Vitoria. Sergio Scariolo, como todos los entrenadores del planeta, tiene sus manías, un librillo particular a la hora de afrontar los partidos y unos conceptos meridianamente nítidos con los que pretende engrasar la maquinaria de sus equipos. Si por algo se ha caracterizado el técnico de Brescia desde su primera etapa en la ACB ha sido, entre otras cosas, por la peculiaridad de alinear a un cuatro abierto que trate de abrir huecos entre las defensas rivales, busque con ahínco la línea de 6,75 metros y deje una única referencia interior en la pintura.

Los ejemplos son innumerables y vienen a la mente con facilidad, de ahí que sea altamente probable que quiera mantener esta filosofía en su nueva andadura en la capital alavesa y aspire a dar con ese elemento que permita satisfacer uno de sus postulados como técnico. En el Unicaja, por ejemplo, propició la ascensión hacia el estrellato de un Jorge Garbajosa al que hizo vivir la mejor etapa de su carrera. Cuando el de Torrejón de Ardoz emigró hacia la NBA, Scariolo no dudó en reciclar a un alero como Carlos Jiménez al puesto de falso ala-pívot. En el Khimki, ese rol lo interpretaron a la perfección dos fornidos internacionales rusos como Sergei Monya o Vitaly Fridzon, ambos con alma de alero pero dispuestos a sacrificarse a un puesto al que el preparador de Brescia concede una importancia superlativa en todos los lugares donde lleva las riendas.

En su reciente oscura etapa del Emporio Armani, el hombre predestinado a abrir espacios era el griego Antonis Fotsis, dotado de una buena muñeca para anotar de tres puntos. Al frente de la selección española, donde ni los hermanos Gasol, ni Serge Ibaka ni tampoco Felipe Reyes atesoraban las características idóneas para ejercer dicho papel, llegó a reconvertir a otro tres como Víctor Claver en algunos momentos muy puntuales.

El precedente de Londres Por tanto, no hay excesivas dudas de que el proyecto azulgrana correspondiente al ejercicio 2013-14 no faltará ese cuatro mentiroso que tenga la función específica de sacar a los hombres altos rivales de la zona y facilite el trabajo del pívot puro que siempre estará en las inmediaciones del aro. Dando por sentado que Nemanja Bjelica abandonará el Buesa Arena rumbo a los Timberwolves o a un grande de Europa, el conjunto alavés dispone en la actualidad de dos interiores en nómina (Maciej Lampe y Tibor Pleiss) y un tercero (Lamont Hamilton) cuyo desembarco se hará oficial en breve.

Por motivos obvios, ninguno de los tres está capacitado para ejercer ese rol deseado por Scariolo. El polaco posee una excelente muñeca, pero carece de velocidad y agilidad en los desplazamientos laterales. El alemán es un cinco nato que no puede amoldarse a otra posición, mientras que el todavía poste del Bilbao Basket destaca más por su corpulencia y poderío físico que por su tiro exterior por mucho de que sea capaz de encestar desde cuatro o cinco metros. Si los tres permanecen finalmente bajo la disciplina azulgrana -por Lampe se escucharán las ofertas que lleguen-, restaría por contratar un cuatro con ese perfil o, en caso contrario, la opción de reciclar a un integrante de la actual plantilla con experiencia a la hora de amoldarse a esa posición.

Esa figura no es otra que Andrés Nocioni, que en los pasados Juegos Olímpicos de Londres fue alineado por Julio Lamas con Argentina como falso ala-pívot para cubrir la sensible ausencia de otro exbaskonista como Fabricio Oberto. Pese a su falta de centímetros, el santafesino se convirtió en el complemento de Luis Scola para dejar las posiciones exteriores a Manu Ginobili y Carlos Delfino. El Chapu, cuya polivalencia en este sentido no fue aprovechada meses atrás ni por Ivanovic ni por Tabak, evidenció en la cita británica que se encuentra capacitado para actuar muchos minutos en una demarcación que no es la habitual.

Su despliegue físico y su intensidad, que le permiten atrapar un buen número de rebotes, constituyen unas virtudes interesantes para que Scariolo contemple la posibilidad de otorgarle una nueva función en sus esquemas. Si pasa a ejercer como cuatro, el Laboral Kutxa podría matar dos pájaros de un tiro y acometer la llegada de un killer en el perímetro que, desde la traumática marcha de pistoleros como Macijauskas y Rakocevic, se echa de menos. Ni Causeur ni Jelinek han dejado hasta ahora pinceladas de poder serlo en el futuro.