Estepona. Antes de Antón, Valdepeñas de Jaén no estaba en el mapa. O en pocos. Y eso que es un paraje. De olivos, claro, encinares adehesados, arroyos y casitas de paredes de cal salpicando el paisaje. Antes de Antón, Valdepeñas de Jaén le sonaba a la gente por Placidico, el banquero del pueblo que murió a mediados de los ochenta adeudando a los olivareros de la zona 145 millones de pesetas. Antes, la calle de Las Farjas, era la cuesta estrecha que llevaba hasta el polideportivo donde se hacía carbón y olía a embrague quemado. Era un muro con escalones. 600 metros de verticalidad exagerada donde el asfalto se levanta hasta alcanzar un 30% de desnivel. Antes, Valdepeñas de Jaén estaba a la sombra de La Pandera, el puerto que descubrió para la Vuelta la hija del carpintero del pueblo. Mandó una carta a los organizadores hablándoles de aquel puerto y la carrera era subió hasta allí. Pero sin pasar por Valdepeñas. Hasta que se rebotó la hija del boticario. Escribió a la Vuelta mostrando su enfado y hablándoles de la desconocida cuesta de Las Farjas. Ahora, todos la conocen.
Antes de subir por Las Farjas en 2010, Igor Antón 27 años entonces, era el gran escalador que esperaba el ciclismo vasco para llenar el vacío de los que se fueron, gastados por la edad o por otros motivos. El vizcaino había amanecido pronto y espectacular. En la Vuelta de 2006 les ganó a Valverde y a Vinokourov, que se pegaban por la Vuelta, en Calar Alto. Y después, brilló en cimas puntuales de los Alpes en las vueltas suizas, en Urkiola? Lo de Las Farjas fue otra cosa. Igor se ensanchó en esa pequeña cuesta. Superó con facilidad a Purito y a Nibali, que se precipitaron mientras el vizcaino esperaba paciente, mucha sangre fría, el momento en que sus rivales se asfixiaran. Cuando escuchó los jadeos, les remató.
Fue la primera señal de uno de los mejores momentos deportivos de Antón -con el de la subida al Zoncolan en el Giro de un año después-, que ganó aquella etapa y se quedó a un suspiro del maillot de líder de Gilbert. Lo cazó unos días después, lo reforzó con la impresionante victoria en Andorra y soñó con que sería definitivamente suyo hasta que algo se cruzo en su camino, el drama, a los pies de Peñacabarga.
Aquella Vuelta de Antón la ganó Nibali y no se recuerda un Igor tan delicioso como aquel, qué fácil parecía subir, como si levitara, salvo el que ganó a Contador en el Zoncolan o el que tropezó en la bajada del Cordal en la ronda española de 2008.
"Qué buenos recuerdos", dice el vizcaino, que antes de que llegase la montaña andaluza solo deseaba poder tener alguno de esos días como aquellos. "Ojalá tenga algún día sin cadena". Algo parecido tuvo en Peñas Blancas. Atacó antes de que aceleraran los favoritos, tomó ventaja, aguantó luego la pelea entre ellos y le acabaron sobrando unos metros. Y Konig. "Ha faltado poco, una pena, pero he visto que estoy bien. Ahora hay que seguir buscando la oportunidad". Tiene unas cuantas. Prefiere, quién no, el Angliru. Pero hay más opciones. Naranco, Peñacabarga, Peyragudes, La Gallina, Hazallanas? O, hoy mismo, Valdepeñas de Jaén, el paraje que descubrió Antón en 2010.
Volvió en 2011. Pero no fue lo mismo. Allí se despidió de aquella Vuelta el día después de mostrarse débil en Sierra Nevada. Y ocupó su lugar Joaquim Rodríguez. Solo ellos dos saben lo que es volar en la cuesta de Las Farjas. Y dicen que el catalán quiere empezar a despegar ahí en esta Vuelta.