El acuerdo con Manolo Jiménez para dejar el banquillo zaragocista solo ha supuesto un aumento de las revoluciones a las que trabaja a pleno rendimiento la trituradora de cargos de toda índole en la que se ha convertido el Real Zaragoza. La entidad zaragozana, de la que el empresario soriano Agapito Iglesias es el poseedor del paquete mayoritario de acciones con más del 90 %, ha conocido en su banquillo a ocho inquilinos desde que en mayo de 2006 Alfonso Solans Solans decidiese abandonar la entidad y le vendiese todos sus títulos. El noveno está por llegar.

El sevillano Manolo Jiménez es el último que se ha caído de una larga lista que inauguró el idolatrado técnico zaragozano Víctor Fernández, que llegó de la mano del nuevo accionista en lo que se suponía una nueva etapa en la entidad y los aficionados, hambrientos de que su equipo tuviese ambición, creyeron ver que así iba a ser.

Las esperanzas se esfumaron tras completar una buena primera temporada, la 2006-2007, en la que incluso el Zaragoza entró en la UEFA. El maño estuvo en el banquillo hasta mediada la segunda temporada y fue despedido, en lo que fue un verdadero anticipo de lo que estaba por venir. Hasta la fecha es el entrenador que más tiempo ha aguantado con Agapito Iglesias. Al ahora técnico del Gante belga le sucedieron de manera efímera Ánder Garitano y Javier Irureta, con uno y seis partidos respectivamente al frente del primer equipo, y acabó la temporada Manolo Villanova, con el que se consumó el descenso a Segunda.

El asturiano Marcelino García Toral, cuyo contrato le convirtió en el segundo técnico mejor pagado de España, fue el encargado de dirigir la nave en el proyecto de regresar por la vía rápida a Primera y lo hizo, pero la sintonía con el máximo mandatario se acabó antes incluso de empezar su segunda temporada, aunque aún tuvieron que transcurrir varios meses, hasta diciembre de 2009, para que se produjera su destitución.

A partir de ahí, la historia ha entrado en un bucle repetido de manera casi constante con los dos siguientes inquilinos del banquillo zaragocista, José Aurelio Gay y Nayim, que conformaron un dúo, y Javier Aguirre, y otro un poco más largo protagonizado por Manolo Jiménez, aunque este último con la dura consecuencia del descenso.

Primero fue el tándem Gay y Nayim, que sustituyeron a García Toral, y tuvieron que obrar el primero de los tres milagros consecutivos zaragocistas para lograr la permanencia. Acabaron en la gloria de la permanencia y en el comienzo de la nueva campaña, en noviembre de 2010, salieron escaldados. El paso del mexicano Javier Aguirre por la capital aragonesa fue prácticamente un calco de sus predecesores, con la única diferencia que llegó hasta las vacaciones navideñas. Milagro para seguir en la temporada de su llegada en la máxima categoría y salida por la puerta de atrás mediada la siguiente. Lo de Manolo Jiménez pareció otra historia porque durante todo el 2012 -llegó al equipo el 1 de enero- nada parecía indicar que se pudiese repetir lo ya vivido.

El de Arahal obró una nueva salvación en la que una descreída afición ya ni pensaba que se podía alcanzar. Tuvo que sumar 33 puntos desde su llegada para lograrla. Sin embargo, este curso no pudo repetir el éxito y acabó siguiendo los pasos de sus antecesores, a los que se unió en la trituradora de Agapito.