Una de las cosas que más me está sorprendiendo de este Tour es lo que está ocurriendo con los sprints intermedios, en los que se están metiendo corredores que, la verdad, no sé que pintan en ellos. Algunos, como Cavendish o Greipel, porque, en pos del maillot verde, intentan arañar puntos a Sagan sin demasiada fortuna en lugar de guardar fuerzas para el sprint final, que en etapas como la de ayer es algo cantado; y otros, directamente, porque no sé que pretenden, como es el caso de Van Poppel, que ayer casi tira al suelo al de Cannondale al tratar de cerrarle.
Y mientras estos siguen erre que erre, Marcel Kittel y el Argos-Shimano, que pasan olímpicamente de estos berenjenales, acumulan ya tres victorias de etapa en el zurrón. El alemán, con mucho acierto en mi opinión, está ahorrando fuerzas de cara a ganar etapas y la apuesta le está saliendo a las mil maravillas. Ayer, en un sprint de libro, le mojó la oreja con todas las de la ley a Cavendish. Seguro que estará en una nube como seguro estarán también sus compañeros.
Poco más nos dejó la jornada, una etapa cuyo desarrollo estaba cantado desde la salida. Lo intentaron los aventureros de esos equipos que todavía buscan esa gloria que se les resiste -Euskaltel-Euskadi, Sojasun, Vacansoleil...- pero el pelotón acabó dictando sentencia. Lo más destacado es que Froome ha perdido a un nuevo escudero debido a la caída de Boasson Hagen, aunque esta vez he visto, a diferencia de días anteriores, mucho más entero al Sky, arropando con más efectivos a un líder que, hasta el momento, va como un cohete hacia su primer Tour de Francia.