Brasil. Una dura selección uruguaya y el sempiterno fantasma del maracanazo son los escollos a los que se enfrenta hoy Brasil a las 21.00 horas, con el objetivo de alcanzar la final soñada de la Copa Confederaciones que ya consiguió en 2009 con una victoria de 0-4 ante Estados Unidos.

Con un Neymar en pleno auge -autor de tres goles, uno por partido-, Brasil parte como favorito, pero Uruguay cuenta con Edinson Cavani, Luis Suárez y Diego Forlán, una delantera que suma cuatro goles en el torneo, y ansía volver a ser el verdugo de los anfitriones justo antes de la final.

El estadio Mineirão de Belo Horizonte, construido en 1965 a semejanza del Maracaná, será el escenario de este clásico suramericano, más que nunca revestido con los ribetes de la historia de 1950.

Pese a los cinco títulos mundiales que gozan en sus vitrinas, los brasileños nunca han conseguido borrar el indeleble recuerdo de la derrota por 2-1 contra Uruguay en la final del Mundial de 1950 en un recién inaugurado Maracaná, con 200.000 espectadores en las gradas. El encuentro dejó marcada a una selección canarinha que hoy quiere cambiar el recuerdo histórico.

El seleccionador uruguayo, Óscar Washington Tabárez, se encargó de recordar que la Celeste es una reconocida "aguafiestas" y esta tarde tratará de superar la defensa anfitriona y revivir la peor pesadilla que atormenta al autodenominado país del fútbol.

Este partido parece que será una lucha de titanes. El portero brasileño Julio César, que sabe que la Celeste siempre suele ser un rival durísimo, puntualizó que en los últimos cruces de ambos equipos en las fases finales de una competición oficial, en las ediciones de 2004 y 2007 de la Copa América, Brasil y Uruguay llegaron a la tanda de penaltis.

La última vez que se jugó el clásico, en 2009, fue un paseo para Brasil, que ganó por un contundente 0-4 en Montevideo por las eliminatorias mundialistas. Anecdóticamente, la única vez que Uruguay jugó en el Mineirão fue dos días después de su inauguración, el 7 de septiembre de 1965, cuando Brasil ganó 3-0 con un equipo integrado exclusivamente por jugadores del Palmeiras.

Con todos esos ingredientes históricos, Brasil tiene en mente el futuro, la final del próximo domingo, y para alcanzarla intentará poner en práctica el buen fútbol que ha dejado entrever en algunos momentos de la Copa Confederaciones. La receta del técnico Luiz Felipe Scolari pasa por arrinconar a sus rivales con un inicio de partido muy intenso, después atosigarlos con presión en el centro del campo y aprovechar la habilidad y movilidad de sus jóvenes talentos, en especial, de Neymar, elegido el mejor jugador de los tres partidos de Brasil.

Esa presión en el centro del campo ha convertido a los anfitriones en el equipo con más faltas cometidas de la competición, 67 en total, lo que anticipa un duelo duro en la zona media con un equipo tan huesudo como Uruguay. Precisamente, el sector del centro del campo es el que plantea más dudas para Tabárez, que podría optar por una pareja de volantes curtida en el fútbol italiano: Egidio Arévalo Ríos, del Palermo, y Diego Ruso Pérez, del Bolonia.

En el sector ofensivo parece tener menos dudas, por lo que se espera que alinee al poderoso tridente ofensivo formado por Cavani, Suárez y Forlán. Suárez y Forlán tienen en disputa el récord goleador de la Celeste, un aliciente adicional para afinar su puntería e intentar marcar en la meta brasileña. Los dos goles contra Tahití sirvieron a Suárez para sumar un total de 35 goles con la selección, según estadísticas oficiales, superando así en uno a Forlán como máximo goleador nacional, pero uno de los tantos de las estadísticas oficiales del primero es discutible. En la cuenta de Suárez figura un tanto que anotó el defensa Sebastián Coates frente a Perú en 2012, pero que fue atribuido al delantero del Liverpool por error arbitral.

El encuentro de esta tarde será una lucha de titanes por la final.