albi. Las noches del Tour son para las tertulias de los periodistas y los sabios, la copita de Armagnac en una terraza y la batalla con los bichos con colmillos, malditos mosquitos, adelantando el futuro, imaginando lo que ocurrirá al día siguiente o dos días después, cuando llegue la montaña. Con la tinta del licor mojan la lengua y así se escribe la historia o, más bien, la que desean que ocurra. Con sus deseos y sus sueños, los periodistas y los sabios, ansiosos tras otra decepcionante etapa, son como los niños que fueron los ciclistas que ahora sueñan de noche metidos en su propio sueño, el Tour, la carrera que nunca imaginaron correr ni, claro, ganar, pero desearon como los chicos de los 80 desearon subir en bicicleta hasta la Luna.

Ciclistas que fueron niños como Mikel Nieve, que era un mozo cuando aquello de Indurain y recuerda los veranos calurosos de Leitza montado en el juguete de la bicicleta, en el frontón atizando la pelota de cuero con las manos blandas y desnudas o en la piscina lanzándose a lo bomba, pero, también, sentado ante la tele del bar, con el Frigopie. Interrumpían el baño y se iban a ver el Tour, a Indurain. "Y antes del verano", cuenta, "cuando echaban el Giro por Tele5 subíamos los amigos en bicicleta hasta un hotel que estaba en el monte, el único sitio en el que se cogía ese canal". Y después de ver al fenómeno ganar o dejar ganar, un día más de rosa o de amarillo, la tarde ya no era de piscina sino de bicicleta. Subían un puerto y hacían carreras, imaginando que corrían, claro, el Tour.

Dos décadas después, la silla del bar de la piscina de Leitza que ocupaba Nieve la llenan los chicos que también han jugado por la mañana a pelota en el frontón creyéndose Barriola o Bengoetxea, han interrumpido el baño para tomarse un helado, un Magnum de esos rellenos de caramelo, y esperan ante la tele a que aparezca su vecino ahora que llega su terreno, la montaña, los Pirineos que tiene ahí al lado, en la puerta de casa y que, cosas, ha sido de los pocos que ha ido a inspeccionar porque no conocía ni Val Louron, donde Indurain se vistió de amarillo por primera vez tras fugarse con Chiappucci en el Tourmalet (1991), ni la Horquette d'Ancizan, un puerto joven en el Tour. Ambos se suben mañana. Hoy toca Pailheres, la cima más alta de esta edición (2.001 metros), una cuesta larga y dura (15,3 kilómetros al 8%), y Ax 3 Domaines, que Laiseka subió más rápido que nadie hasta ahora (22:57) en 2001, cuando fue segundo dos días antes de aquello de Luz Ardiden.

Nieve, uno de los últimos hijos de Indurain, ciclista de aquel boom del que ya no queda nada, o casi, debuta tarde en el Tour, con 29 años, y eso no le preocupa tanto -"he ido paso a paso; primero la Vuelta, luego el Giro, ahora el Tour", dice- como saber realmente cuál es su nivel, si su pedalada se parece a la de hace tres años en la etapa reina de la Vuelta (Cotobello) o la de hace dos en el Giro (aquella maravillosa travesía por los Dolomitas que culminó en Gardeccia).

"Ojalá ocurra algo así", dice Nieve, "y ojalá ocurra en los Pirineos, claro, ante nuestra gente, pero el Tour es otra cosa, diferente a todo lo demás. Por los ciclistas que te rodean, los mejores, pero también por la montaña. Los puertos son duros en todos lados, en Italia y en España igual que en Francia, pero aquí está el calor que los hace más duros. Con temperaturas extremas el cuerpo responde de forma diferente. Si te pilla un poco débil, el calor te acaba matando".

Las dudas de Nieve son las mismas que revolotean en la cabeza de Antón, que no sabe qué decir cuando le preguntan cómo está y habla de que intentar saberlo en una carrera como el Tour es inútil, que uno nunca sabe si lo que le cuentan las piernas es cierto y que en los Pirineos encontrarán él y los que le preguntan la respuesta. Que la montaña dictará hoy su verdad implacable. "Y será entonces cuando sepa a qué se puede aspirar".

Cuando sepan todos, o muchos, podría haber añadido, quiénes son realmente cuando quiten los grandes desarrollos y se enfrenten, por ejemplo, a los seis kilómetros por encima del 9% que tiene Pailheres, el primer puerto serio del Tour, de los más duros y, sobre todo, de los más calurosos de esta edición.

"Es cierto que algunos lo pasan mal con el calor, pero este año la temperatura no está siendo asfixiante", admite Contador, que sale de la primera semana satisfecho, "porque no he perdido tiempo y porque han cicatrizado las incómodas heridas de la caída", pero sin respuesta para lo que pueda ocurrir en la montaña, sobre todo hoy. "Se va a saber ahora el nivel que tengo no solo yo, sino todos. Ahora ninguno de nosotros sabe nada". Ni él, ni Valverde, que tampoco ha perdido tiempo y no ha sufrido ninguna caída; ni Quintana, que anda con una rodilla tocada por un golpe; ni Evans, cuyos tests en un puerto de Suiza antes del Tour le indican que está mejor que hace mucho tiempo; ni Purito, mordido en una pierna por el asfalto del Tour y que corre hoy cerquita de su casa de Andorra; ni, por supuesto, Froome.

¿Atacará Froome? Hace un año el Sky respondió a esa cuestión finiquitando el Tour en el primer puerto, La Planche des Belles Filles, donde ganó Froome. "Quién sabe si ocurrirá lo mismo", dice Dave Brailsford, mánager del Sky, que reconoce que Ax 3 Domaines no es tan duro pero que ni Froome ni Porte piensan en desaprovechar oportunidades. ¿Atacará Froome? "Quién sabe", vuelve a responder Brailsford. Para eso tampoco hay respuesta.

Tampoco la hay en torno a Andy Schleck, que hace dos años que no está con los mejores en la montaña y no gana una carrera desde la etapa del Galibier del Tour 2011. Pese a ello, en su equipo, el Radioshack al que ya no pertenece su hermano -Flavio Becca anunció que Frank, que cumple una sanción por dopaje que expira en unos días, no vestirá más el maillot del equipo-, dicen que ha mejorado mucho, que está muy bien, en la mejor forma desde hace meses y que solo falta que llegue a la montaña, cambie el chip y se convenza de que las buenas sensaciones de estos días en el llano son reales y que puede volver a luchar por el Tour. La respuesta, de todos modos, está en la montaña. Así están todos.