Por fin Vincenzo Nibali llegó a Brescia. Lo hizo a pesar del frío, de la nieve, de los descensos traicioneros, del favoritismo de Bradley Wiggins y del empuje de los Evans y Urán. El Tiburón de Sicilia ha demostrado que ha sido el más fuerte durante tres semanas en las que el pelotón ha sido castigado por mil y una penurias. Después de ganar la Vuelta a España de 2010 y conseguir instalarse en el podio del pasado Tour de Francia, Nibali apuntó al Giro. Sabía que estaba capacitado para un reto de semejante embergadura y sus piernas le han demostrado que estaba en lo cierto. Con dos victorias de etapa, una en la cronoescalada a costa de romper los sueños de Samuel Sánchez, y otra en las Tres Cimas de Lavaredo, Nibali ha dejado claro que no había en el pelotón ningún corredor capaz de arrebatarle su gran anhelo: "He realizado el sueño de toda una vida. Una meta por la que yo he trabajado mucho y por la que hice tantos sacrificios. Nunca dejé de trabajar en los últimos años, creo que he crecido un poco cada vez, madurando a través de la experiencia".

"En este Giro traté de pensar en un día después de otro. Sentí que era importante centrarme en la recuperación, yo sabía que era lo mejor que podía hacer para superar este sueño. La preparación comenzó meses antes con tantos días fuera de casa, concentraciones en altura con los compañeros, carreras de preparación. Yo creo que ni siquiera me he dado cuenta de lo que hice, pero ahora habrá un montón de tiempo para disfrutar del triunfo con mi esposa y mi familia. Más es imposible. Es un día inolvidable, uno de los mejores momentos de mi vida, de alguna manera inexplicable, porque no puedo describir lo que siento por esta gente. Lo que siento es sólo emoción, dentro de mí la imagen de mis compañeros en el podio permanecerá por siempre. No sé cómo va a cambiar mi vida".