Mairena del Aljarafe. "Pregúntale a José Tomás, pregúntale", le venía a decir cada vez que pisaba el estudio de radio en Madrid José Ramón de la Morena a Javier Guillén, director de la Vuelta. Que le preguntara por la montaña del torero.

De niño, lo que más le gustaba a José Tomás, figura del toreo, eran el fútbol y el Atlético de Madrid. Su familia giraba en torno al deporte del balón. Su padre llegó a militar en el juvenil del Madrid y acabó siendo jugador del Galapagar, luego entrenador y finalmente presidente. Todo era fútbol en casa de los Román. Menos para el abuelo, empecinado en sacar un torero de tanto futbolista. Eligió al mayor. A José Tomás. Le llevaba de crío a las plazas. A los 10 años mató a su primera becerra y a los 12 toreó en público. Fue un juego, ha contado alguna vez, hasta que el chico sintió miedo. A no dar la talla, a hacer el ridículo, a lo duro que era ser torero? Entonces se escapaba y se refugiaba en el fútbol, un deporte menos sacrificado. Jugó en el Galapagar. Como su padre, que es constructor. José Tomás viene de una familia acomodada. Rica, o algo así. Cuando tenía 22 años y acababa de triunfar en Las Ventas le preguntaron en el diario El Mundo que, siendo eso así, qué necesidad tenía de complicarse la vida; de jugársela ante un toro. Respondió que ya casi nadie torea por salir de pobre, que es necesaria otra motivación y que jugarse la vida no tiene precio.

Lo que venía a decir es que torero se es por vocación y convicción. Como ciclista, que siempre fue oficio de pobres y deporte del pueblo. Aunque hace tiempo que, como en el toreo, nadie corre en bicicleta para salir de pobre. Eso era en aquella España. José Tomás no es ciclista, claro, pero anda en bicicleta. Le sirve de entrenamiento y, quién sabe si también como diván. Para abundar en profundas reflexiones sobre la vida, el toro y la muerte. Vive en Estepona. De ahí sale con la bicicleta. Y suele tirar para Peñas Blancas. Es su montaña. Por ella le preguntó Guillén al torero hace unos meses. Por su montaña. Por Peñas Blancas. Guillén, Olano y Giner quedaron un día con José Tomás y este les condujo hacia ella. Fue un descubrimiento fabuloso. A los tres les gustó tanto que se la quedaron. Hoy es la montaña de la Vuelta. La primera cuesta importante de esta edición.

Peñas Blancas no lo conocía nadie. José Tomás y? Luis Ángel Maté, uno de los tres ciclistas andaluces que corren la Vuelta -Antonio Piedra y Javier Moreno son los otros dos-. Maté es de Marbella. Llegó allí con su familia con 3 años, cuando, figúrense, era un pueblo de pescadores. "Ahora es una ciudad cosmopolita", dice. De gente guapa, chicas de Prada y desayunos con diamantes. De eso huyó Maté. En bicicleta. Por la peligrosa N-340. "Salgo a entrenar sin saber si volveré", lamenta. "A veces los coches me pasan a diez centímetros y, encima, me insultan". Por eso busca alternativas. Se aleja de la costa, de la fiebre turística, y pedalea tierra adentro, donde nadie va. Hacia montañas como Peñas Blancas. La de José Tomás. Y la suya.

"Es uno de mis puertos de referencia, donde entreno habitualmente y me pruebo". Hasta donde llega hoy la Vuelta es una subida de una hora, 14,5 kilómetros al 6,6% de media y rampas, al inicio, de hasta el 12,5%. Se sube entre pinsapos, una especie de abeto y no se pierde de vista el mar. La etapa acaba rozando los 1.000 metros de altitud (se sube desde el mar hasta los 980 metros). "Pero se puede seguir subiendo", dice Maté, "hasta un fantástico mirador desde donde se ve África en los días claros". Cuando visitaron el puerto junto a José Tomás, Guillén y compañía comprobaron que la carretera estaba en perfecto estado y que se podía subir hasta donde señala Maté, pero decidieron bajar la meta unos kilómetros para no arriesgarse a matar la Vuelta el primer día de montaña.

Empieza otra Vuelta Así que Peñas Blancas no decide la Vuelta, por supuesto. "Pero ayudará a aclarar las cosas", dice Gorka Gerrikagoitia. A que se vea lo que no se ha visto hasta ahora en los finales explosivos de Galicia que, eso sí, eliminaron a Samuel Sánchez de la lucha por la Vuelta el día nefasto del Monte da Groba donde el líder de Euskaltel se sintió como si, repentinamente, le desconectaran de la corriente. "Pero se está recuperando", confirma Igor González de Galdeano, lo que se intuye en la sonrisa de Samuel durante estos días de bajada en picado a Andalucía por la Ruta, recta y llana, de la Plata. "De momento", abunda el mánager alavés, "seguimos corriendo de la misma manera. Samuel sigue pensando en acabar la Vuelta arriba en la general y, por supuesto, en luchar por ganar etapas, así que el equipo sigue girando en torno a él como si nada hubiese pasado". Salvo que Mikel Nieve, el único corredor de Euskaltel que se mantiene entre los mejores, tiene libertad para moverse o guardarse como considere. "De todas maneras", explica Gerrika, "tenemos que esperar a subir Peñas Blancas para ver cuál es nuestro sitio y si realmente podemos confirmar que lo que ha pasado ha sido un accidente y no la realidad que pienso que no se corresponde con el trabajo tan duro y sacrificado que ha hecho Samuel para llegar bien a esta Vuelta". De ello han hablado estos días en la intimidad de la habitación del hotel donde Nieve, que es duro como una roca y resistente, ha alzado la voz para sincerarse y decir que prefiere ganar una etapa antes que hacer un buen puesto en la general, salvo que se dé el caso de que el navarro olisquee el podio.

"Por eso tenemos que esperar unos días para saber hasta dónde puede llegar cada uno", dice Gerrikagoitia. Y Antón, que siente que empieza a coger el ritmo después de un flojo inicio, "en el que he notado no haber corrido desde la Clásica de Donostia". "Ahora me encuentro un poco mejor", promete el escalador vizcaino, que tiene muy buenos recuerdos de la etapa de mañana que lleva hasta Valdepeñas de Jaén y su muro final donde logró su primera victoria de etapa en 2010 antes de vestirse de líder, volver a ganar en Andorra y soñar con el triunfo final en la Vuelta antes de caerse a los pies de Peñacabarga; pero no conoce Peñas Blancas. Como casi nadie. Ni siquiera Purito, que para saber ha tenido que preguntarle a Maté y a un topo que tiene infiltrado en el Movistar. "Me ha contado El Bala (Valverde) cómo es. Lo hacemos habitualmente así. Como es difícil viajar a todos lados, él me cuenta cómo son los puertos del sur y yo, los del norte".

Catalán y murciano son amigos. Y rivales. Entre ellos, y Nibali, Basso, Kreuziger, Horner o Urán, se intuye el ganador de esta Vuelta que empieza a definirse desde hoy en Andalucía y en la que Haimar Zubeldia corre cuarto a solo 16 segundos del rojo de El Tiburón. "En tres días sabremos muchas más cosas", dice Purito, que es cierto que no conoce Peñas Blancas, pero ya sabe lo que es ganar, como Antón, en Valdepeñas de Jaén, y tampoco había oído hablar antes de Hazallanas, la durísima subida en la que acaba la etapa del lunes tras escalar Monachil.

Hazallanas -15,8 kilómetros al 5% de desnivel pero tramos tan duros como del 18%, varios del 17% y muchos por encima del 10%- está en el recorrido de la Vuelta de casualidad. Se lo encontró Guillén sin querer un día que iba buscando por la zona de Sierra Nevada un puerto del que le habían hablado y del que no recuerda su nombre. Buscando, buscando llegó a un cruce. Y vio una carretera que subía no se sabe dónde. Por ahí se metió. Le encantó el descubrimiento. De Hazallanas no sabía nada Maté, que es de la costa, hasta que se lo enseñó Xavi Tondo, que hace tiempo que se fue, pero sigue aquí.

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