Jerez. Se echó el telón del Gran Premio de Jerez. Había un protagonista que reinaba por encima del resto, el vencedor de la carrera de MotoGP. Las cámaras de televisión, sin embargo, se tiraron a por la declaración de otros dos pilotos, que ofrecieron una enconada rivalidad como paradigma de la apoteósica campaña que acontece. Dani Pedrosa nunca alza la voz, es sigiloso, modoso, incluso exageradamente, es un recluta para las sombras, para el silencio que habita en ellas, pero no es un actor secundario, y ayer puso el grito sobre el asfalto para dar una clase de autoridad, propiciando, además de la confirmación de su candidatura a la corona de MotoGP, que después de tres carreras haya tres ganadores diferentes.

Lo trascendente para el catalán es lo primero, afirmar su condición, porque la crítica ácida ha subido de niveles en los últimos días -coincidiendo con el asentamiento de Márquez en el mismo equipo y alimentada por la victoria de éste en Austin, la primera para Honda-, entre otros, personificada por Kevin Schwantz, y el de Castellar del Vallés ha hablado en pista, ha soltado un monólogo dictatorial. Bueno, y también rajó después, con el champán ante sus labios: "Jorge (Lorenzo) ha empezado muy rápido, pero luego he visto que podía ir más rápido". Era entonces la vuelta 22 de las 27 previstas cuando Dani, a rebufo de Lorenzo hasta entonces, daba el hachazo para pasar al frente y decir adiós a la competencia. "No he tirado al 100% para cuidar los neumáticos y aun así me estaba yendo". Sobrado, como ciertamente ganó, como tanto necesitaba para despejar la mordacidad que arremete contra él.

Y como en los últimos minutos de la prueba se vio que Dani no contaba con oposición, quitando promoción a la gesta de Pedrosa, que tanto altavoz necesitaba ahora, como los que ha tenido su crítica, la atención se focalizó en un hecho que sentará un antecedente y que seguramente traerá como consecuencia alguno de los mejores duelos de los últimos tiempos, como es todo lo que toca Marc Márquez, el rey Midas del motociclismo. El chico esta vez se tuteó de nuevo con Rossi y le dejó el recado de la necesidad de mejora -Il dottore se vio eufórico y competitivo en Catar, pero ayer en apenas tres vueltas claudicó en la lucha por el podio-, para luego hacerlo con Lorenzo, a quien le calcó la maniobra que el propio Rossi aplicó en su día para doblegar a Sete Gibernau o que Mick Doohan plasmó con Álex Crivillé. Impulsos de campeón, de leyenda. En el mismo lugar, el mismo recodo: Márquez apuró la frenada en la última curva de la carrera, se arrojó al abismo dejado por Lorenzo entre su moto y el piano del radio. Encontró el hueco, se metió con calzador, pero cortó la trayectoria de Giorgio. Los dos se encontraron. Acariciaron sus carenados. Márquez, favorecido por la inercia de la posición interior, se acomodó con la Yamaha de Lorenzo, como un colchón, y encaró primero la recta de meta. El catalán, que había realizado funambulismo entre el bien y el mal, que había instalado la polémica y su debate sobre la ejecución del adelantamiento, alcanzaba el éxtasis, porque ya sabe lo que es medirse a los mejores pilotos de su época y también superarles con solo tres carreras de experiencia en el retrovisor de la categoría reina; el mallorquín, entretanto, enroscaba y desenroscaba su cuello. Un gesto de negación que desaprobaba la maniobra de Márquez. Así se asentó el inicio de una revuelta que aplaude el público. Se aderezó la campaña con picante.

lorenzo no quiere las disculpas "En la última vuelta he dado el 110%. Pido disculpas a Jorge, ha sido un lance de carrera y lo bonito es que no se ha caído ninguno de los dos. Ha sido un final bonito para los espectadores", selló el joven de 20 años, ensalzando el espectáculo, restando trascendencia; la versión enfrentada, de 26 años cumplidos el sábado, era bien distinta: "Prefiero no comentar nada ahora que estoy en caliente. Lo que diría sería muy negativo". Las palabras de ambos se aferraron a lo políticamente correcto, pero el gesto habló por sí mismo. Márquez fue a ofrecer sus disculpas para no descuidar su imagen y Lorenzo le negó el saludo. Giorgio ha dejado de sonreír el descaro de SuperMárquez. Es consciente de que es un rival, directo, y con ninguno de sus últimos enemigos de pista ha gozado de un buen feeling. Es más, ahora Lorenzo y Pedrosa están más cerca que nunca, porque quizás un día se contemplen cual aliados armando la competencia a Márquez, quien, desde luego, dio cuenta, por enésima vez, de que el desacato a la autoridad vigente es su ley. Es un rebelde irrespetuoso para la historia del motociclismo. Tres carreras y tres podios es su saldo. O lo que es lo mismo traducido a términos generales, es el nuevo líder del Mundial. Si en Austin se transformó en colíder junto a Lorenzo, en Jerez pasó a copar en solitario el campeonato.

Ante la visera está ahora el Gran Premio de Francia. Allí deben volver a surgir reacciones como la efectiva de Pedrosa ayer, porque Rossi es el único de los Cuatro Fantásticos que no ha ganado, y para Lorenzo la derrota de ayer fue dura, significativa, tras las especulaciones de que la Yamaha se vería favorecida por las características del circuito jerezano. Continúa la bendición en Le Mans.