Vitoria. El Club Deportivo Laudio arrancó ayer su temporada más ilustre desde que se fundara allí por el año 1927. Como si nadie se diera cuenta, la vida transcurre y se suceden acontecimientos, a primera vista irrelevantes, pero valorables con el paso de los años. Durante los últimos cuatro cursos, las esperanzas de la provincia en el aspecto futbolístico se hallaban en el Deportivo Alavés. El representante del territorio en la Segunda División B constituía la única esperanza balompédica del entorno pero, de la noche a la mañana, los albiazules han regresado a la categoría de plata del fútbol estatal dejando su lugar en la de bronce a otro emisario del fútbol alavés, ayalés para ser exacto.

La comparecencia del Laudio en esta división se intuía anecdótica cuando logró el ascenso hace unos dos meses. Ya intentó el asalto a la categoría un par de campañas atrás cuando se quedó a las puertas. Pero los laudiotarras no cejaron en su empeño. Como casi todo hijo de vecino en estos tiempos revueltos -también para el fútbol y más para estas categorías-, su presupuesto fue reducido pero volvió a la carga con más fuerzas aún y logró su objetivo.

La directiva que preside Santos Arrazuria se apresuró en confirmar en el banquillo a uno de los máximos artífices de la gesta laudiotarra. El entrenador de los rojiblancos, Ramón Castelo renovó para guiar la marcha de sus pupilos en su debut en la categoría. Poco a poco, fueron llegando una pléyade de jugadores que auguran buenos tiempos para el fútbol alavés en general y para el del valle de Ayala en particular. Larrucea (Amorebieta), Lambarri (Real Unión), Luariz (Lagun Onak), Muniozguren (Amorebieta), Eraña (Athletic B/ Barakaldo), Joseba del Olmo (Eibar) , Juaristi (Eibar) y la cesión del guardameta Sergio Herrera (Alavés) presagian una campaña en la que se vislumbra ya algo más que la permanencia.