1º Mark Cavendish (Omega)3h40:08
2º Peter Sagan (Cannondale)m.t.
3º Bauke Mollema (Belkin)m.t.
4º Jakob Fuglsang (Astana)m.t.
5º Niki Terpstra (Omega)m.t.
73º Haimar Zubeldia (RadioShack)m.t.
GENERAL
1º Chris Froome (Sky)51h00:30
2º Bauke Mollema (Belkin)a 2:28
3º Alberto Contador (Saxo-Tinkoff)a 2:45
4º Roman Kreuziger (Saxo-Tinkoff)a 2:48
5º Laurens Ten Dam (Belkin)a 3:01
11º Mikel Nieve (Euskaltel)a 16:49
Hoy, 14ª etapa: St. Pourçain Sur Sioule-Lyon, 191 kms. ETB1 y Teledeporte.
st. amand-montrond. Cuánto cuentan las caras. Qué montón de cosas escritas en las arrugas de los ojos de Imanol Erviti. Qué poco le queda por añadir que no haya dicho ya cuando dice: "Estoy reventado". Qué innecesarias las palabras.
Mejor el silencio, el más atronador de los lamentos. El silencio de Valverde cuando llega y estira la etapa hasta el autobús del Movistar donde pierde cobertura. Dentro ya no contesta. Algo ha dicho antes, durante la carrera entre la gente, respondiendo a un micrófono que pregunta a sus labios algo así como qué ha pasado y Alejandro cuenta sin matices, sin aristas, cómo alguien le ha dado por detrás, le ha roto la rueda, un montón de radios, ha tenido que parar para cambiarla y desde entonces, pues eso, ya se ha visto, au revoir, casi diez minutos de castigo y el Tour a paseo, que es lo que no fue la etapa llana en la que se hablaba más del Ventoux -mañana- y los Alpes -la semana que viene- y el Tour les recordó que nadie se puede dormir en su carrera. Nunca, ni siquiera en días como este, planos.
Así que ayer no hubo siesta. El que se la echó se perdió lo que algunos viejos recordaban vagamente, lo que otros guardaban en los archivos gordos de recortes como reliquias del pasado y los que unos pocos conectaron rápidamente con aquel pasaje de los Tours de los 70, cuando Ocaña atacó a Merckx de salida en una etapa del 71 y se pasaron así todo el día, el belga persiguiendo solo con 50 tíos a rueda que no le dieron ni un relevo para acabar perdiendo 8 minutos, todo menos el orgullo.
Algo así tan dantesco cinceló ayer el viento y el empuje del Belkin a más de 100 kilómetros de la meta. Iban por un paisaje abierto de campos amarillos de trigo, por una carretera sembrada de toboganes, de rectas expuestas al aire musculado que acabó por dar un hachazo gordo al pelotón. "Nos quedamos 80 tíos", recuerda luego Castroviejo; "y dentro de los 80, todos nosotros, los ocho del Movistar arropando a Nairo y Valverde, todo controlado, todos atentos, todo bien. Hasta que?". Al bueno de Valverde, que tiene la negra, alguien le golpeó la rueda trasera, se la rompió, tuvo que parar y empezó así su calvario.
Una lucha infructuosa Quedaban 88 kilómetros. Con él se paró rápido y ágil Castroviejo, que le donó su rueda de perfil ancho para no perder tiempo esperando al coche que venía cortado por los abanicos. Y mira que se lo estaba diciendo Arrieta al comisario, que les dejase pasar, que si surgía algún imprevisto podía ser fatal. Pues eso. La operación no fue del todo perfecta porque al murciano le falló el cambio, le saltó la cadena un par de veces, perdió algo de tracción al arrancar y le costó despegar. Cuando lo hizo, el pelotón era una mancha de colores que se empezaba a ocultar entre los toboganes y la carretera, una alfombra gris salpicada de cascos amarillos y tipos azules con la barbilla en la espalda. Eran Erviti, Rojas, Plaza, Amador y Rui Costa que esperaban a Valverde para devolverle a su sitio y se encontraron con una tarea delicada. Tiraron a muerte en una pelea desigual -eran seis contra muchos más que corrían desmelenados a 60 por hora- y acabaron levantando el pie, tomando el aire que ya no cargaban sus pulmones, intentado pensar una salida mejor tras varios kilómetros de calentón estéril.
Decidieron esperar a un grupo nutrido que venía por detrás y en el que estaban varios Euskaltel, Nieve entre ellos, Antón, los Izagirre, Zubeldia, Irizar, alguno más, y Castroviejo, la máquina perfecta contra el crono que quizás, y solo quizás, podría haber sido más útil en la primera persecución a muerte para salvar el Tour de Valverde. Luego, la resistencia del Movistar fue orgullosa, mantuvieron el pulso en poco más de un minuto hasta que cruzaron un pueblo a unos 40 de meta, se desorganizaron, perdieron el norte y se sintieron perdidos. Descorazonados, cayeron en el desaliento, cedieron y se les fue de la vista la fila de coches que perseguía al pelotón. No lo volvieron a ver.
el azote del saxo Allí iba Contador agazapado, mirando de reojo a su alrededor a ver qué pasaba, tratando de encontrar una señal que le indicara lo que hacer. Lo que vio fue mucho. Leyó en esas caras y le contaron tantas cosas?
A 31 kilómetros de meta, el Saxo aceleró, se pegó a la cuneta derecha, el grupo se fue estirando y estirando hasta que, crac, se partió. "Lo que vi fue que la gente iba muerta, que Quintana estaba a cola del grupo y que Froome no tenía mucho equipo". El último en meterse en el corte fue Cavendish, que esprintó como si luchara por la etapa y soltó de rueda al líder del Tour, desesperado porque no podía recorrer el hueco que le separaba de Contador. Quintana también se quedó cortado. Y Andy Schleck, y Evans, y Purito, y Dan Martin. Todos menos Mollema y Ten Dam, que son holandeses y saben de qué va esto de los abanicos, Kreuziger, Fuglsang, Cavendish, Sagan y los chicos del Saxo Bank, Bennati, Rogers y Roche, que apretaron los dientes y se partieron la cara contra el viento por Alberto Contador.
El pulso con el Sky, otra vez débil y añorando a Kiriyenka y Boasson Hagen, otra vez una sombra de lo que fue, se prolongó durante unos kilómetros en los que la diferencia se mantuvo en torno a la docena de segundos. Luego, el equipo inglés se fue desmoronando, tuvieron que asistirle el Katusha y el Lotto y la diferencia acabó por dispararse.
Fue 1:08 en meta. "Me hubiera costado creer esto antes de la etapa", dijo Contador. "De todas maneras, de estar a 3:57 a estar a 2:45 -ahora Mollema es segundo a 2:28 y el madrileño tercero- no cambia tanto la clasificación general. Hay que seguir saliendo al ataque en los Alpes".
La etapa del vértigo, más de 47 de media y mucho dolor en las piernas, la ganó Cavendish en un sprint minúsculo en el que arrolló a Sagan para lograr su 25ª victoria en el Tour y quedarse a una de Andre Leducq, uno que ganó dos Tours en los años 30. De aquella época, eran las etapas como la de ayer.
A casi diez minutos aterrizó Alejandro Valverde en meta sin querer decir nada-aparte de que se le había roto la bici- y, más tarde, su fiel Imanol Erviti, que tampoco tenía ganas de hablar, solo dijo que estaba reventado e incluso eso sobró. Ya lo había contado su cara.