el Alavés tenía ayer la oportunidad de volver a la senda del triunfo tras su derrota en casa ante el Osasuna B en la última jornada y el empate cosechado ante otro filial en la precedente. La victoria era por tanto casi obligada (un equipo como el albiazul no se puede permitir el lujo de estar tres encuentros consecutivos sin alcanzar el triunfo si quiere conseguir sus objetivos) y vital para continuar al frente del grupo y no estar pendientes del resultado del segundo clasificado en su visita de hoy a Lleida. Pese al severo contratiempo sufrido la semana pasada en Mendizorroza ante un equipo situado en los puestos de descenso, es decir, un conjunto asequible para cualquier solvente líder que se precie, no se percibió un cambio de comportamiento en la manera de actuar de los alavesistas que dejaron, otra vez, la tarea para el final. Y esta vez, menos mal, no pintaron bastos, pero cerca anduvieron de caer en el mismo error por no acertar ante la puerta contraria.
Lo que sorprendió de la alineación de Natxo González ayer fue el haber prescindido de Laborda en el once inicial después de su escaso acierto observado en el encuentro anterior, pues parecía destinado a ese puesto por decreto ya que venía actuando habitualmente desde su aterrizaje en Vitoria. Quizás fuese debido, también, a que no tuviera que pasar por que la tomara con él la hinchada tafallesa. Y es que a raíz del traspaso de Laborda al Alavés en el mercado de invierno han surgido discrepancias últimamente entre ambos clubes y consecuentemente las relaciones parece que se han distanciado. Ha habido una serie de declaraciones desde ambas partes sobre quién es el que tiene que pagar el traspaso, cuánto se debe y cuándo había que hacerlo efectivo y no se pusieron de acuerdo.
En el mismo instante de producirse el gol del Alavés entró en el terreno de juego Laborda por Juanma. Y el escaso público local recibió a su exjugador con una pitada todo lo sonora que la pueden efectuar tan escaso número de personas (creo que les ganamos también en esto) y a partir de ahí se olvidaron por completo del tema. No cabe duda de que uno de los atractivos del encuentro era el regreso del delantero a su casa hasta enero pero no fue su día; después de unos minutos de nerviosismo se fue soltando y empezó a ofrecer lo que mejor sabe: trabajar en pos del equipo.
Por lo demás, si hay que guiarse por lo presenciado ayer en Tafalla, el Deportivo Alavés fue el mismo conjunto que estamos viendo últimamente. No cerró el partido y dio alguna esperanza al rival que, con balones largos al área, pretendía crear cierto nerviosismo en las huestes alavesistas. Y eso no es bueno. Para evitar nervios futuros convendría estar más entonados cara al gol, la materia pendiente de un tiempo a esta parte, para someter a estos conjuntos débiles que terminan perdiéndole el respeto. Al final, no hubo sorpresa. El Alavés cumplió los pronósticos con facilidad aunque no con holgura que se merecía y se llevó el triunfo en un partido sin historia.