desde el inicio de la pretemporada la capacidad para que su portería no sea fácilmente perforada, al igual que en el último curso, ha venido constituyendo la única buena noticia del juego alavesista. En el encuentro de ayer no concedió ninguna ocasión de gol al Las Palmas (su tanto no puede considerarse una clara ocasión). Se trata de un dato para elogiar, teniendo en cuenta que esta fue la razón principal por la que la temporada pasada se alcanzaron los objetivos previstos. Porque es una de las señas de identidad de este equipo. Pero a pesar de todo no pudo conseguir más que un solo punto habiendo sido merecedor de bastante más. Si importante es mantener la portería a cero más aún lo es acertar las pocas, o suficientes como ayer, ocasiones que se presenten.
Este equipo está diseñado, al igual que el del año pasado a pesar de los numerosos cambios en la plantilla, pensando más en la portería propia que en la contraria. Ese sello está en su ADN, en el del entrenador. El guion lo tiene mecanizado, aprendido y es efectivo. Sin embargo, en Mendizorroza, ante equipos ordenados que manejan bien la pelota y cierran los espacios, el Deportivo Alavés está obligado a ser más creativo, a contar con jugadores más desequilibrantes en el mano a mano; ayer solo Guzmán en el primer tiempo. Y es ahí donde sufre. Porque sus jugadores, a la hora de atacar, están acostumbrados a contragolpear más que a encarar. Por eso va a ser complicado ver ganar en casa a los albiazules porque su filosofía de juego se basa en la premisa de que primero no hay que perder.
El comienzo de cualquier competición deportiva es un buen momento para exponer ante el jurado (los aficionados) lo aprendido, para competir en una nueva categoría y dejar el alma si es necesario por defender los colores del equipo. Ese sentimiento se hace más intenso cuando, además, toca hacerlo frente a los propios aficionados, en casa. Debían hacer un buen partido para que sus incondicionales disfrutaran (cerca de 7000), para que se engancharan después del pobre espectáculo que ofrecieron la semana precedente. Y lo consiguieron. El primer tiempo de ayer se vio a un equipo desconocido. El Alavés fue a ganar desde el primer minuto y solo la mala suerte hizo que se marchara a los vestuarios con el marcador en contra. Bueno, también por culpa de su talón de Aquiles: las jugadas a balón parado. No se puede defender tan mal. Fue penalizado gravemente el buen trabajo colectivo por un fallo puntual, aunque sea un error crónico.
No cabe sino perseverar en este camino y seguir apostando por este equipo. Habrá que detectar los factores en los que es preciso incidir (algunos, evidentes) para mejorar las prestaciones de cara al futuro en la categoría a la que le queda mucho recorrido todavía. Es más fácil ganar jugando bien que hacerlo mal, pero cuando esto último ocurra es bueno que al menos la suerte le sonría.