A esta Vuelta le faltan vatios. No están los tipos de los músculos, los mejores esprinters. Ni Cavendish, ni Greipel, ni Kittel, ni Degenkolb... Dicen que para ser como ellos no basta con llegar del laboratorio, de la máquina que mide la potencia, acreditando una burrada de caballos de fuerza en las piernas; además de eso, hay que estar loco. Pero no tanto como para ser velocista y venir a esta Vuelta. Ellos, los mejores, dijeron que ni locos vendrían.
La Vuelta arranca hoy con una crono por equipos que sale de una batea que flota sobre el mar en Vilanova de Arousa y la imagen preciosa del agua partiendo en mil brillos el sol de agosto resume lo que no es la carrera española; empieza en el mar, pero se corre en la montaña. Todos los días. O casi. Tiene once llegadas en alto. Y un final más en Fisterra (una subida corta y no muy dura que no puntúa), donde acaba el mundo.
Por ahí empieza la Vuelta más extrema que se recuerda y que no es comparable a nada de lo que ha habido antes. Y, por supuesto, no tiene nada que ver con el Giro y el Tour, que ni juntando todos los finales en alto de sus pasadas ediciones alcanzan la cifra de la ronda española. Entre ambas suman diez, cuatro del Tour (Ax 3 Domaines, Mont Ventoux, Alpe d'Huez y Semnoz) y seis del Giro (Montasio, Vajont, Bardonecchia, Galibier, Val Martello y Tres Cimas de Lavaredo). Tanta montaña en la ronda española hace resoplar a más de un ciclista que ha estado reconociendo las etapas más duras. Piensan que es demasiado, que Unipublic se ceba con los recorridos y que traspasa el límite abundando en la fórmula del éxito que le han dado los porcentajes de los puertos. Lo breve y vertical es sinónimo de espectáculo. Por eso la Vuelta se ha llenado de paredes. O de carreteras que suben hasta miradores bordeando acantilados. O de pistas de esquí asfaltadas. De ese estilo son la subida de mañana al Monte da Groba o al Mirador de Lobeira, pasado. El martes se sube hasta Fisterra. Y el próximo fin de semana, ya en Andalucía, a Peñas Blancas (8º etapa), Valdepeñas de Jaén (9ª) y Hazallanas (10ª). El siguiente plato montañoso son los Pirineos con finales en la Collada de la Gallina, Peyragudes y Formigal. El postre: Peñacabarga, el Naranco y Angliru. A ver quién digiere eso. Dicen que el mejor estómago para tragarse ese menú es el de Purito Rodríguez, el segundo del Giro de 2012, tercero de la última Vuelta y tercero también del último Tour, que no es de los que resoplan y juran en hebreo al repasar el recorrido, sino todo lo contrario porque son para él ese tipo de finales en montaña, más aún las subidas breves y duras, más las etapas cortas y explosivas.
"Suena fuerte lo de los once finales en alto", reconoce Purito, "pero la Vuelta acierta con lo que hace porque se ha demostrado que ese espectáculo funciona. Y además, lo hace siempre respetando la salud del ciclista". "Con todo", abunda, "este tipo de recorrido no te deja descansar ni un día". Ya tuvo tiempo de descansar Purito tras el Tour. Desconectó poco más de una semana. Y luego, cuando volvió a coger la bicicleta, envió un mensaje de alarma. Dijo que no iba, que las sensaciones eran pésimas. "Quizás fuera el bajón tras el cansancio físico del Tour y, sobre todo, el estrés de la última semana tan intensa", reconoció ayer para matizar después que, de todas maneras, su impresión ha cambiado durante los últimos entrenamientos en los que se ha sentido de nuevo capaz de encadenar el podio del Tour con el de la Vuelta que lucha desde hoy por ganar pese al reto que supone sobreponerse del esfuerzo del Tour, el mayor de los cansancios ciclistas. Más, por supuesto, que el agotamiento que supone llegar a la Vuelta después de ganar, como Nibali, el Giro, pese a que los segundos picos de forma siempre cuesta más alcanzarlos y mantenerlos. El italiano se quita presión diciendo que no viene a tope. Y Valverde, otro de los favoritos, contando que preferiría ganar el Mundial antes que la Vuelta en la que ya ha sido primero, segundo y tercero. Aun así, el murciano dice que ahora se trata de pensar en la Vuelta. "De 21 días muy duros". Once de ellos con final en alto. "Y si fuesen 20, mejor", añade Purito.