Un poco antes del refugio de las vallas -un alivio tras lo inhumano que debieron ser los casi ocho kilómetros de pasillo de gente, unas 800.000 personas repartidas por las 21 curvas, y bien que lo sabe Froome, que casi arrolla a un niño rubio que salió corriendo por la carretera imitando, los niños son así, a la cuadrilla de desgraciados adultos que lo hacen. El líder levantó su mano derecha y esquelética, un palo forrado de piel, y la agitó con la insistencia de la urgencia. Eso que es la señal de auxilio y se suele hacer de manera más discreta para no dar pistas a los rivales tan cerquita de la cima -a menos de cinco de la estación de esquí-, hizo pensar en un pinchazo del keniano, pero sus tubulares parecían, a diferencia de sus pulmones, llenos de aire. Luego, la teoría fue una avería, el cambio quizás, la cadena, el desviador, el puente de freno, algo de eso. Qué va. Del plano había desaparecido Porte, el sherpa de Froome, qué manera de trabajar el tío, que había bajado al coche y reapareció cargado de lo que necesitaba su líder, un sobre de gel, glucosa, azúcar, eso que tanto le urgía para mantener encendido su motor, que se apagaba. Estaba vacío.

Le había vaciado Nairo Quintana, que es dos personas. El colombianito tímido que habla de lo duro que es el Tour, de lo que le duelen las piernas cuando sube, del cansancio que le va venciendo, de cuánto le acalora el calor, de que mantenerse en pie es un triunfo y todo eso; y el colombiano astuto, el zorro que se esconde tras el escudo de humildad -como le confiesa a un periodista el segundo día de descanso-, y que desde ese refugio lo mira todo, lo analiza y saca sus propias conclusiones de la gente, los ciclistas viejos y europeos que le rodean, tanto saben de la vida y el ciclismo e imparten catecismo de ello al joven campesino boyacense, un salvaje de los Andes que, empiezan a darse cuenta, no se chupa el dedo, viene aprendido y olfatea las cosas.

Así, sin girar el cuello mientras arrastraba ladera arriba al resucitado Purito de los Alpes, Froome y Porte, nadie más, se olió el mal momento del líder, lobo que huele la sangre, el primer síntoma de debilidad del hombre que dicen que no es humano, pero que levanta la mano tan histérico como si lo fuera, débil y nervioso hombre de papel que necesitaba azúcar para mantener en pie su andamio de huesos y no hundirse como ya venían hundidos Contador y su mirada cruzada, vacía también, inexpresiva, lo que decía mucho de su martirio. "He tenido un muy mal día", reconoció luego el madrileño, que, como se esperaba, atacó bajando el peligroso col de Sarenne -la prolongación de la primera pasada a Alpe d'Huez donde no pasó nada, salvo la pelea de los de delante por la etapa -Riblon, Van Garderen y Moser-, y el despegue tardío de Nieve junto a Andy Schleck, Poels y Rolland, que acabaron engullidos por el pelotón antes de la subida definitiva, sacó unos segundos junto a su fiel Kreuziger y se paró después porque entendía que no iba a ningún lado si por detrás tiraba como tiraba el Movistar persiguiendo no la etapa, que viajaba ocho minutos por delante, sino el podio. Algo se olía Quintana.

Le pudo desdecir Froome con un ataque arrogante tras la segunda de las 21 curvas de Alpe d'Huez, la 20, la de Mayo y Zoetemelk, que fulminó el intento de Valverde y Antón, pero poco más salvo que desnudó al jovencito Kreuziger de la piel de niño y le puso cara de viejo cansado de tanto trabajar. Los demás aguantaron felices ese rato que pensaron que al líder le temblaban las piernas, lo que duró un suspiro, nada, porque volvió a acelerar un poquito más arriba, a once de la estación de esquí, y esta vez no hubo respuesta inmediata de nadie. Quintana desperezó al de unos segundos y fue escalando peldaños hasta volver bajo la sombra amarilla. Purito tardó un poco más, pero también llegó. Contador no, Contador iba ya con la mirada nublada.

Empezaba a perder de vista el podio entre tanta gente y tanta curva. A por él iba Quintana, pero también Purito, pequeño y moreno como un colombiano, nada tímido, pero sí zorro, y sabio, por viejo. De puntillas se ha metido en la lucha por el podio tras subirse a la estela de Nairo cuando Froome, vacío y nervioso, tuvo que levantar el pie a cinco kilómetros de meta esperando que le hiciese efecto el azúcar. Mientras esperaba, Porte, un portento, le sujetó.

La brecha no fue mayúscula. Le entregó 1:06 a Quintana y tres segundos menos a Purito -más veinte segundos de penalización por avituallamiento indebido que asumió como mal menor- y esa pérdida fue una respuesta a los que dudaban de su humanidad. "Claro que sufro, cómo no voy a sufrir", les dijo. "Al fin se ve que es humano", añadió Purito, que lamentó que la oportunidad inesperada que les dio Alpe d'Huez no supieran aprovecharla totalmente tanto Nairo como él porque, dijo, no supieron entenderse para hacer más daño no a Froome, que mantiene un carro de minutos de ventaja, sino a Contador, que soportó otro día de impotencia en la montaña para dejarse dos minutos que salvan su segundo puesto en la general. Le sobraron solo 21 segundos.

Al acecho A esa distancia está Quintana, encaramado al tercer cajón del podio tras la subida a Alpe d'Huez donde en 1984 dio gloria a Colombia Lucho Herrera, un pionero, gobernador en las montañas del Tour que, sin embargo y pese a ganar una Vuelta, nunca estuvo en la foto de París como sí lo hizo Fabio Parra en 1988, el año de Perico. "¡Estamos en el podio!", celebró feliz Nairo antes de refugiarse tras su escudo de humildad y hablar de lo duro que es lo que queda, lo cansado que está y lo difícil que es rebasar a un campeón como Contador y que, claro, ni pensar en meterle mano a Froome, "con todo lo que tiene de ventaja y lo poquito que resta". "Lo que hay que hacer ahora", añadió, "es ir con los ojos muy abiertos". Eso, en el lenguaje del colombiano y con las dos etapas duras que vienen -hoy, más de 200 kilómetros por los Alpes con el Glandon, la Madeleine y la Croix Fry antes de bajar a Le Grand Bornand; mañana, la meta en la cima de Semnoz-, es una advertencia. A los dos.

Tan listo como Nairo y Purito fue Riblon, 32 años, que dejó que el jovencito Van Garderen subiera por delante todo el Alpe d'Huez para cogerle y rebasarle sin problemas a dos kilómetros de meta de la estación de esquí donde, como hace tres años en Ax 3 Domaines, dio vida al ciclismo francés.

Christophe Riblon (AG2R)4h51:32

Tejay Van Garderen (BMC)a 59''

Moreno Moser (Cannondale)a 1:27

GENERAL

Chris Froome (Sky)71h02:19

Alberto Contador (Saxo-Tinkoff)a 5:11

Nairo Quintana (Movistar)5:32

La etapa de hoy, 19ª: Bourg d'Oisans-Le Grand Bornand, 204,5 kilómetros. ETB-1 y Teledeporte.