Tendido en el suelo, en el rostro de John Degenkolb se mezclaban los gestos de dolor, los signos de asfixia y las sonrisas. Sin aire, exhausto, el alemán se había dejado caer nada más cruzar la meta y levantar los brazos en señal de victoria. Cubierto por un remolino de fotógrafos, el corredor del Argos-Shimano intentaba que su corazón, desbocado en un pecho que ya ni el maillot podía cubrir, volviese a su ritmo habitual. El esfuerzo había sido tan titánico como inesperado. Degenkolb se encontró intacto en una última curva en la que el pelotón se desintegró por una caída. Entre él y la meta solo estaba Marco Canola. El ciclista del Bardiani huía en solitario a por el triunfo, pero el alemán se exprimió en su caza y captura. Con el último gramo de fuerza que le quedaba en el cuerpo, Degenkolb le quitó de los labios el triunfo y se llevó la gloria de una quinta etapa que cerca estuvo de verse modificada. Las nubes decidieron ser protagonistas en el quinto día de competición del Giro, que unía Cosenza y Matera con un trazado de 199 kilómetros. Mientras el pelotón afrontaba la jornada con naturalidad, siguiendo el guión que los directores de equipo habían diseñado para la etapa, en la línea de meta el cielo se derrumbaba con estrépito. Una tormenta de tintes apocalípticos inundaba la llegada de Matera. El agua se filtraba a borbotones entre el cableado y el equipamiento de la organización. El asfalto desaparecía de la vista para convertirse en una riada en toda regla. Faltaban dos horas para que los ciclistas exprimiesen sus energías en el sprint final, pero por un momento rondó la idea de tener que cambiar el itinerario de la carrera o anular los kilómetros finales. La tormenta parecía dispuesta a boicotear el Giro. Durante los primeros kilómetros, el pelotón fue ajeno a lo que estaba pasando en la meta. Bajo un cielo encapotado, un grupo de corredores no esperó mucho después del banderazo de salida para animar el día. Por segunda jornada consecutivo Euskaltel-Euskadi logró colar un hombre en la escapada del día. Esta vez el turno fue para Ricardo Mestre. El portugués se alió con Gil (Androni), Marangoni (Cannondale), Bulgac (Lotto) y Andriato (Vini Fantini) y abrieron una brecha importante con un pelotón que dejó hacer. La ventaja llegó a alcanzar los nueve minutos. "Desde el equipo nos han pedido estar atentos de salida y tratar de entrar en la fuga", explicaba Mestre tras la etapa, "sabemos que es difícil que cuajen y lleguen a meta, hay pocas ocasiones para el sprint y hoy (por ayer) era una, pero si no se intenta, no sale". Equipos como Orica, Movistar, Garmin y Vini Fantini pusieron de su parte para echar por tierra la aventura. Los esfuerzos del ciclista naranja fueron diluyéndose a medida que se acercaba la parte final de la etapa: "Hemos relevado con orden, buscando mantener la diferencia con el pelotón y guardar algo para los últimos kilómetros. Es la única manera de llegar, regular y guardar fuerzas para el final y sorprender al pelotón. Alguna vez ya se ha conseguido, perocuando el pelotón no quiere, es imposible".
A falta de 22 kilómetros fueron neutralizados. En las rampas de Montescaglioso Movistar endureció el ritmo con la intención de castigar a los velocistas. La trampa funcionó. En la cola del pelotón Mark Cavendish sufría y se descolgaba, cerrando la puerta a sus posibilidades de triunfo. En el descenso se sucedieron pequeños ataques que dejaron en cabeza a Gastauer, del Ag2r, Bak, del Lotto, y al Euskaltel Vrecer. Durante diez kilómetros consiguieron arañar un puñado de segundos al pelotón, pero los equipos ya no estaban dispuestos a regalar nada. A menos de ocho kilómetros, con el asfalto de nuevo picando hacia arriba, son absorbidos.
una curva con trampa El francés Dupont, el BMC Cadel Evans y Canola se colocaron en la cabeza del grupo, controlando en los últimos kilómetros los posibles ataques. Pero cuando solo quedaba un kilómetro para terminar, el piso mojado por la tormenta caída un par de horas antes le jugó una mala pasada al pelotón. La última recta comenzaba tras una curva de 90 grados. Con la lluvia, un paso de peatones se había convertido en poco menos que una pista de patinaje y a uno de los corredores que iba en cabeza se le resbaló la rueda trasera. Entre los que no pudieron esquivarle a tiempo y los que también patinaron al tocar el freno, el pelotón se desintegró y solo un puñado de ciclistas libraron la curva sin problemas. Entre ellos estaba Canola. El Bardiani se frotaba las manos ante la posibilidad de repetir victoria por segundo día consecutivo, pero John Degenkolb tenía su brújula apuntando a la meta y ganó la etapa.