 47, antes de llegar al descanso, el francés Malouda salta al césped para sustituirle y, para colmo de Sen, el propio Malouda instala el 2-1 definitivo en el marcador en el minuto 49. "Fue una reacción humana en una situación con mucha carga emocional para él", justificaba el entrenador del Trabzonspor, Mustafa Resit Akcay, echando un capote a su discípulo, comprendiendo el contexto y restando importancia a la reacción de Sen, dando a conocer la ovación del cuerpo técnico y de sus compañeros en el vestuario para tratar de alzar el ánimo de un futbolista que ha sido internacional con Turquía en dos ocasiones. La interpretación del presidente de la entidad, no obstante, fue bien distinta, radicalmente opuesta a la de su técnico. Ibrahim Haciosmanoglu echó leña al fuego con una declaraciones sin ninguna empatía: "Es verdad que el comportamiento de la afición no ha sido bueno, pero abandonar el campo también es inaceptable para un jugador profesional. No estamos jugando a canicas", espetó el capataz, cuyas declaraciones pueden dar a entender que Sen, con una ficha de 1,1 millones de euros anuales, no alberga futuro como parte del Trabzonspor, donde ha anotado 6 goles. De hecho, en Turquía hay medios que dan por hecho que será invitado a desfilar de puertas afuera. La hipersensibilidad de Volkan Sen ha podido arruinar su carrera.