juanma Garate conoce bien el Mont Ventoux. El irundarra fue el ganador en la cima en 2009, el último año que el Tour subió hasta allí. La primera vez fue en 1951, aunque la meta estaba en Avignon. El francés Lucien Lazaridès fue el primero en coronar este coloso. En 1958, el luxemburgués Charly Gaul estrenó el historial de ganadores en la cima. En total, el Tour de Francia ha ascendido en catorce ocasiones esta montaña (ocho de ellas con meta junto a la famosa antena). Hoy, fiesta nacional francesa, será la decimoquinta vez que se pase por la cima y la novena vez que sea final de etapa. Bien. Puede que Juanma Garate conozca bien este puerto. Pero este domingo será el primer día que yo me enfrente a sus históricas rampas. Si el tiempo (y los gendarmes) no lo impiden, hacia el mediodía seré uno más de esos miles de cicloturistas de todo el mundo que pueden decir con orgullo "yo he subido el Mont Ventoux en bicicleta". Ya he mirado tantas veces el perfil del puerto que casi me lo sé de memoria.

Empezaremos la subida en Bédoin (de las tres vertientes es la más dura y tradicional), y 21,8 km más arriba, a 1.912 metros de altitud, termina el sufrimiento. Dicen que allí arriba se han medido vientos de hasta 320 km/h (los de un huracán poderoso). Espero que hoy a Eolo no le dé por soplar demasiado y que luzca el sol.

Los primeros seis kilómetros, hasta St. Estève, no parecen muy duros, son buenos para calentar. Pero luego hay otra media docena de kilómetros que ya son más peliagudos, son de los que van agotándote poco a poco cuando sabes que aún te queda mucho por delante. A partir de ese tramo duro, viendo el perfil parece que el puerto se suaviza un poco. En el Chalet Reynard, un buen sitio para parar a tomar algo a seis kilómetros de la cima, salimos del bosque y entramos en ese mundo desolado que es la imagen característica del puerto. Carretera, piedras, viento y desolación. No hay nada más. Es el Ventoux. Bueno, hoy sí habrá algo más, ya que llega el Tour de Francia y habrá muchas decenas, tal vez centenares, de miles de personas repartidas en toda la ascensión. Poco antes de terminar la subida, a un kilómetro y medio, en plena zona de rampas duras, tendremos que parar un momento (la tradición lo obliga) junto al monumento al inglés Tom Simpson. Simpson fue campeón del mundo en 1965 y tiene en su palmarés carreras importantes como el Tour de Flandes, la Burdeos París o la Milán San Remo. En 1962 fue líder del Tour un par de días. Pero en 1967, precisamente aquí, cerca de la cima del Mont Ventoux, el calor y la fatiga, mezclados con algunas pastillas y alcohol, le hicieron tambalearse y cayó a la carretera. Volvió a subirse a la bici, pero se fue al suelo otra vez, y aunque trató de que lo montaran (on, on, on, repetía, arriba, arriba, arriba) ya no recuperó el sentido. Falleció poco después. Es curioso cómo cambian los tiempos. Simpson, se sabía, había recurrido en más de una ocasión a productos prohibidos. Sin embargo, miles de personas se detienen año tras año a honrar su memoria junto a su monumento cerca de la cima del Mont Ventoux. ¿Se imagina alguien que hoy se quisiera poner un monumento en algún puerto famoso a algún corredor dopado? En fin. Los tiempos cambian. Juanma Garate no está este año en el Tour, así que no podrá reeditar su victoria de 2009. Tampoco podrá estar allí para empujarnos un poco a los cicloturistas vascos, así que tendremos que hacer nosotros todo el trabajo. Bueno. Está bien. Nos acordaremos de él cuando lleguemos arriba. Si llegamos.